La ministra González Laya (encantado de conocerla) dijo ayer que Marruecos asegura que la llegada de migrantes (yo que toda la vida he dicho “inmigrantes”) a Ceuta no es fruto de un desencuentro con España. Bueno es saber estas cosas, porque si Marruecos hubiese asegurado que la llegada de migrantes a Ceuta es fruto de un desencuentro con España estaríamos hablando de un asunto grave. Pero como la ministra González Laya (mucho gusto) dice que Marruecos asegura que la llegada de migrantes a Ceuta no es fruto de un desencuentro con España, me quedo tranquilo. Da igual que cinco mil o tres mil o dos mil personas marroquíes (mil o dos mil arriba o abajo) hayan entrado de forma ilegal en España si Marruecos asegura, según dice la ministra González Laya (un placer), que no es fruto de un desencuentro. Menos mal, porque parece lo contrario. Alguien podría pensar, por ejemplo, que Marruecos está enviando tácita, cuando no expresamente, a toda esa pobre gente que sonríe y saluda a las cámaras al llegar, y con ello dar la sensación de que a España se puede entrar ilegalmente de forma fácil y hasta divertida. Y no es nada divertido que a un país se entre sin permiso y en esas condiciones, y peor aún, que dé la impresión de que el gobierno de ese país (y del otro) no hace nada, o poco, para evitarlo. Por eso que la ministra González Laya (un honor) dijera ayer que Marruecos (el mismo país del que cualquiera puede pensar que está enviando tácita, cuando no expresamente, a cruzar la frontera a toda esa pobre gente que sonríe y saluda a las cámaras) asegura que la llegada de migrantes a Ceuta no es fruto de un desencuentro con España lo aclara todo. Y es un alivio enorme, desde luego. Esto a mí me permitió disfrutar ayer, entre otras cosas, de la exitosa iluminación de la fachada del ministerio de Asuntos Exteriores que dirige González Laya (a sus pies) en el Día Internacional contra la homofobia, la transfobia y la bifobia, una de las prioridades, las fachadas, de esta política exterior.
Fachadas
Tiernamente adorables
el blog de Mario de las Heras