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Extraterrestres

Stephen Hawkins cree en los extraterrestres. Se han reído de
él, como si su hipótesis fuera una pamema de científico gagá. Yo no me reiría
tanto., sobre todo porque la creencia en los extraterrestres pertenece a ese
imprescindible conjunto de hipótesis inconfirmables e irrefutables. A este
puñado de conjeturas pertenece la existencia de Dios, la de la bondad humana,
la de la vida después de la muerte, la del alma inmortal o la de la
singularidad de nuestra especie. Es mucho más fácil explicar por qué nosotros
fabricamos ordenadores y los chimpancés no pueden hacerlo acudiendo a nuestro
origen extraterrestre. Se dirá que Darwin sentó las bases de la evolución y
bla, bla, bla. Pero Darwin, siguiendo el hilo del argumento, también podría
haber sido un extraterrestre. No hay una teoría alternativa a la evolución
defendida, por ejemplo, por un científico gorila, o por un elefante biólogo.
Que los humanos expliquen su historia biológica como producto de infinitas
casualidades consecutivas no es menos asombroso que afirmar que somos productos
de un experimento alienígena. Hawkins es físico, y la física es la rama más
especulativa de las ciencias. Es comprensible que un físico aventure la
existencia de seres mucho más inteligentes que nosotros. Einstein creía en un
Dios creador, experto matemático. Kant imaginaba extraterrestres sobrehumanos
cuyas sociedades eran perfectas.

            Quizá se
han reído de Hawkins porque tenemos mucho miedo. Hace tiempo que las fábulas
sobre los extraterrestres son muy sombrías. Apenas queda nada de aquella fe
utópica en los marcianos regeneracionistas, o en los selenistas ilustrados, o
en los extraterrestres redentores. La ciencia ficción contemporánea es
distópica: seres bestiales con apariencia de inmundo insecto nos exterminan, o
nos esclavizan, o nos afantasman. Si vienen de otro planeta, lo hacen para
practicar con nosotros toda suerte de sevicias, no para instruirnos o
auxiliarnos. En estas fábulas apocalípticas contemporáneas nos salva un niño, o
un bobo, o un friki, es decir, no confiamos en las posibilidades de la especie
y nos encomendamos al absurdo.

Los que se ríen de Hawkins
también tienen miedo al exterminio; se ríen de puro miedo. Hawkins sólo ha
insinuado que deberíamos, en lo posible, pasar desapercibidos en el Universo.
No esforzarnos en enviar estúpidos mensajes al espacio exterior que alerten de
nuestra presencia. Si los alienígenas supieran que existimos, nos abducirían.
Nosotros haríamos lo mismo. Siempre hemos hecho lo mismo.

            Supongamos,
además, que buscamos vida en otra parte. Si es vida inteligente, ¿cómo saberlo?
¿por qué habrán de comunicarse de modo verbal o escriturario? ¿por qué han de
tener sentidos como los nuestros? ¿por qué habrían de pensar, es decir, poseer
un cerebro, una autoconciencia, sinapsis? ¿Por qué habrían de considerarnos
algo más que anomalías producidas por una caprichosa molécula de ADN?
Imaginamos que son grandes tecnólogos y construyen máquinas poderosas para
recorrer la inmensas distancias del espacio, pero, ¿por qué habrían de viajar
de este modo? Pudiera ser que hayan descubierto el envés del universo; ese
globo de límites imprecisos que se expande sin parar bien podría ser un aleph
diminuto visto desde el otro lado.

            ¿Y si los
extraterrestres son los dioses?

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