LO QUE NO VES, NO TE PUEDE HACER DAÑO.
Cinco películas que hubiésemos querido ver y que no vimos. The Innocents, Barbarque, Censor, The Execution, Coming Home in the Dark.
El Cine de las Sábanas Blancas
Cuando era niño, a Espectador su abuela lo torturaba cada noche: “es la hora de ir al cine” “¿al cine, abuela?” “es la hora de ir al Cine de las Sábanas Blancas”. Y su abuela lo metía en la cama. Con la luz apagada, debajo de las mantas, Espectador aguzaba el oído. Espectador estaba convencido de que la noche anula las distancias. Verla, va a ser que no. Escucharla, sí. De entonces le viene a Espectador el hábito de proyectarse en las películas. De noche. Con los ojos cerrados. Un recurso que lo consuela de su credulidad. Seguramente fruto de su sentido innato de justicia. Que le ahorra asumir la evidencia de que su abuela lo engañó toda su infancia. Un favor que le hizo, visto con perspectiva. Y que lo impulsa a remediar el mal allí donde se encuentre. A no aceptarlo. A hacer algo al respecto “¡No se puede cerrar esta edición de Sitges sin mencionar The Innocents, Barbarque, Censor, The Execution y Coming Home in the Dark!” “¿Tú crees?” “Creo”.
Creer lo que no vimos. Espectador es el Justiciero Enmascarado.
Eloise. Tino Casal
Eloise, no mejor: despojada de todo lo que no sea puro nervio y a la brava. En 1987 Tino Casal quiso hacerle justicia a Barry Ryan. Eloise, que apenas suena en Last Night in Soho, Sitges, 2021; que suena, pero sin su parte más lenta, en la versión de Barry Ryan de 1991 para la ZDF; y que con Tino Casal, amor y purpurina, estalla, entera, con la fuerza de una noche de vino espumoso y de confetti. Habida cuenta que la versión de Tino Casal se graba cuatro años antes que la de Barry Ryan en la ZDF y veinticuatro años antes de su inclusión en Last Night in Soho, Tino Casal es un anticipador: remedia la injusticia antes de que suceda. Suele hacerse al contrario. Cuando ya ha sucedido y te quema que haya pasado así. Quentin Tarantino. Inglorious Basterds. Más allá y más cerca y más sentido, la venganza contra Bruce Lee, enfrentado a los americanos; la venganza contra las mujeres que te hurtan el espacio; la venganza contra la gente melenuda, tú que no tienes pelo; la venganza contra Charles Manson: Érase una vez en Hollywood.
Once Upon A Time in Hollywood. Quentin Tarantino. 2019
También, en la literatura y en el cine, en el sentido opuesto, con Incidente en el puente sobre el Río del Búho, lo ocurrido se toma su revancha.
An Occurrence at Owl Creek Bridge. Robert Enrico. 1962
La mejor manera de no destripar una historia es contarla de principio a final.
CREER LO QUE NO VIMOS. Sitges 2021
The Innocents. Eskil Vogt. 2021
SINOPSIS FACILITADA POR EL FESTIVAL.
Ida, una niña de nueve años y su familia se instalan en un barrio de los suburbios de Oslo para pasar el verano, Con su hermana, la niña trata de adaptarse a su nuevo entorno y se hace amiga de otros dos niños. Lejos de los adultos, los cuatro amigos descubren que poseen poderes sorprendentes, y los empiezan a utilizar de forma inocente. La gran sensación de Cannes 2021 dentro del género de terror.
Como el amor que los animales te profesan, la inocencia del niño está en los ojos de sus padres. De los dueños del niño. El que los niños pertenezcan a los padres es lo que hace a los niños adorables. Imagínese a un niño que contesta. Que dice que, parecerse a ti, ¿de dónde? y, ¿obedecerte?, menos. La niña o el niño se rebelan y ya no son el ojito derecho de sus dueños. A menos que sean ellos los que manden y, papases y mamasas embobados, los términos se invierten. Hasta entonces, en la vida real y ordenada según la tradición, hay niños, tomen nota, hay niños que no obedecen, que exigen, lloran, gritan, que se pillan rabietas, hay niños que no callan cuando hablan las personas mayores. Esos mismo pasa con las mascotas. “¡Ven, Alberto!” y Alberto, el perro, se aleja, ladra, o muerde. O maúlla Alberto. Responde en otro idioma. Se insubordina Alberto. Imagínese a su gato, o a su perro, con superpoderes. A sus peces, dentro del acuario. A la tortuga. A la ratita blanca. Al mosquito, la polilla, las cucarachas. Con los niños, peor. El niño no sólo vive en casa: te conoce.
