Fotografías: Pablo Mahave
Algunos conocimos a Fabián a través de Myspace cuando él acababa de publicar su primer álbum, Espera a la primavera (2007). En los altavoces del ordenador del salón sonaban canciones como Marzo, Páginas tuyas o Apenas. En Marzo había flores olvidadas en cuartos, pájaros volando y un pretexto, los domingos de marzo, para volverse a encontrar. En el estribillo de Páginas tuyas Fabián se dirigía a una tercera persona que solo era especial a veces. En Apenas había juguetes rotos, pequeñas carreteras, terremotos y canciones que corrían por las venas. También había otra que se llamaba Triunfadores. Ésta cerraba el disco y muchos de mis días. La reproducía desde la cama en aquel reproductor mp3 grisáceo, de esquinas redondeadas, con memoria para 128 megabytes. Triunfadores hablaba de esas personas que trabajan once horas al día y son capaces de salir y beberse una cerveza sin derrochar mal humor. De aquellos que pagan la hipoteca, esperan por las becas y cierran bien los grifos. A través de Triunfadores empecé a valorar todo lo que ellos –los padres– hacían por nosotros –los hijos–.
Cuando Fabián publicó su tercer álbum yo acababa de llegar a Madrid. Después del incendio y otras cosas así (2011) fue el primero que editó con su propio sello, La Viejita Música, que todavía regenta junto al valenciano Manolo Tarancón. Con estas canciones la carrera de Fabián dio un paso adelante, con melodías todavía más redondas y un estilo definitorio. En La huída sueña con decir adiós, tomar de madrugada un tren y borrar todos los libros. Además, reconoce que las canciones a menudo se convierten en caminos. En la primera estrofa de Diecisiete su voz se presenta frágil, prácticamente a capella, hasta que en la segunda estrofa (“Cuando me vengas a buscar / al corredor de la muerte”) entran dos guitarras acústicas, limpias y envolventes, al estilo de lo que sucede en las canciones de Neal Casal o Sons of Bill. En Diecisiete Fabián también se pregunta por la canción que le salvará mañana, en uno de sus versos más brillantes. En La tempestad, etc. aflora la misma idea: hay pequeños dolores que son divinos –unas veces canciones, otras despedidas– y que a menudo nos vienen a liberar.
Una noche de marzo, hace cuatro o cinco años, hacía frío en Madrid y nos refugiamos en el teatro del Chaminade con las canciones de Fabián. Venía solo, con la guitarra y la armónica. Calzaba unas Converse. Golpeó las cuerdas de su guitarra sin púa, sutilmente, como los mejores songwriters norteamericanos y cantó con esa voz perfectamente afinada. Lejos de artificios en aquel escenario brillaban por encima de todo las canciones. Las mismas que, como sugiere en La primera canción, le marcan el horizonte a seguir.
Con el paso de los años la banda ha ido adquiriendo más importancia. En mayo de 2013 presentaba su cuarto álbum en El Sol, titulado (La brisa leve) La luz distinta (2013). Fabián apareció sobre el escenario arropado por amigos como Juan Marigorta, Alfredo González o el imprescindible Pepe López, con quien ha facturado, mano a mano, sus tres últimos discos. La banda sonaba magnífica, todo estaba en su sitio. Las voces de Juan, Alfredo y el propio Fabián sonaban muy bien empastadas. Cuando Quique González subió al escenario para cantar Todas las aves del sur lo primero que hizo fue felicitar a la banda por el gran show que estaban ofreciendo. Todavía recuerdo a Santi Alcanda, uno de los periodistas que más ha apostado por Fabián, emocionado por lo que estaba presenciando esa noche en El Sol.
A finales del pasado año salió La fe remota (2015), donde el leonés da rienda suelta a su talento y condensa la experiencia adquirida durante diez años. Se trata de un álbum excelente, tan omnívoro como desprejuiciado: hay espacio para la electricidad rock de Premio y castigo y Gorriones, para el regusto soul de Turista, la sutileza country de Los relámpagos –una canción compuesta por su buen amigo Carlos Madrid– y para canciones folk habituales en su cancionero, como Herida y cicatriz o Las musas. El director de Efe Eme, Juan Puchades escribía en El País que estábamos ante un álbum “rabiosamente actual, original y conmovedor”. No le falta razón a Puchades. Porque hablar de La fe remota es hacerlo de la más inspirada colección de canciones de Fabián, que demuestra por enésima vez que es un autor pop de un gusto exquisito, con una sensibilidad singular para hacer florecer unas canciones que funcionan por sí mismas.
