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Mientras tanto¡Feliz año!

¡Feliz año!


 

Voy a saltarme la fase previa y la más importante de componer y arreglar las canciones. Ese trabajo duro y solitario en el que te enfrentas a melodías y letras todavía desconocidas.

 

Por delante, cinco días de ensayos. Empiezan los gastos. Un local para ensayar, seis músicos fijos en la banda, de la mañana a la noche, y otros cuantos que entran y salen para preparar el tema que les corresponde en el concierto que se está preparando, de donde saldrá el disco en directo que prepara David Villanueva y que se titulará “Esclavos del agua”.

 

Superados los ensayos, llegan los dos días de conciertos. El lugar elegido, tras meses de persecución para conseguirlo, es la nave 1 del Matadero. Ideal para hacer un concierto o, incluso, para vivir. En el escenario un piano de cola, una alfombra, un baúl, un sillón modelos chester, algunos libros… Alguien se ha ocupado de crear un ambiente especial.

 

Óscar y Jorge son los encargados del sonido y de la grabación y Paula se encarga de la producción y la regiduría. Cada vez hay más personas implicadas en el proyecto.

 

Cada invitado tiene su camerino con algo de bebida; un lugar donde estar tranquilo hasta que llegue su turno.

 

La banda está desde por la mañana probando sonido y grabando tomas para tener dónde elegir. Los invitados empiezan a llegar a partir de las 5.00 de la tarde para hacer su correspondiente prueba y grabación. Y así llegamos hasta la hora del concierto con la tranquilidad de que, seguramente, el disco ya estaba grabado. Pero no el DVD.

 

A las 10.00 en punto, empieza el concierto con la banda titular; sin invitados. Las gradas están llenas de público y en el escenario empieza el espectáculo. Cinco cámaras cubren y registran todo lo que allí va a ocurrir. Empieza el carrusel de invitados. Primero Luis Eduardo Aute, de cuyo cuerpo no esperaba que saliese aquella voz, acompañado en el bajo eléctrico por Marco Rossa, exbajista de Zombies, Almodóvar o Antonio Vega; después Santiago Auserón (Juan Perro), enérgico tanto en su canto como en sus gestos; a continuación Juan Carlos Mestre, Premio Nacional de Poesía en 2009, con una actuación tan especial que merece su propia entrada en el blog; y para terminar, Greenwich Village, la pincelada rockera de la noche.

 

Y así pasó. Mientras un año moría, una obra estaba naciendo. El ciclo de la vida. En algún momento de 2014, todo el esfuerzo, la energía y el talento de tanta gente se habrá convertido en un disco, ¿y después qué? Probablemente nada…

 

@Estivigon

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