Barbaque. Some like it rare. Fabrice Éboué. 2021
SINOPSIS FACILITADA POR EL FESTIVAL.
Sophie y Vincent han dirigido una carnicería familiar durante más de diez años. Su pequeña empresa está al borde de la bancarrota y el matrimonio se está desmoronando. Todo parece perdido, cuando Vincent mata accidentalmente a un activista vegano. La única solución que se le ocurre a Vincent es deshacerse del cuerpo convirtiéndolo en jamón… que su esposa venderá sin darse cuenta.
En una sociedad moderna occidental el carnívoro es, por antonomasia, el consumidor de hierba reciclada. No come perro, lobo, tigre, sesos de mosquito, no come carne humana. Legalmente. No hay restaurantes para la antropofagia. Comemos vegetales. Así que no se entiende la supuesta superioridad moral de los vegetarianos, los veganos, si acaso los crudívoros (aunque ¿qué tiene que objetar el crudívoro al steak tartare o al sashimi? -otra cosa sería Andrei Chikatilo, si bien no desde el punto de vista de los animales-). Comer ciervo, o cordero, o vaca, es como comer verde, cocinado en el intermediario. Claro que alguien te puede dar gato por liebre. Se cuenta que en las afueras de Madrid había merenderos donde servían platos de conejo a precios populares, pero gatos no había. El hecho de que el usuario no apreciase diferencia alguna parece indicar que nos hallamos ante un prejuicio, que los cerdos, por ejemplo, no tienen. Y que la carne te la puedes procurar, más barata y con menos molestias, en tu casa.
Censor. Prano Bailey-Bond. 2021
SINOPSIS FACILITADA POR EL FESTIVAL.
Enid se toma su trabajo demasiado en serio: es censora de películas y a veces se pasa con el tijeretazo. Obsesionada por la desaparición de su hermana años atrás, su mundo se viene abajo cuando descubre que se ha producido un asesinato de manera muy similar a una escena que no censuró. Situada en la Inglaterra de Thacher. Censor se imbuye de una estética ochentera, a la vez que se interroga sobre los límites estéticos de la violencia.
Lo recoge, creen recordar, el Capitán Johnson, muy Daniel Defoe y mucho Daniel Defoe, en su Historia General de los robos y asesinatos de los más famosos piratas. El más encendido alegato a favor de la censura que conocen Espectador y quien escribe es el de Mary Read en el momento de su juicio ante el Almirantazgo. El magistrado, juguetón, ocurrente, se dirige a la mujer pirata en estos, o parecidos, términos, Espectador no tiene el libro aquí y quien escribe lo hace de memoria: “Señora Read: lleva usted años esquilmando los mares, robando, secuestrando, asesinando. Ahora está usted ante mí, enfrentada a la justicia de Su Majestad. ¿Qué piensa usted ahora de la horca?” Y Mary Read responde: “La horca es una gran cosa. De no ser por la horca, el mar se llenaría de cobardes y mi oficio sería imposible”.
Un azote y el niño ya no llora.
La censura, con el castigo que la sigue de cerca, se dirige a orientar las conciencias en la moral privada a través de lo público. A erradicar el mal. Mal que te pese. Por eso, allí donde hay censura, el mal no existe. Lo que hay que agradecer a las instituciones, sus normas y sus órganos de control y represión organizada. Eso era antes: la censura es el apéndice inútil, el rabo vergonzante, la muela del juicio en una sociedad que, hoy, ha crecido. Hoy, cada cual se censura a sí mismo y censura a los otros. Hoy la censura legalmente establecida no hace falta.
The Execution. Lado Kvataniya. 2021
SINOPSIS FACILITADA POR EL FESTIVAL.
Durante años las fuerzas especiales rusas han intentado detener al asesino en serie más más inteligente y buscado del país. Pero incluso cuando lo atrapan nadie puede demostrar su culpabilidad. A medida que se intensifica la persecución, la investigación se vuelve cada vez más personal entre el detective y el sospechoso. The Execution se inspira en el caso real de su asesino que, en plena era soviética, consiguió zafarse de la policía a lo largo de una década.
