(Leer la primera parte aquí y la segunda aquí.)
Público agolpado a la puerta del Corral cruzando los dedos para que no llueva más
Sí, llovió. De una forma bestial. La tercera semana del Festival Internacional de Teatro Clásico de Almagro 2017 comenzó un lunes, temprano, con las terrazas de la plaza colocando sus mesas ordenadamente para recibir a los que decidieran desayunar a hora de artista (a partir de las 13h.). Pero se fue nublando poco a poco y quizá se presagiaban unas gotas, pero realmente cayeron unas gotas muy gordas… Esa tarde se iban a celebrar dos actos al aire libre, uno de ellos un homenaje a “tres gigantes de nuestra escena clásica”, como afirmó la señora Pimenta. Estos gigantes eran Pepa Pedroche, Joaquín Notario y Arturo Querejeta. Yo al oír lo de gigantes, me entraron unas ganas locas de ir. Bueno, realmente voy a todo, porque soy un perro muy curioso. El acto se iba a celebrar en el Corral de Comedias a las 20’30h. La lluvia comenzó hacia las 18h., y cayó mucha agua hasta las 19’30h. Yo soy un perro que se asusta del agua… Venga, lo reconozco, no sé nadar; pero guardadme el secreto. Así que hasta las 19.50h. no salí de mi escondrijo. El agua había sido tanta que algunas calles estaban inundadas y en los cruces había verdaderos remolinos cuyo centro era una alcantarilla… ¿Creéis que se suspendió el homenaje o que hubo que buscar un lugar alternativo? Pues no. Lo que hicieron los trabajadores del Festival fue correr de un lado a otro, bajo la lluvia o sobe los charcos, pero no se suspendió. Como son muy previsores, seguro que tenían pensado un lugar alternativo en caso de hecatombe atmosférica, pero no fue necesario porque las nubes cesaron de escupir gotas, y el homenaje comenzó algo tarde, y bajo un cielo negrísimo, pero en el Corral. Y claro, allí estaba yo agazapado, dispuesto a utilizar el Método Torres. Esto era lo que veía desde mi escondite:
Otro ejemplo más del Método Torres, para observar sin ser visto
Aquí me escondí
La maestra de ceremonias, Natalia Menéndez, presentó la gala y fue interrumpida en varias ocasiones por un gracioso actor-mago-performer-ventrílocuo inclasificable que fue muy elogiado después por la noche en la plaza. Aquí Jaime Figueroa, el inclasificable, junto a una calavera que hablaba de forma misteriosa:
Inclasificable y calavera
Los invitados que elogiaron a los homenajeados fueron las señoras Pimenta y los señores Meseguer, Barroso, Hipólito y Vasco, así como (en apariciones estelares en vídeo) camareros, limpiadores, maquilladores, etc., en distintos lugares de Almagro, y políticos variados que dijeron sus frases habituales. Tras todo ello, de repente, Pepa Pedroche cogió el micrófono y en su discurso de agradecimiento entonó una canción y nos cautivó a todos. Yo estiré mis orejas de dálmata, y debido al sueño, y a que cuando escucho un arrullo de este tipo suelo caer frito, me dormí. Sí, me dormí. Y no me enteré del final del acto. Soy un perro ya cansado y mayor, la razón tienes si lo estás pensando ahora mismo…
Resulta que tras el homenaje empezaba en la plaza la proyección de un documental titulado Almagro, puro teatro, de Castilla La Mancha Media, escrito y dirigido por Ángeles Sánchez-Infantes Torres, quien lleva visitando y cubriendo el Festival para televisión muchos años. Yo estaba dormido en el Corral, como supongo que sabréis si habéis seguido hasta aquí mis aventuras. Pero quería ver el documental. Eso de que haya algo y yo no esté me incomoda. Fuera, en la plaza, sonaba ya el principio del documental, y me desperté con las primeras voces… Me di cuenta de repente de dónde estaba… ¿Me iba a quedar yo dentro del Corral sin ver el documental? ¿Qué dices? ¡Ni hablar! En el Corral ya estaban recogiendo, y no había dentro más que los acomodadores y un jefazo, un joven delgado de pelo rizado (creo que es un jefazo porque lo encuentro siempre en todos los espacios de Almagro cada vez que algo va a comenzar, con pose imperativa). Estaba este jefazo apostado frente a la puerta entornada. Al otro lado de la puerta, la plaza y el documental. Me puse frente a él. Me miró con cara de “qué narices hace aquí un perro tan feo”. Yo le miré con cara de “de feo nada, majete”, y de “qué narices haces en medio de la puerta, quítate y déjame pasar ipsofacto”. El duelo de miradas duró unas décimas de segundo más… Entonces yo me acerqué sigilosamente. Él se puso en guardia… Vi un folleto en suelo, al lado de su pie… Corrí hacia el folleto y lo mordisqueé… No, no como folletos, era una táctica, ¿qué pensabas? Él se acercó a quitarme el folleto o a darme una patada, no pude comprobar sus intenciones, porque en cuanto se movió unos centímetros de la puerta, me escabullí hacia la plaza. Le dejé el folleto mordisqueado dentro, en el suelo; lo siento, pero no tenía otra opción. Por favor, si me lees, jefazo, perdóname por haberte dejado ahí un papelajo lleno de babas…
El documental ilustró todos los 40 años de Festival y estuve muy contento de haberlo visto, pero algo empezó a cambiar de rumbo cuando de repente frente a mí, tras los títulos e crédito, en el suelo, encontré otro montón de servilletas escritas. ¿Otra vez? ¿Quién había dejado eso ahí sin que me diera cuenta? Sin duda se trataba de alguien que había estado dentro del homenaje en el Corral, pues lo que había escrito en esas servilletas eran frases que ya había escuchado ahí dentro. Y ahora me pregunto, ¿este tipo o tipa que va dejando servilletas al alcance de mis zarpas sabe que yo las publico aquí?
Continuará…
@nico_guau
