Descarto la «hora crepuscular» de la escena primera. Quizá como en la cuarta, «de tarde en tarde, el asfalto sonoro». Y al estilo de la sexta, «en la sombra, se mueve el bulto de un hombre». Me quedo con «el cielo raro y remoto» de la décima y le añado, de la siguiente, «las tapias de un convento». «Entre traspiés y traspiés, da la pelma», como en la última. Ha querido la casualidad que acabara de cerrar Luces de bohemia cuando Pablo me envió la fotografía. Y quise hablar de fantoches, aunque este no fuera el Callejón del Gato. Tenía pendiente su lectura. Hace algunos meses pasé por el cementerio compostelano de Boisaca y la tosca lápida de Valle-Inclán. Un buen lugar para quitarse el cráneo. En la rúa do Hórreo, la del Parlamento de Galicia, a veces creo guipar un esperpento pese a la inmensa claridad de sus hechuras. Y quizá la concavidad del espejo esté deformando a quien menos se intuía. Se habla de parné entre carcundas, señás, gachís y por qué no panolis. Mucho guasíbilis en gallego sin jerga madrileña.