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Excusas y faroles

 

 

La línea que inaugura este primer post de julio es cobarde. La duda está en si se envalentonará hacia el final. Por ahora prefiere no sobrepasar la verja y mirar de reojo la puerta. ¿Por qué el fotógrafo ha centrado su foco en la primera? Mi denodado editor —que no ha perdido la memoria pese a que le nombren y le aticen los columnistas de ABC— no me pasa ni una y no tardará en reprobar que reutilice esta fórmula para arrancar este texto, que algo tiene en común con el inicio de Los peldaños de Tomás. No obvió hace unos días que El guía que pescó en Fisterra comenzaba igual que Chistes sin oxígeno hacia la cumbre. Entre ambos median diecinueve meses. Me gusta que las frases y los párrafos sean cómplices de la trama. Rebaso la reja. Un farol. Dos faroles. La cosa se pone brava. ¿Quién fue la última persona que asió el pomo? ¿Me atreveré a cruzar el dintel? Si no lo hago, no va a ser por canguelo. Es que me quedo sin palabras. «Excusas», pensará Bill Lyon.

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