La oscuridad suele venir armada. Pasa también, por ejemplo, con Coming Home in the Dark, este año, en Sitges.
Coming Home in the Dark. James Ashcroft. 2021
SINOPSIS FACILITADA POR EL FESTIVAL.
En un instante, el paisaje neozelandés puede mutar de la calma a lo amenazante. Esto es lo que experimenta una familia, que de repente ve cómo dos tíos de lo más raros aparecen de la nada. Lo que iba a ser un relajante viaje se convierte en una pesadilla, y lo peor es que quizá no sean víctimas por azar, sino que su pasado puede tener algo que ver con lo que les está pasando.
El mal no escucha a la censura. Es un superpoder, el mal, que convierte a la persona en dueña de los otros. La oscuridad ayuda. La oscuridad, armada. Garras. Dientes. Cuchillos. La oscuridad, el mal, a nada se somete. Es un bosque profundo donde habita el daño y donde la verdad se manifiesta. La oscuridad no requiere doblez, como la luz, que llama a la apariencia. La oscuridad al mal le permite ser franco. Y aprende para el día, cuando asalten los remordimientos. El mal es fatalista. Es el Destino. Por ser, por exponerse, por estar en donde no debiera, porque algo habrá hecho antes y a la víctima la señala el pasado, la decisión errónea. El criminal sólo tala el árbol que le marcan.
¿Lo que no ves, no te puede hacer daño?
LA NOCHE SE SERENA
La noche es el tic tac invasivo, omnipresente, del despertador sobre el que, quien no puede dormir, precisamente a causa de ese ruido, compone música. Basta con concentrarse. La música se ajusta a esa medida. Es un metrónomo. Con un pequeño esfuerzo (el oído escucha lo que quiere escuchar, basta no oír, decidir no oír, uno o dos o los tres en tres de los latidos del reloj, no hacerles caso) se ralentiza o se acelera (un latido, o dos, o tres, añadidos entre un tic y un tac). Es muy sencillo. Usted no puede hacerlo. Porque los despertadores ya no suenan. Haber nacido antes. O cómprese un despertador como Dios manda. No una cosa electrónica. No una radio. Desde que en los estudios de radio ponen cámaras la radio ha perdido toda su capacidad de evocación. También es cierto que en una radio-despertador no se ve nada, salvo el dial, los mandos y las horas. Que pasan. Sin sonido. Hasta que se dispara la alarma o se activa el dial. No sirve para hacer música de noche. A la que es tan aficionado quien escribe. quien escribe y Espectador tienen sus diferencias. El tiempo es, hoy, más para Espectador que para quien escribe y Espectador obtiene un perverso placer en hacérselo notar. Falta Lector, que no es que ya no esté. Que es como quien escucha. Posiblemente lectores hay en la misma proporción que hace cuarenta, ochenta, ciento cincuenta años. Incluso más, los programas de alfabetización hacen milagros. Pero, entre quienes saben leer, igual la proporción de lectores no ha cambiado. Igual el que aprende a leer es como el militar, que se prepara para la guerra (una frustración, porque no llega) y, cuando llega la guerra, no le gusta. “He aprendido a leer, ¿ahora hay que hacerlo?” Lo que ocurre es que Lector no está de moda. No es un ejemplo. Igual que quien escucha. El mundo, hoy, es para quien ve, señala Espectador. “El Cine de las Sábanas Blancas”, le recuerda quien escribe. A quien escribe le gusta mucho el cine. También. Y le gusta escuchar. Y recrear, a partir de lo que escucha. Ahí Espectador y quien escribe coinciden. Coincidían.
Escribe quien escribe.
Le leo a una influencer: “¡Yo soy pro imagen total. Si no puedes verlo no puedes serlo!” Atropellado. Asesinado. Acariciado -escribe quien escribe– “Si no puedes verlo, no puedes serlo”. Meditaba sobre esta afirmación, cuando llamaron a la puerta. “¿Quién es?” ¿Estaba siendo yo llamado? “¡Baja la música!”, pedí. Un calor agobiante. Y la revelación. En premio a mi paciencia, lejos, acababa de ser santificado.