En torno al concepto de «oriente» se ha creado todo un comercio de bienes y servicios, basado en una miscelánea de ideas importadas, descontextualizadas y edulcoradas, que me hace reflexionar mucho sobre los estilos de vida como productos de consumo. Desde hace tiempo nos venden el estilo de vida oriental como el más saludable. Hazte vegetariano, casi mejor vegano, para limpiar tu cuerpo. Practica yoga y meditación zen para limpiar tu mente. Sigue las enseñanzas de Buda para limpiar tu alma. Iníciate en el taiji, el reiki, los vedas,… Haz viajes espirituales a la India. No dudo que el pensamiento oriental tenga aspectos positivos, pero el consumo que se hace en occidente es, en la mayoría de los casos, de lo más superficial. Puro marketing. La literatura de autoayuda más de moda.
Aquí en China, como en otros países asiáticos, también se comercializa el estilo de vida oriental fabricado en occidente. Contradictorio, quizás. Pero comprensible. Si es la moda de los que se lo pueden permitir en occidente, por qué no seguirla. Aunque, claro, como todo producto de consumo, la leche de soja se tiene que comprar en la tienda de importación, y no en el mercado de abastos, donde te la sirven en un vaso de plástico con pajita. Si se trata de hacer taiji, mejor ir a un gimnasio de una cadena conocida, aunque cualquiera pueda ir a un parque e interactuar con los ancianos que allí lo practican.
¿Por qué ha cuajado tan bien en Europa este particular estilo de vida oriental? Cada país tendrá sus causas, porque no somos culturalmente uniformes. No obstante, al presentarse habitualmente como antítesis al estilo de vida occidental, deja entrever un cierto desencanto social.
Admito que cuando vivía en España, especialmente durante mi juventud en un pequeño pueblo de Galicia, me sentía profundamente atraída por ese estilo de vida oriental. Era mi ilusa ventana al otro mundo. Descubrir nuevos ingredientes en los herbolarios de Vigo o aventurarme con algunas clases de yoga activaba mi interés latente por oriente. Aunque traté de eliminar prejuicios con los años, cuando vine a China aún traía esa idealización en mi cabeza. El choque cultural fue intenso. Descubrí que a mí, como a muchos otros, nos habían vendido la moto. ¿Dónde estaba aquella espiritualidad? Tuve que reconstruir mi idea de oriente. Y estoy en plena deconstrucción ideológica y sentimental.