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Feminismo(s)

 

La filósofa Amelia Valcárcel asegura que el feminismo fue el hijo no deseado de la Ilustración. Nuestra realidad política y social debe mucho a este movimiento, plural y múltiple – de hecho, quizá, deberíamos referirnos en plural a los movimientos feministas-, que desde el siglo XVIII ha tenido que soportar sobre sus espaldas numerosos prejuicios y ha necesitado escaparse de las diversas trabas que se han encontrado. Con todo, en cualquier sociedad democrática la igualdad es aceptada, aunque algunos problemas siguen estando presentes. Por todo ello, no cabe duda, el futuro todavía deparará nuevos retos al feminismo. Desgraciadamente, y más allá del burdo antifeminismo que pervive, algunos radicales posicionamientos feministas, que tampoco se deben obviar, han hecho que no siempre se considere objetivamente los logros y consecuciones de aquellas mujeres – porque casi siempre ha sido un movimiento femenino-, que intentaron conquistar la igualdad.

 

A todo ello se enfrenta en su particular recorrido por la Historia del feminismo (Libros de la Catarata), el catedrático de HistoriaContemporánea de la Universidad de Castilla- La Mancha Juan Sisinio Pérez Garzón – quien, además de sus investigaciones sobre el siglo XIX español, nos tenía acostumbrados últimamente a polémicos trabajos sobre nacionalismo y memoria histórica. Lo primero que intenta es aclarar su definición de feminismo: “un movimiento de transformación sociopolítica y cultural que promueve el cumplimiento efectivo del principio de igualdad de todas las personas”. Para Pérez Garzón, por tanto, se puede ser feminista o no serlo, pero nunca se puede ser solo un poquito o a medias, en lo que forma parte de su defensa de la movilización feminista. En cualquier caso, vuelvo a repetir que considero que algunas propuestas de ciertos grupos feministas pueden no ser asumidas por todo el mundo. Y no podía ser de otra forma cuando las proposiciones de algunos de estos grupos se asientan en lecturas de la realidad (posmodernas, psicoanalistas, etc.) que son bastante discutibles y dudosas. Probablemente aquí el desencuentro no esté en la igualdad, sino en otras cuestiones.

 

Dejando de lado estas discrepancias, a lo largo de las doscientas cincuenta páginas de esta obra se ofrece un condensado y rico repaso del camino recorrido por los dos últimos siglos en los que el feminismo ha intentado profundizar en la democracia y la igualdad. La gran mayoría de los especialistas de este movimiento destacan tres olas diferenciadas, que tienen su propio eco en la estructura de este trabajo, mientras se van desgranando las pervivencias y transformaciones del movimiento. De esta forma, y en primer lugar, nos encontraríamos con un periodo que se inicia con las reflexiones de personajes femeninos muy influidos por el modelo ilustrado, como Mary Wollstonecraft u Olimpia de Gouges, y que desembocarán con el paso del tiempo en la lucha sufragista, que buscaba el reformismo a través de la equiparación legal y jurídica. En los años sesenta, se produce una segunda ola feminista, que tiene como protagonistas un slogan: “lo personal es político” y que tuvo como eje central las propuestas intelectuales sobre el género y la sexualidad. Y, por último, a finales del siglo pasado surgía la tercera ola en defensa de un feminismo de la diferencia, que en estos momentos defiende las particularidades propias de la mujer.

 

Como destaca Pérez Garzón al final de esta Historia del feminismo, hay que tener en cuenta que es un movimiento que no ha muerto. Dos terceras partes de las mujeres de nuestro planeta aún se encuentran viviendo en situaciones lamentables sin lograr ser consideradas ciudadanas de pleno derecho. Asimismo, en la otra parte el maltrato sigue alimentando trágicas estadísticas. Los libros de historia no están para descifrar el horizonte, pero sí para conocer lo que nos antecedió. Un buen inicio podría ser la lectura de esta investigación.

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