Hace un par de semanas en El Sol los chicos de su banda, La Banda del Norte, se erigieron como unos compañeros de aventuras en estado de gracia: cuidan el sonido al milímetro y sus voces, las de tres grandes vocalistas, remiten a esas bandas que empezaron a disparar melodías a medidados de los sesenta bajo el crepúsculo del Laurel Canyon de Los Ángeles. Quedamos con Fabián el primer jueves de junio, horas antes de que acuda al Vicente Calderón a ver por primera vez en directo a Paul McCartney. La conversación se prolonga durante algo más de media hora en la librería Tipos Infames de Madrid.
Cierta dosis de melancolía planea sobre la mayoría de tus canciones. En el último disco encontramos He quedado con los chicos.
Esa canción habla de los veranos que yo pasaba en el pueblo con mis colegas, todo lo que ocurre en la canción era tal cual en aquellos años. Yo quedaba con mis colegas en el patio que había detrás del bar del pueblo, jugábamos partidos de fútbol, teníamos una liguilla, íbamos a jugar a la máquina de guerra y tirábamos a las chicas de la silla. Había un río, el río Curueño, que pasa por mi pueblo, y muchas cosas sucedían en torno a ese río.
Pero tú vivías en León ciudad.
Sí, vivía en León, pero mis padres eran de esa zona, de la Montaña Central Leonesa, y pasábamos los veranos en la casa del pueblo.
El tono de la canción recuerda al de Palomas en la quinta, de Quique González. Me gusta que coexista la mirada desde el presente con la del niño que fuiste (“Yo no sé cómo será el amor / Que ya me viene amenazando / Pero seguro que no es mejor”).
Sí, es verdad que esa canción de Quique tiene un rollo parecido. Juego con las dos cosas. Por un lado, está mi visión de aquellos días en la actualidad; por otro lado es también la mirada de un niño de 12 años que todavía no sabe cómo será el amor, pero que sabe que no puede molar más que esos años. Que no puede molar más que, por ejemplo, jugar una pachanga al fútbol con los colegas.
Desde el primer disco parece que tienes claro qué tipo de canciones quieres hacer, otorgando mucha importancia al texto. Tampoco ha habido cambios bruscos en tu sonido. Sin embargo, en los últimos tres discos hay un salto cualitativo importante.
Siempre he pensado que si uno se dedica a hacer canciones lo tiene que hacer de verdad. Yo intento sacar las cosas que llevo dentro de la piel. Y así ha sido desde que empecé a publicar discos. La impostura a la larga se acaba notando.
En cuanto al sonido, es verdad que siempre lo tuvimos bastante claro. A nivel de mezcla, masterización y demás lo hacemos todo nosotros desde el principio. Con Yuri Méndez (Pájaro Sunrise) y Pepe López llevo trabajando desde el primer epé, Plegarias (2006). Y Juan Marigorta está con nosotros desde (La brisa leve) La luz distinta (2013). Hacemos todo nosotros, de forma muy artesanal, y supongo que hay un poso común en los discos. También quiero creer que a medida que hacemos discos los hacemos un poco mejores.
Creo que también hay un poso de nostalgia en la mayoría de tus canciones. Una especie de nostalgia de la provincia, quizás más habitual en personas que dejan su capital de provincia natal para marcharse a Madrid o Barcelona. Pero en tú caso has vivido siempre en León.
Yo ahora estoy viviendo aquí en Madrid, desde hace apenas tres meses. Pero sí, hasta ahora siempre había vivido en León. Es que soy muy leonés. Pero sí, tienes razón, la nostalgia a veces consiste en echar de menos algo que no se ha ido nunca, ¿no? Algo de eso hay en mis canciones. Creo que también tiene un poco que ver con la propia ciudad. León es una ciudad muy bonita, pero también es una ciudad donde en invierno hace mucho frío, chiquitita y que a veces queda un poco aislada del resto. Hay muchos momentos de soledad y eso creo que marca tu personalidad.
Las letras de las canciones están repletas de referencias al sol, al viento, al amanecer o al atardecer.
Es verdad, también hablo mucho de fenómenos meteorológicos: la tormenta, la tempestad, la brisa.
