A lo mejor es verdad que Vox llega para disminuir las libertades de algunos. Por eso no me sorprende que no se pare de decir cosas tremendas de ellos de una forma desaforada, como si algunos estuvieran verdaderamente asustados. Hay mucha gente que no goza de esas libertades que podrían ser disminuidas, aunque yo aquí las voy a llamar privilegios, los mismos con los que Pablo Iglesias, por ejemplo, dijo querer acabar. Lo bueno y lo malo del populismo es que se le puede achacar todo, y a veces hasta con razón.
Yo me acuerdo del Vox que no calaba en los electores, ni siquiera en los que hoy quieren destruirlo de manera interesada o burdamente falaz. Ese Vox no llamaba la atención. A diferencia de Podemos, con el que se le compara para borrar incógnitas como ecuaciones, Vox era un partido que hablaba bajo. Podemos era el comunismo gritón y perfumado. Era delirantemente el perfume del Chávez de Venezuela. Era como esa invasiva colonia Fahrenheit que se ponían todos mis amigos en la universidad para salir por la noche.
Podemos llegó cabalgando sobre el populismo y se suavizó al calor de las confortables y potentes calefacciones institucionales para extenderse, normalizarse y destruir lo que quedara de la democracia española. Vox nació sin voz y se ha tenido que “populizar” para establecerse, un poco a la desesperada, a lo espontáneo, a lo maletilla después de tantos años de fracasos, al contrario que Podemos que siempre contó con importantes apoderados.
La diferencia fundamental entre Vox y Podemos es que los primeros dicen cosas que mucha gente piensa y de las que no se atreve a hablar en una sociedad que tiende a la prohibición selectiva (de seleccionar o de señalar, como la cadena del apoderado Ferreras en Marinaleda); y los segundos les dicen a los demás lo que tienen que pensar (son la mismísima prohibición selectiva y renormativizadora), y con ello precensuran todas esas cosas que viene a decir, por ejemplo, Vox, que se rebela como un niño, y eso siempre es emocionante.
Es como una dictadura psicológica, pero real, a la que quieren llamar la única democracia. Podemos es la precensura (como los precrimen de Philip K. Dick: aceleramos hacia la distopía) que viene a superar la suave censura política y mediática socialdemócrata que nos conduce como si nos pusieran a todos aquella colonia Fahrenheit que hacía creer a todos mis amigos que ese olor como a ginebrita sevillana los hacía guapos e irresistibles.