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FIL de Guadalajara: la feria retractilada

 

La Feria del Libro de Guadalajara, que se clausuró el pasado domingo 8 de diciembre y convocó a 840.000 visitantes y a cerca de 2.500 editoriales procedentes de 48 países, es el encuentro más grande del mundo en torno al libro en lengua española, y un espectáculo inigualable de colorido y fervor. Casi en cada esquina se presenta un libro o te asalta un poeta circunspecto o un autor de autoayuda de túnica blanca y manos extendidas. Tras el primer fin de semana, hay tres días para profesionales, en los que solo se accede con acreditación, pero el jueves y el viernes se unen a la avalancha centenares, tal vez miles, de colegiales que gritan, corren y se disputan cualquier curiosidad, desde el trono de Juego de tronos a los llaveros de una distribuidora o las gafas tridimensionales. El clímax es el viernes, con la venta nocturna hasta las once de la noche y descuentos que los lectores esperan con ansiedad.

Lo primero que llama la atención de un editor neófito en estas lides es que la gran mayoría de los libros –al menos en los primeros y grandes expositores de choque– están retractilados, sin duda para soportar y sobrevivir a la feria. Hay montañas de un mismo título o de una colección, pero el visitante no puede más que voltearlo, se va perdiendo la costumbre de hojear los ejemplares. Muchos de ellos parecen un mero atrezo y el montón nunca desciende, aunque alguien terminará comprando una edición barata de las La riqueza de las naciones de Adam Smith. El libro más vendido, según el encargado de la editorial Porrúa, fue El principito, de Antoine de Saint-Exupéry. Una brigada de empleados entra y sale constantemente con carros repletos de libros, el movimiento es continuo, sobre todo de los ejemplares retractilados, una técnica que se ha perfeccionado hasta el punto de que si adquieres uno de ellos te cuesta verdadero esfuerzo deshacerte del fino envoltorio.

La inauguración de la FIL coincidió con la celebración multitudinaria en la plaza del Zócalo de la Ciudad de México del primer año de mandato del presidente Andrés Manuel López Obrador (AMLO), que fue contestada por diversas marchas opositoras que confluyeron en una manifestación unitaria exigiendo el fin de la creciente violencia en el país. En 2019 se han superado todos los registros y van ya más de 30.000 muertos; el día del discurso fue el más violento de los últimos 22 años con 127 asesinatos. Todos los analistas coinciden en que el futuro de México pasa por detener esta sangría, que tuvo su punto álgido con la detención del hijo de El Chapo, Ovidio Guzmán, el pasado 17 de octubre en Culiacán, y su posterior liberación tras la masacre indiscriminada y las amenazas de los sicarios. Una veterana fiscal –que en México conduce la instrucción–  comenta que el operativo estuvo mal planteado: los hombres de Guzmán conocían el domicilio de los familiares de los militares y no se puede emprender una acción así sin alejar a las familias de la zona de conflicto. “La única solución”, añade la fiscal, “habría sido entregarlo inmediatamente a Estados Unidos”. AMLO tardó varios días en comparecer ante la opinión pública y su Cuarta Transformación puede naufragar por unas imágenes que dieron la vuelta al mundo. En la tribuna, solo le acompaño José Mujica, ex presidente uruguayo, que dijo: “¿Qué sería de la vida si nos quitan la esperanza?”.

Algunas recetas parecen difíciles de encajar en México. El país invitado este año en la FIL ha sido la India, con más colorido y danza que previsión en las actividades, muchas de las cuales había que consultar porque no entraron en el programa oficial a tiempo. Su estrella fue Arun Gandhi, quinto nieto del líder pacifista. Presentaba su libro El don de la ira (Océano) y dio una conferencia magistral sobre las enseñanzas de su abuelo. Afirmó que el padre de la independencia de la India nunca consideró a nadie como enemigo, ni siquiera cuando se enfrentó con los ingleses. “No son nuestros enemigos”, decía Mahatma, “son nuestros amigos y estamos intentando cambiar su actitud”. Por la feria podía encontrarse uno de los mejores libros sobre la India escritos en español, Vislumbres de la India, de Octavio Paz (Booket) a solo 168 pesos (8 euros).