Aunque estés casi siempre en León llama la atención que tus canciones remitan tanto a los viajes.
A poco que salga a tocar en un año hago 20 o 30 viajes. En realidad son muchos viajes. Para el segundo disco compuse un tema que se titulaba Salir a volver. Es muy bonito cuando sales de tu ciudad para tocar y tienes la certeza de que vas a volver poco después. Es una sensación que me gusta mucho. Creo que uno necesita salir de vez en cuando para poder apreciar más ese lugar. En mi caso ese lugar es León.
Siempre has estado rodeado de buenos amigos músicos. Recuerdo las primeras veces que te venía a ver al Búho Real, y salía a cantar contigo gente como Zahara o Ester Rodríguez de Amigos Imaginarios. Luego se han unido otros, como Quique González, César Pop o Txetxu Altube.
A medida que pasan los años vas conociendo a mucha más gente. Guardo amistad con todos ellos. De hecho hace poco me fastidió mucho no poder ir al concierto de Santi Campos, que ha sacado un discazo. Lo ha titulado Cojones. Yo estaba precisamente en León ensayando para la gira. Me fastidió un montón no poder venir porque guardo muy buena amistad con él y me gusta mucho lo que hace. Con Quique González también estoy en contacto, aunque él está ahora de gira y no pudo acercarse a mi concierto en El Sol el jueves.
El otro día en El Sol tocasteis muchas canciones de discos antiguos, especialmente de tu disco de debut. Estas canciones funcionan muy bien en directo.
Sin duda. Este tipo de carreras que se basan básicamente en hacer discos son en realidad como una carrera de fondo. La gente, que en muchos casos te acompaña desde hace años, sigue escuchando tus primeros discos y a veces son las canciones que más aprecian. Por ejemplo, cuando canté el otro día Mis calles de arena la cantaba todo el mundo. Igual sucede con Páginas tuyas. Son canciones que están en la memoria de la gente que me ha escuchado siempre y que nos gusta recuperar.
De hecho, después de cinco discos, es inevitable que se queden grandes canciones fuera de los conciertos. Pienso en el caso de Lugares o Como los gatos.
Sí, al final tengo 50 o 60 canciones y hay que hacer un concierto de una hora y media, dos horas como mucho. Como ya hicimos un concierto de presentación del álbum, en este intentamos meter alguna canción más de otros discos. Solemos tocar 20 o 25 canciones en los conciertos e intentamos que haya un equilibrio de todos los discos.
Justamente Lugares y Como los gatos son canciones que nos suelen pedir en los conciertos. El otro día di un concierto en Oviedo con Alfredo González y nos pidieron Lugares. La improvisamos en un momento y acabamos tocándola.
Aunque en esta gira estás alternado conciertos en diferentes formatos, tu banda ha ido adquiriendo más importancia a lo largo de los años. En esta gira has decidido apodarla como La Banda del Norte.
Los chicos de La Banda del Norte son muy importantes para sonar como sonamos en directo. Lo importante para ellos son las canciones y creen en el proyecto. Yo aprecio mucho que estén siempre a mi lado. Les gusta mucho viajar juntos y tocar estas canciones. Además de la amistad que nos une, en lo musical son realmente buenos. Todos tienen sus propios proyectos. Por ejemplo, Juan Marigorta va a sacar un disco ahora, que ya tenía grabado desde hace tiempo y le vamos a dar salida en nuestro sello, La Viejita Música. Juan antes tenía un grupo que se llamaba Zabriskie. Hacían pop psicodélico, con un toque muy retro y molaban un montón. Pepe López también hace un montón de cosas y Alfredo González tiene una carrera en solitario. Ahora Alfredo va a sacar un libro muy chulo con la editorial Bandaàparte. Que de repente todos aparquen sus planes, se junten y vengan conmigo para hacer crecer las canciones en directo es algo que yo aprecio muchísimo. Nunca se lo voy a poder agradecer lo suficiente.
Es que además sonáis a un gran nivel. El otro día en El Sol las voces hacían crecer mucho las canciones.
