El Papa ha dejado atrás Beirut después de tres días de visita y un discurso tan bello como irreal en el que Benedicto XVI pedía a los jóvenes de Oriente Medio que no dejaran sus países a pesar de las guerras y la presión de los más extremistas, en el que afirmaba que cristianos y musulmanes podían unirse y vivir en paz poniendo fin a la violencia, superando las luchas entre facciones y diferentes grupos religiosos, trabajando hombro con hombro en busca del esquivo futuro. Hablando como si los cristianos de Siria, Irak, del Líbano… no hubieran tenido que abandonar su milenaria tierra en los últimos años, como si los palestinos de Sabra y Shatila no yacieran enterrados bajo un vertedero, como si los musulmanes no repararan en el incondicional apoyo de Estados Unidos a Israel haga lo que haga, como si no reconocieran la hipocresía y falsa moralidad de los gobiernos y sociedades occidentales, como si los despreciables árabes no conocieran la democracia hasta que se la dimos nosotros, como si no se hubieran dado cuenta de que unos terribles déspotas los gobernaban hasta que la OTAN, Arabia Saudí y un negro americano los hicieron “libres”, como si los muertos árabes a manos de otros árabes le importasen a alguien, como si una profunda cicatriz no horadara el mundo desde Afganistán hasta Siria, como si ser árabe hoy en día no fuese una mierda…
En una extraña combinación, la voz nasal y melancólica de Fairuz comienza a sonar por todo Beirut a las siete de la mañana precediendo la misa del Papa. Aunque siempre la han adorado, Fairuz, la auténtica y única diva del país, se negó a cantar para los libaneses durante su guerra civil de 1975 a 1990 mientras no terminara la contienda. Una de sus antiguas canciones de 1978 llamada “Ya hawa Beirut” dice algo así: Ellos bloquearon las calles, plantaron los cañones y minaron las plazas, ¿dónde estás mi amor? Echamos de menos los días felices en los que nos quedábamos hasta tarde en las calles, echamos de menos los largos paseos y las reuniones en los viejos restaurantes, oh amor de Beirut, oh amor de esos días, regresa Beirut y esos días volverán…
El Papa, tan achacoso como la propia Fairuz, nunca podría entonar una de esas canciones… Su mensaje de esperanza, de pertenecer a algún mundo, no sería a este…