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Mientras tantoFeria y horror

Feria y horror


 

Intento no cruzarme con Juan Cruz. Cada vez que leo algo suyo en ‘El País‘ es para contar el día en que conoció a la persona que acaba de fallecer. Da mala espina. La megafonía lo anuncia en la caseta 202, donde firma ‘Libros de fútbol’.

 

Una voz metálica, la de la megafonía, que avisa de que Isabel Sartorius anda por allí. No está sola; también Ana Obregón está dispuesta a compartir la mañana del domingo con todos sus lectores. Tiempos lejanos aquellos en que solo unos pocos estaban al alcance de los libros sagrados. Hoy cualquiera se hace una foto con la mano en la barbilla. Ana Obregón aparece en la cubierta de su libro de memorias (!) con un pájaro en la mano.

 

Dice -no he leído su libro, me he documentado. Lo prometo- que el príncipe Alberto de Mónaco logró cautivarla. «Nos besamos. Nunca había besado a un príncipe y esperé unos segundos por si el cuento sucedía al revés, como siempre me ocurría en el amor, y este se me convertía en rana, pero no, mantuvo su forma humana y sus labios. ¡Menos Mal!». Lástima que no desapareciera ella del mapa.

 

 

Intento no pensar más de lo necesario en Ana Obregón cuando veo a Miguel Ángel Revilla. Ni la Feria del Libro respetan los políticos. Unas ediciones atrás me crucé con Llamazares caminando. Iba acompañado de, supongo, su esposa. El hombre paseaba, entre libros, me pareció simpático. Me sorprende ver a Revilla al otro lado, en un lugar reservado a escritores. Me sorprende tanto como ver a escritores en el Parlamento: todavía no me he acostumbrado a la Irene Lozano de UPyD.

 

Más adelante es Tomás Roncero quien exhibe con orgullo su ‘Hala Madrid’. Su libro. No sé qué pretende contar en él ni me importa. Oigo que Leopoldo Abadía espera a sus sufridos seguidores en la caseta 107. El suyo es un buen ejemplo de cómo hacerse de oro con la crisis. Dices que eres economista, sales en la televisión y el negocio está asegurado. La feria se comienza a parecer más a las de los pueblos, con sus tómbolas y sus ‘perritos pilotos’.

 

 

La lista del horror continúa: Nancho Novo, Ana García Siñeriz, Juan José MillásPedro J. Ramírez, capaz de escribir unas cartas brillantes los domingos y de hacer un periódico explosivo al mismo tiempo, también suena por la megafonía. Cuando presentó en septiembre su libro logró juntar a José Luis Rodríguez Zapatero y Mariano Rajoy. «Pedro J. Ramírez firma ‘El primer naufragio’ en la caseta 316», se escucha.

 

Todo merece la pena cuando veo desde lejos a Javier Marías. Siempre que voy a la Feria del Libro es por él. No es solo el mejor escritor español del momento, estoy convencido de que ‘Tu rostro mañana’ será pronto un clásico. Cuando le den el Nobel de Literatura, quizá. Hoy llevo tres novelas suyas aún sin firmar entre manos; ‘Los dominios del lobo’ y ‘Los enamoramientos’ son dos de ellas. Me dedica la primera, «una novela de casi niñez: benevolencia». En ‘Los enamoramientos’ me desea que conserve los míos. «Si buenos, claro». Eso está hecho.

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