Yo sabía que tarde o temprano tenía que llegar. He sido desenmascarado. ¡Soy un fascista! Lo dice Rafael Reig en su página del ABC Cultural. Pero no crean que me enfado, no, no. Que le dediquen a uno una página entera es todo un honor. Aunque sea para insultarle. Aunque sea para llamarle fascista.
Recuerdo que hace unos años (los ochenta serían), un amigo me pidió que le recomendara dos novelas para leer, dos que a mí me gustaran mucho. Yo le recomendé La insoportable levedad del ser de Milan Kundera y Pálido fuego de Nabokov. Unos días más tarde volví a encontrarme con él, y vi que me miraba con gesto raro. Descompuesto, demudado, casi no se atrevía a mirarme a los ojos. «Aquellos libros que me recomendaste el otro día», me dijo mi amigo, «¡me han dicho que son de dos autores fascistas!»
Milan Kundera y Nabokov, dos fascistas. Y ¿qué decir de Jorge Luis Borges? Por aquella época todo el mundo sabía que Borges era un fascista. ¿Por qué? Porque no era peronista. Pero ¿no era Perón el que era fascistoide? No, no, nos decían nuestros amigos argentinos, acá no comprenden el peronismo. Qué lío.
Cuando yo era niño me gustaba mucho El principito. Claro que se decía por ahí que era un libro fascista. Es curioso, porque Saint-Exupéry se destacó precisamente por la lucha contra el fascismo. Pero a pesar de todo había escrito un libro fascista.
Cuando era niño también me gustaba mucho Walt Disney. Y también Walt Disney era fascista. Y Hergé, el autor de los libros de Tintín, otro fascista. Y los tebeos del Pato Donald, donde aparecía el personaje del tío Gilito, que tenía un edificio entero lleno de dinero. Ariel Dorfmann escribió un libro donde denunciaba estos tebeos y demostraba que eran claramente fascistas.
Ya vamos viendo, más o menos, cómo funciona esto del fascismo. «Fascista» significa todo aquello que tiene que ver con la fantasía o la imaginación. Es decir, que fascista es todo aquello que se sale de la estricta ortodoxia del materialismo histórico. Si no eres marxista, eres fascista.
La música de Respighi es fascista. ¿Por qué? Porque es tonal y está en Do mayor. Do mayor = fascista. Atonal = antifascista (aunque Weber era verdaderamente fascista, un hecho del que jamás se habla porque Weber es el máximo campeón del atonalismo).
Carl Gustav Jung, por ejemplo, estudioso de la imaginación, del alma y del subconsciente colectivo: un nazi. Pero ¿cuándo fue nazi Jung, qué texto escribió que fuera nazi? Lean «Wotan» o el texto de su seminario sobre Así hablaba Zaratustra. Jung no sólo no era nazi, sino que supo ver muy bien y muy pronto lo que era el nazismo. A pesar de todo, personas supuestamente inteligentes e informadas siguen hoy en día calificándole de nazi.
Las conferencias Eranos, creadas por Jung, y a las que asistían eruditos como Mircea Eliade, James Hillman, Joseph Campbell, Paul Ricoeur, Henry Corbin, también han sido acusadas de fascismo. Los que hablan del «alma» de los ángeles, de los mitos = fascistas.
«Nazi» o «fascista» es todo aquello que habla de la imaginación o de la belleza, de la magia o de los sueños, de las leyendas o los mitos. ¡Qué fácil es ser fascista! Cuando uno cuenta un cuento de hadas a un niño, ya es fascista.
Lean Minima moralia de Adorno, por ejemplo, un librito divertidísimo en el que Adorno acusa de fascismo a las cosas más disparatadas. La opereta es fascista. Los cuentos de hadas son fascistas. El cine, fascista. El jazz, fascista. El subconsciente, fascista. El ocultismo, fascista (la lógica es aquí implacable: como ciertos nazis fueron ocultistas, de esto se deduce que todos los ocultistas son nazis). La felicidad, fascista. Hasta los dinosaurios, según Adorno, son fascistas. Qué hombre este.
Tengo un amigo que dice (en serio) que la felicidad es fascista. Como el Do Mayor de Respighi. Como Adorno, que escribe: «del culto a la felicidad a los mataderos humanos sólo hay un paso.» ¿No estaría Adorno mal de la cabeza?
Hasta hace poco, amar la naturaleza era considerado fascista, así como defender la salud, y las personas de izquierdas se definían por su desprecio a la naturaleza y su amor al tabaco, el alcohol y la vida disoluta. Ahora las cosas van cambiando un poco, quisiéramos creer, porque el ser humano va siendo un poco menos imbécil cada vez.
También la música clásica y la música en general ha sido siempre sospechosa de fascismo para los integristas. Hay que tener en cuenta que la música no puede traducirse, no tiene mensaje, y por tanto no tiene ideología, y por lo tanto es ahistórica, y todo lo que es ahistórico (como los árboles, las margaritas o los oceános) es potencialmente fascista. Se tolera el jazz (menos Adorno, claro) porque es música de los negros, que son una raza explotada. Y también la canción protesta, porque musicalmente no vale nada pero tiene MENSAJE.
De modo que fascista es el océano, las estrellas, los ángeles, el cielo, la salud, la felicidad, el nacimiento de Afrodita de la espuma, Blancanieves, la música, el solo de corno inglés del Tristán, la salud, los árboles, El principito, los tebeos del Pato Donald, Walt Disney, la nieve, el Tiempo, el Espacio, los dinosaurios, las mariposas y Andrés Ibáñez. Ahí lo tienen.