Porque aparte de que son muy buenos instrumentalmente, Alfredo y Juan son dos grandes cantantes y hacen unos coros alucinantes. Cantan mucho mejor que yo. Cuando hacemos conciertos acústicos las voces están todavía más presentes y la gente se queda sorprendida. Porque tampoco hay tanta gente en España que cuide a conciencia los coros. Es un rollo más norteamericano, muy presente en bandas como Dawes que beben de la tradición de gente como Crosby, Stills & Nash
Además de tu querencia por el folk-rock anglosajón también hay una vertiente abiertamente pop en tu discografía. En tu último disco He quedado con los chicos se encuadra en esa línea. En el anterior La luz distinta es un tema casi power-pop que recuerda a clásicos del género como The Flamin’ Groovies o Nada Surf.
Sin duda. A mí precisamente esas bandas de power-pop me molan un montón. De hecho Lucky de Nada Surf es uno de mis discos favoritos. Y sí, hay mucho de eso en canciones como La luz distinta.
También quizás hay algo del californiano Bart Davenport. No sé por qué suelo pensar en tus canciones cuando escucho Maroon Cocoon (2005), especialmente con canciones como Welcome To the Show o Glendale, con esas melodías tan logradas y las guitarras muy limpias.
Lo que hace Bart Davenport me parece brutal. El próximo disco de Yuri Méndez (Pájaro Sunrise), que saldrá después del verano, lo ha producido mano a mano con Bart Davenport. ¡Así que imagínate cómo suena eso! Por cierto, Yuri acaba de sacar un disco con un montón de descartes y también es genial.
Volviendo a tu última entrega, La fe remota (2015) es un disco donde tocas varios estilos. Por ejemplo, Premio y castigo y Gorriones pertenecen al pack más eléctrico. Pero a su vez también funcionan sin problemas en un formato acústico.
Sí, es lo que siempre se dice: si una canción funciona de verdad tiene que hacerlo también en acústico y en cualquier otro formato. Pero disfrutamos mucho tocando estas canciones con las guitarras distorsionadas, haciendo ruido y con Pepe dándole mucha cera a la batería.
Pero a pesar del ruido las letras siguen estando muy cuidadas.
Es lo que he intentado siempre. Como autor pop me parece que en general se maltrata mucho a las letras. Supongo que todos lo hacemos alguna vez. Hay grupos con los que yo disfruto mucho su música pero luego lees con detenimiento la letra y dices “me cago en la leche, podrías haberle dado una vueltina más a la letra”.
El estribillo de Gorriones (“Tengo una bandada de gorriones / anidándome en el pecho, / silban en el viento las canciones / que escribí por aquí / que escribí para ti”) me recuerda mucho al estribillo de Life is Beautiful de Ryan Adams.
Joder, esa canción es brutal. Bueno, en realidad todo el disco Cold Roses (2005), de la época con The Cardinals, me gusta mucho.
Y eso que es prácticamente una cara B y nunca la interpreta en directo.
Seguramente, pero todas las caras B que tiene Ryan Adams es como la discografía más guay de cualquier otro músico.
Ryan Adams y tú compartís algo. Los dos incluís con mucha frecuencia la palabra “canción” en muchas de vuestras canciones. En La fe remota hay varios ejemplos. En Premio y castigo (“Mientras suena lenta tu canción”), en Camina conmigo (“Todas las canciones que cantaba para ti en los escenarios, en los bares”) o en Gorriones (“Silban en el viento las canciones”). También en canciones de otros discos como Diecisiete o La huída.
Sí, soy consciente de que meto esa palabra mogollón. Es que al final los músicos como yo comerciamos con canciones. Estoy todo el día pensando en canciones, es mi vida. Las canciones son mi vida. De hecho Santi Alcanda ha tomado la frase de “canciones que nos salvarán mañana” para su programa en Radio 3, Como lo oyes, y me hace mucha ilusión. Y es que es así: muchas veces a mí me ha salvado el día una canción. Ahora mismo estoy enganchadísimo a Bahamas. Me gusta mucho una canción que se llama All I’ve Ever Known. Creo que tienen un par de discos. Luego me he enterado de que estuvieron abriendo para Wilco hace no mucho tiempo.
¿Vas a ver a Wilco este verano?
No lo sé todavía. Si estoy por Madrid el 2 de julio lo intentaré. Ya sería mi tercera o cuarta vez viéndoles.
¿Estuviste en el concierto del Teatro Circo Price presentado The Whole Love? Aquel día muchos descubrimos a Jonathan Wilson, que era el telonero.