Pero si hubo un rey en la FIL, este fue sin duda Mario Vargas Llosa, que presentó su novela Tiempos recios (Alfaguara) “por primera vez fuera de España”.  El acto estuvo conducido por Juan Cruz, adjunto a la dirección de El País, periódico que según se supo durante la feria abandona su edición americana en papel a final de año y se centrará en la web. Vargas Llosa evitó la polémica en la FIL, pero le precedió. Acusó al llegar a México a AMLO de populista y advirtió que puede conducir al país de nuevo a una “dictadura perfecta”. Beatriz Gutiérrez, esposa del mandatario mexicano, le contestó a través de su cuenta de Facebook y afirmó que él representa el “panfletarismo perfecto” que recorre el mundo. El acto, abarrotado, huyó de polémicas y retornó a una novela que, para su autor, “enriquece los hechos históricos para los lectores”. No hubo roces ni entre los grandes grupos editoriales y a continuación y en la misma sala se presentó la otra gran apuesta española, Terra alta, de Javier Cercas, premio Planeta 2019, con Ángeles Mastretta. Cercas contó con el peruano, baluarte del grupo Penguin Random House, como espectador en la primera fila. En una comunión española perfecta –o tal vez porque la profusión ferial agota al más pintado–, a la misma hora que el peruano y en una sala contigua Antonio Muñoz Molina presentó Tus pasos en la escalera (Seix-Barral). Al día siguiente, el lunes día 2, el autor de Úbeda se enfrentó, tal y como reza el formato, a mil jóvenes. “Es posible que para más de una persona el rostro del autor”, apuntó la nota de prensa de la FIL, “le recuerde al de su abuelo, o el de ese tío favorito que cuenta las mejores historias en la sobremesa”. Con Sergio del Molino, que participó en una mesa sobre la Literatura de no ficción organizada por la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) –Cercas lo hizo en otra–, se liquidó la presencia de los grandes autores españoles en la FIL.

Vargas Llosa hizo doblete con la conmemoración de los cincuenta años de la publicación de Conversación en la catedral (Alfaguara), que se vendía con un paratexto en el que el autor afirma que si tuviera que salvar uno de sus libros, sería este. Tal vez por esto y para evitar odiosas comparaciones, los actos se distanciaron. También, en el capítulo de homenajes, se recordó la figura del editor Claudio López Lamadrid, que falleció el pasado mes de enero al pie del cañón, en las oficinas de Penguin en Barcelona. El escritor argentino Rodrigo Fresán afirmó que le permitió escribir libros que de otro modo no se habría atrevido a escribir. La FIL, se dijo, era su feria favorita. La revista Letras Libres celebró sus veinte años y Enrique Krauze, su director, recordó que es heredera y la vinculación con Vuelta, que fundara Octavio Paz.

Y hasta 636 presentaciones. De pronto, una masa de jóvenes enfervorecidos se apelotona para la presentación de uno de los libros de más éxito, Sí, si es contigo (Montena) de las youtubers colombianas Daniela Calle y María José Garzón (que firman Calle y Poché). La novela cuenta la relación de dos personajes, alter ego de ellas mismas, aunque bajaron el tono, afirmaron, de las partes más sexys por imposición de los editores. El público gritó: “¡Libros sin censura!”, más que público un mar de móviles alzados dirigidos a unas autoras a las que no se veían porque también grababan con sus teléfonos. Llaman a sus seguidores sus bebés y, son, en su terminología, las más random. El libro como un objeto más de un fenómeno viral más amplio. Lo corroboró la estrella del final de la feria, el actor y director mexicano Gael García Bernal. En septiembre estrenó en el Festival de Cine de San Sebastián su película Chicuarotes –dos adolescentes mexicanos que caen en una espiral de violencia de consecuencias imprevistas– y aquí presentó el libro homónimo, la “bitácora de la filmación”, con el guion, escenas no incluidas y un extenso reportaje de un periodista que se sumergió en el pueblo donde se filmó. Si eres fan debes seguir Chicuarotes en las redes, vestir la camiseta y  haber visto la película varias veces, pero también tener el libro.

La industria editorial está cambiando y el libro tradicional que no va acompañado de un estallido queda relegado a la escenografía, mientras que el negocio del retractilado es cada día más boyante.

 

FOTO: Alfonso García Cruchaga

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