Es sabido por quienes frecuentan los círculos de músicos profesionales, que es muy difícil para un maestro de clásica improvisar sobre una melodía que no esté debidamente escrita en un pentagrama, así como es difícil que un músico sin formación clásica tenga la disciplina y la técnica necesarias para tocar en una orquesta.
No os digo nada sobre los públicos de cada estilo; son dos compartimentos casi estancos.
Sólo en el territorio del jazz ha habido cierto intercambio de fluidos.
Y esto me genera incertidumbre sobre el futuro de “Sinfonity”, la primera y única orquesta formada por 16 guitarras eléctricas.
Aunque su primer concierto fue en la ceremonia de apertura del Festival de Teatro de Mérida de 2011, tuve oportunidad de asistir a su último concierto en Madrid hace tres semanas.
Es sorprendente la cantidad de sonidos diferentes que pueden salir de una guitarra eléctrica dependiendo no sólo del tipo de guitarra, la utilización de las pastillas y pedales de efectos, sino de la manera de tocarla. En ocasiones, escuchaba violines…
El experimento musical consiste en interpretar algunas de las composiciones clásicas más célebres con una orquesta de guitarras eléctricas y tres bajos o contrabajos eléctricos.
El repertorio es un Greatest hits de la historia de la música:
La Caballería rusticana, de Mascagni.
La Danza del fuego, de Falla.
El Bolero, de Ravel.
Marte, de Holst.
La Primavera, de Vivaldi.
Beethoven, Mozart, Rossini…
El trabajo de los músicos es difícil de definir con un adjetivo. Por un lado están los arreglos y por otro la memorización de todo el repertorio (yo no vi ni una partitura).
El alma del proyecto es Pablo Salinas, un músico de formación clásica que es un virtuoso. Dale cualquier cosa que se te ocurra (aunque no sea un instrumento) y seguro que lo toca y hace música. Es el líder, el protagonista. Él está detrás de todo el trabajo de arreglos y adaptaciones y es impresionante verle ejecutar en directo. Ya sabéis que soy muy crítico con el virtuosismo cuando es gratuito y circense, pero este no es el caso. Pablo Salinas es el concertino de la orquesta y el virtuosismo es inevitable y admirable.
Sin embargo, es una pena que todo este trabajo pueda encontrarse con el muro del fundamentalismo musical. ¿A quién va dirigido el espectáculo? ¿Al público de clásica? ¿Al rockero? Creo que el problema puede ser encontrar su público.
Tras el concierto, estuvimos con algunos de los músicos y otras personas relacionadas con el experimento. Por resumir la conversación, Sinfonity es una orquesta española, formada por músicos españoles, amadrinada por Blanca Portillo, una famosa actriz y directora de teatro española, pero van a tener que irse a Japón y a Estados Unidos para poder entrar con la fuerza y el reconocimiento que merecen en el mercado español. Si triunfa fuera, aquí todo será más sencillo. De nuevo nuestra gran tragedia nacional; de haber sido foco de cultura a ser sólo pantalla. ¡Incluso de nuestro propio producto!
Sólo hay un detalle que deberían cuidar más: la escenografía y el vídeo. Para no andarme con paños calientes, es francamente malo. Si quieren llevar algo más que luces para bañar el fondo y crear ambiente, debe ser algo que esté a la altura del espectáculo.
@Estivigon