¡Qué bueno! No, no estuve. Yo vi a Jonathan Wilson el año que toqué en el Primavera Sound, que también tocaba él. El suyo fue uno de los mejores conciertos del festival. Además coincidí con él en el hotel y yo pensaba “joder, joder, es Jonathan Wilson”. A Wilco les he visto dos veces, una en La Riviera y otra en Vistalegre. A Jeff Tweedy en solitario le vi otra vez. Él estaba solo en el escenario rodeado de un montón de acústicas. Fue en un festival en Vigo. Ese concierto de Tweedy en solitario me encantó.
Hablábamos antes de la riqueza musical de La fe remota (2015). Turista y Sálvalo son dos formatos de canción nuevos en tu discografía.
Sí, por eso me apetecía que una estuviera abriendo el disco, como fue el caso de Turista. La otra, Sálvalo, la utilizamos de single con una animación muy chula de Julián Mayorga. El pobre hombre estuvo seis meses dibujando, porque cada plano es un dibujo. El resultado es una pasada.
Turista tiene un punto muy Josh Rouse.
Sí, claro, tiene ese rollo. En esta canción nos acercamos un poco a la música negra. Al final todo explota con un solo muy negroide. Creo que es una de las favoritas de Pepe. Pepe es un fuera de serie, hemos grabado el disco mano a mano, excepto la trompeta, que la grabó Raul Marques. Yo las acústicas, alguna eléctrica, algún piano y todas las voces, aunque algún coro mete Pepe. Él grabó bajos, batería, eléctricas y también algún teclado. Pepe es increíble porque además lo toca todo a un nivel muy alto. Podría estar tocando con quien le diera la gana. Sin embargo está tocando conmigo así que le tengo que dar las gracias.
Herida y cicatriz es una canción marca de la casa. Es un tipo de canción típica en tu discografía, pero tiene una fuerza especial, como ninguna otra.
Yo creo que es la canción más típica mía de todo el disco, la más definitoria probablemente. A la gente le gusta mucho. Es por ejemplo la que más se escucha en Spotify del disco. Hace poco el pianista de La Banda del Norte, Alfredo González, me dijo que la parte de “Yo soy mucho más feliz / Fingiendo que las páginas se escriben solas” iba a servir como introducción en su nuevo poemario.
Esa misma frase o en la que cantas “Yo soy mucho más feliz / Perdiendo esas batallas tan estúpidas” parecen también una declaración de intenciones.
Claro. Al final llega un momento que te preguntas por qué sigues ahí, discutiendo con ese tío que nunca va a entrar en razón, y piensas “pues vale, lo que tú digas”. Si arriesgas todo para hacer esto, canciones, es para estar a gusto y hacer las cosas en condiciones. Si no pues montas cualquier otro negocio y estás igual de puteado pero no pones el alma en ello. Aquí, en realidad, estamos comerciando con sentimientos en forma de canción. Entonces tienes que estar a gusto y si no lo estás es muy complicado.
¿Cómo se tomaron en tu casa tu decidida apuesta por la música?
Al principio fue complicado. Porque tú imagínate un chaval de 20 años que dice que no quiere estudiar más y que se va con la guitarra a dar un concierto a Murcia. Pero el entorno en León era muy propicio. Yo empecé a grabar canciones con mis colegas, con gente como Yuri y Mario. León es un pasote en lo musical: todos mis amigos tocan, han tenido un grupo o viven con alguien que tiene un grupo. Con 20 años estaba estudiando magisterio musical en León, mandé un par de maquetas a dos concursos y los gané. Entonces pensé que quizás no era tan descabellado dedicarse a componer canciones y tocarlas.
Yo siempre asocio León con Los Flechazos y Cooper.
Ahora Cooper está haciendo cosas muy chulas. Está girando con canciones de Los Flechazos y le está yendo muy bien. La banda en directo es buenísima, están todo el rato aquí arriba y además sonando brutales.
Supongo que en tu casa también había música desde que eras pequeño.
Sí, mis padres escuchaban mucha música. Yo tengo muchos vinilos pero son de mis padres en realidad. El plato que yo utilizo es un Lenco que suena muy bien. Tiene más años que yo porque se lo compró mi padre hace mil años en Suiza. Entre los vinilos hay cosas de la época de Brel, de la época de Elvis, de Cecilia o de Simon & Garfunkel. Mis padres estuvieron veinte años viviendo en Suiza y también escuchaban mucha música francesa. También tengo un hermano, siete años mayor, y él me enseñaba música. Esas canciones que nos acompañan durante la infancia quizás marquen el camino.