Iba a hablar del clásico, pero hay otros clásicos en juego. Primero, Don Rafael, Nacional de las Letras y único intelectual de estos pagos, aunque a su cayado le repugne la idea, que me provoca una sonrisa, una inquietud, una lectura.
Segundo, Antonio Cassano, que acaba de sentar las bases de un nuevo orden posmoderno con una impagable declaración de intenciones: «He escrito más libros de los que he leído». El velazqueño jugador, actualmente en la Sampdoria, pertenece a la escuela meridional de la filosofía y, miren ustedes por dónde, encarna a la perfección la figura del «guappo» napolitano, ese niño de la calle que se busca la vida en enredos de poca monta lo mismo que hace en el área ante las defensas rivales. Se crió entre los puestos del mercado de Piazza Ferrarese en la capital de la Puglia y esa conciencia de vendedor ambulante no se olvida.
Don Rafael acaba de declarar que ya no se dedica a la linguistica porque no hay anfetaminas en las boticas del Reino y convenimos con él que es una pena porque a todos los aficionados a la lengua nos marcó de una forma u otra la dexidrina, aquella punta de aceleración en el verso libre que nos hacía por un momento pensar que estábamos a un palmo del Aullido, de Ginsberg, aunque Don Rafael la utilizara en favor de la etimología y de los isótopos, cuando no, en compañía del latinista Agustín García Calvo, para ver el Descendimiento, de Van der Weyden (no es un futbolista) en las manchas de la pared de su apartamento.
Cassano, el isótopo de Ferlosio, se permite como Marco Aurelio alguna enseñanza para los moralistas: «Controla tus impulsos. Haz como yo. Antes de tomar una decisión cuenta por lo menos hasta uno». Don Rafael Sánchez-Ferlosio, pese a las anfetaminas, es de destilación lenta, un pensador, que encuentra tesoros en el basurero de la lengua y arrastra sus pantuflas por los desvanes de la memoria. Con el premio arreglará las goteras al caserón familiar de Coria mientras va fraguando su próxima diatriba contra el deporte.
Iba a hablar del clásico, pero se lo de dejo a Marías y a Vila-Matas, felices de ser de esos intelectuales que sienten los colores del circo. Me quedo con Cassano que habla de su propio nacimiento como el de un Dios pagano: «Nací el mismo día que Italia ganó el Mundial de España, en Bari todos los doctores estaban borrachos, imagínense cómo he venido al mundo».
Volveremos al baile con más parejas en danza. Y en algún momento explicaremos por qué Chygrynsky es una reencarnación del Gran Lebowsky.