Hemos oído, consternado, los gritos de un alto funcionario europeo a los que, desesperados, quieren entrar en Europa. No recuerdo el nombre, pero lo dijo varias veces, queriendo convencer a los abandonados por las potencias, hostigados, sin embargo, por ellos, que se dejen matar, o mueran de hambre, frío, lo que sea. ¡No vengáis, por favor, nadie os quiere aquí! Parecía mentira que esto pudiera estar produciéndose ante gente bien trajeada. No queremos enrollarnos, pero primero debemos recordar al vociferante caballero que Europa es el continente geográficamente menos definido del mundo, así que un mongol podría perfectamente reclamar la ciudadanía europea y tener razón.
Segundo, le hemos de decir al angloparlante europeo, y es que lo oímos en inglés, que la reclamación que puede hacer cualquier grupo de individuos sobre algún territorio se basa en costumbres convertidas en leyes que casi tienen categoría de dogma, pero hemos de saber que los territorios sobre los que grupos numerosos reclaman cierta potestad fueron adquiridos aplicando la ley del más fuerte. Es decir, enfrentándose en batalla campal y que el vencedor se conceda la legitimidad. Todas las naciones europeas forjaron su identidad, este hecho por el que se arrogan la propiedad de la tierra, mediante hechos feroces, condenables. La raza humana, y los europeos, mucho más, asientan su pretendida soberanía sobre genocidios probados. Pero obviados estos hechos que las crónicas históricas no podrán desmentir, y ante la proliferación de funcionarios vociferantes pidiendo el rechazo de miles de desesperados, les hemos de recordar que siendo la tierra un planeta no artificial, y por el que los humanos no han pagado a nadie para asentarse en el mismo, y porque nunca su creador, o el pergeñador del big bang, recibió centavo alguno por su criatura, nadie puede poner trabas a otro para instalarse en territorio alguno, basándose en el trofeo de sangre que concede la legitimidad. Y es porque hacerlo es una forma de dar preeminencia a la violencia.
Que la humanidad lo haya aceptado, y que las naciones, en virtud de estos hechos históricos, puedan reclamar legitimidad es una cosa reprensible que ha adquirido categoría de costumbre porque no hemos sabido vivir sin la ley del más fuerte. Pero lo recordado ahora no es un tema baladí, pues cuando adquiramos la capacidad de volar a Plutón tendremos que saber que de la misma manera que los planetas no son de nadie, ninguna potencia tecnológica puede, en el futuro que tenemos enfrente de nosotros, reservarse parcelas de ningún planeta amparándose en su capacidad de poder golpear primero. Lo hemos dicho bien, golpear. Y es que es la sangre que se está derramando en Siria, con la indiferente complicidad de las potencias mundiales, Europa incluida, la que hace que las palabras de este funcionario adquieran la categoría de atronadoras, demenciales, incluso. En todo caso, estas declaraciones de tan alto funcionario, y en inglés, sí que están acordes con el sentimiento que se tiene en el mundo de la alta política: un país se está desangrando porque un animal quiere retener el poder, y las preocupaciones de los «ricos» son otras. Si hemos recordado las orgías sangrientas que acompañaron la forja de Europa, exportadas a otros continentes, es porque con el presidente de Siria deben estar en su salsa. ¡Parece mentira, por todos los dioses!
Barcelona, 9 de marzo de 2010