Me acuerdo del «cordón sanitario» como de una vieja escena de un crimen sin resolver por falta de pruebas, una puerta clausurada y abandonada y olvidada con restos del adhesivo de la policía aún sobre el barniz levantado de la madera. Antaño ese lugar estuvo atestado de gente. Disparaban las cámaras fotográficas donde un grupo de Gente de «la Cultura» (ellos se denominaban «la Cultura», sin más) posaba con el gesto de los valientes. Una figura destacada de aquella fotografía era la de José Luis Cuerda, cuya fuerza acordonadora trascendía la imagen para darle a la puesta en escena un empaque de película de otros tiempos difíciles, lejanos y redivivos. Casi el retrato en blanco y negro de una familia numerosa y decimonónica alrededor del patriarca.
No hace mucho me encontré a José Luis Cuerda por la calle y no me resultó tan imponente. Siempre me pasa con la Gente del cine: al natural pierden el aura del plano, que es lo que le pasó al pobre cordón sanitario. Ese decorado dejado en una esquina está hoy más lleno de polvo que nunca después de la debacle de ese socialismo alternativo al que quisieron rodear para evitar contagios y vivir felices. Aquel PSOE zapateril era en lo estético (y quizá en algo más) una suerte del primer castrismo donde en lugar de Sartre y Beauvoir o García Márquez estaban los Bardem y Lupi como si cualquier tiempo pasado fuera mejor. Había una de cordón y otra de ceja, igual que de cal y de arena; y en medio del derrumbamiento del sujeto que haría posible aquella pretensión totalitaria, casi nadie se dio cuenta de que había germinado el jardín de Podemos a partir de unas florecillas cuneteras que cuentan que regó el PP a modo de venganza silenciosa casi como Andy Dufresne se deshacía de los restos de la pared que excavaba dejándolos caer al patio de la cárcel desde los bolsillos de sus pantalones.
Ese túnel oculto por Raquel Welch y Rita Hayworth es el que dicen que tapaba últimamente Soraya Sáenz de Santamaría cuando Snchz tiró enfadado, como el alcaide de Shawshank, una de esas figuritas- señuelo de Andy (o de Rajoy) a la pared y la imagen de la vicepresidenta se rompió dejando ver el túnel por el que se habían escapado tantos preciosos escaños de un PSOE que apenas llegó a ver el principio de aquella película fallida de Cuerda.