1.
Aun recuerdo la cara de espanto (me la imagino por el súbito tono seco de la voz) de la madre de mi hija cuando ésta le propuso –por teléfono, hace ya unos días- que nos fuéramos los cuatro de vacaciones (mi hija, su madre, el novio de la madre y yo). Mi hija quería que yo participase con ella de lo que hacía con su madre (cosa que, por otra parte, hipotetizo, a todos los padres nos gustaría conocer de primera mano, pero qué se le va a hacer). La idea de la peque es típica de los hijxs de padres separados, y tiene una doble implicación (bastante lógica, por otra parte): de un lado participa de la ilusión de que el divorcio no es algo irreversible y, lo más importante, deja patente la necesidad de mantener una continuidad cognitiva.
En un reciente perfil para el NyTimes sobre G.P. (Gwyneth Paltrow), la periodista Taffy Brodesser-Akner comenta cómo Chris Martin se pasea tranquilamente por la casa de GP (según parece viene a darles clases de música a sus dos hijos) en tanto que G.P y su prometido, el productor de televisión Brad Falchuck, andan felices compartiendo techo y arrumacos. Se ha de hacer notar que la Paltrow y Martin, hace ya casi cuatro años, realizaron un comunicado en la web de la actriz sobre su “desparejamiento consciente”, basado en el respeto y el amor. Algo así como “nos queremos mucho, pero somos incapaces de gestionar la relación”. Igualmente, G.P. se ha arrepentido públicamente de haberse separado, dándose cuenta de que esto no era lo mejor para los hijos (así lo dijo, textualmente) y quizá ahí pueda encontrarse la culpabilidad implícita que subyace al hecho de que el año pasado se fueron juntos de vacaciones (la Paltrow y Martin con los hijos). G.P., además, suele decir que quiere a Martin “como un hermano” y en alguna ocasión ha señalado a Martin como el salvavidas necesario tras la muerte de su padre. Asimismo ha declarado la actriz que «soy buena amiga, hija y hermana, pero no logro ser así en el aspecto romántico».
A mí esto, más que beneficioso, me parece iluso –si me apuras, incluso contraproducente-. En el sentido de que les hace creer a los hijos que se vive en una ilusión de continuidad que no es tan higiénica como pareciera. Los padres son padres, no colegas, ni hermanos, ni primos. Son padres.
Uno de los consejos que dan los psicólogos para estos casos (en los que se ha de organizar de manera práctica una ruptura en la que hay hijos) es que uno se debe alejar de la perfección, ya que nunca serás capaz de realizar la tarea como padre/madre de manera óptima ni perfecta. El lema es: trata de hacerlo mejor mañana. Ya digo: no somos perfectos (ni lo seremos nunca). Así que mejor disfruta del presente, del tiempo que te sea concendido y condúcete de la mejor y más decorosa forma y amable posible. Haz de ello virtud, pero no lección. No trates de fingir que no ha pasado nada, porque ha pasado. Y es mejor que las cosas queden lo más claras posible.
Es cierto también, sin embargo, que los psicólogos recomiendan que, tras una separación, al menos durante las primeras vacaciones, se tenga presente al/la ex en las mismas. Ello no significa una actuación presencial, sino que sencillamente significa mantener al tanto de los progresos del niño/a a la otra parte. Cosa, por otra parte, en extremo necesaria. Imprescindible.
No obstante, entre la nada y el hacer como que todo es perfecto hay un largo trecho.
2.
He aquí el quid de la cuestión: que una cosa es la proyección idílica –y hacia el exterior- de las cosas y otra bien distinta su verdadera naturaleza. Porque, como se sabe, la imagen que construyen los niños de sí mismos y de los demás proviene de la manera en la que se relacionan sus padres (y los niños necesitan reglas claras, una jerarquía entendible, que les ayude en el futuro). Y esto tanto Chris como G.P. (más G. P. que Chris, sospecho) lo saben, lo intuyen (o les sirve meramente para publicitarlo en Instagram).
Y es que, menos que a familia moderna, a mí me suena todo esto a una más de la excentricidades de la Paltrow en aras de mantener su marca personal, ese estilo de vida que emana de su persona y sirve para vender los productos aspiracionales de la marca Goop. De cualquier forma, hay un detalle que no se ha de pasar por alto, y es que nos contaba Vanity Fair hace poco que, “tan buena consideración se tienen que incluso se han pedido la opinión de sus respectivas parejas actuales con el fin de mantener la paz en la familia”.
Ejem. ¿Qué tal que uno de los dos, por la razón que fuese, hubiese censurado la relación del otro?
A mí me ha hecho acordarme de aquellos versos de Paul Valery: “nada iguala las flores que regaláis al mundo, / pero os tiemblan de frío los pies en lo profundo”.
3.
Han pasado los días y, como era lógico –y saludable-, se ha olvidado la peque del asunto de las vacaciones conjuntas. Sí que me ha contado esta mañana –por teléfono- que se va a Calafell, a pasar unos días con su madre y el novio de su madre. A un hotel.
El otro día se le cayó un diente (solo he podido ver la foto, no a ella) y ahora, aquí, sobre su cama, le aguarda un obsequio que le trajo el Ratoncito Pérez.
No podrá verlo hasta el comienzo del mes de septiembre y, como que estas cosas me ponen triste (no la idea de no poder ir Felices los cuatro a pasar unos días en los mares que acunaron los versos de Carlos Barral, válgame Dios; sino sentir la presencia de la niña, como ese pie guilleniano que «siente la integridad del planeta»), pues me he entretenido un poco leyendo poesía, para sacarme la melancolía, para matar el tiempo y he encontrado algo en Fuera de mí (Visor, 2015), del escritor valenciano Carlos Marzal que me ha hecho gracia. Escribe: “no hay nada de lo humano / que no aguarde su oda, / ni nada ajeno que no guarde su himno”.
Y así, me he dicho: «no hay nada del sentimentalismo que no guarde su ridículo espantoso».
Y me dado a escribir este post, como para soliviantar levemente el áspero sabor de la sal en la boca.