En la cárcel de la ciudad de Manila, en la capital filipina, los presos se acuestan en filas ordenadas mientras demuestran cómo duermen cada noche.
En el dormitorio masculino número cuatro, la mayoría no tiene colchón ni cama; de hecho, ni siquiera es posible acostarse boca arriba por falta de espacio. Los reclusos, con sus camisetas amarillas reglamentarias, se acurrucan de lado, a menudo utilizando a su vecino más cercano como almohada, mientras luchan por dormir como es debido en condiciones de humedad y estrechez.
Carlo lleva seis años encarcelado y a la espera de juicio. Durante una visita de Noticias ONU a esa prisión, Carlo dijo que «los hombres duermen en filas de unos 200 al final del dormitorio, y es difícil moverse», y añadió: “aunque no es cómodo, con el paso de los años me he acostumbrado a dormir de lado. A la gente de fuera le puede parecer deprimente, pero la comodidad es un término relativo».
Una reciente ola de calor sin precedentes en Manila ha hecho que las temperaturas en este dormitorio compartido superen los 40 grados centígrados por la noche, lo que hace que las condiciones sean aún más inhumanas para los presos. Carlo experimenta «insomnio constante».
Sin prisa pero sin pausa
La cárcel de la ciudad de Manila se construyó originalmente en 1847, en la época colonial española, en el barrio de Santa Cruz, densamente urbanizado, y es una de las prisiones más antiguas de Filipinas.
En la actualidad, su capacidad oficial es de algo menos de 1200 reclusos, aunque hay unos 3200 hombres alojados, lo que supone un 168% de hacinamiento.
El superintendente de la cárcel, el alcalde Lino Montano Soriano, se ha encargado de reducir la población reclusa en la medida en que se lo permiten sus responsabilidades. Desde que asumió la dirección del penal, dio instrucciones a su adjunto «para que comprobara todos los expedientes de los presos, porque presumía que, muchos de ellos, ya tenían prevista su fecha de puesta en libertad».
Los avances para reducir la multitud son lentos, pero van en buena dirección. En marzo de 2024, 288 presos ingresaron en la cárcel, mientras que 354 fueron puestos en libertad.
La burocracia dista mucho de ser la principal razón del hacinamiento en los centros de detención de Filipinas. Una controvertida política de justicia dirigida contra los narcotraficantes y los consumidores de drogas contribuyó significativamente a que la población reclusa en Filipinas aumentara de 95.000 presos a más de 165.000 entre 2015 y 2021.
Filipinas tiene ahora uno de los sistemas penitenciarios más congestionados del mundo y, con una tasa general de ocupación de las cárceles antes del juicio del 322% (frente al 365% en 2023), se sitúa cerca de la República Democrática del Congo, Haití y Uganda en términos de hacinamiento.
Muchos detenidos deben soportar largos periodos de detención preventiva antes de tener su día en los tribunales o ser puestos en libertad sin juicio.
Esfuerzo significativo de las autoridades
La jueza Maria Filomena Singh forma parte del Tribunal Supremo de Filipinas y se ha comprometido a mejorar las condiciones de los centros penitenciarios, lo que incluye de forma crucial la descongestión.
También ha visitado regularmente las cárceles de mujeres: «Son madres, son hijas, son esposas y me identifico con ellas», declaró a Noticias ONU, añadiendo que «no podemos llamarnos una sociedad justa y humana si hay gente viviendo así entre nosotros».
Las autoridades filipinas están reduciendo las tasas de encarcelamiento de varias formas.
Se está dando prioridad a la excarcelación de presos de 70 años o más, y otros pueden reducir sus condenas gracias a su buen comportamiento, pero también a un programa innovador que vincula un compromiso de actividades de lectura a una excarcelación más temprana.
Es significativo el esfuerzo que se está haciendo para mantener a la gente fuera de la cárcel en primer lugar, reduciendo el número de personas en prisión preventiva y encarcelando a la gente sólo por los delitos más graves.
«De todas las personas detenidas en nuestras cárceles, alrededor del 70% aún no han terminado su juicio. Por tanto, están allí en prisión preventiva, aunque sus delitos no sean graves», detalló la jueza Singh.
«Todavía no se ha demostrado la culpabilidad de estas personas y, sin embargo, no las tratamos de forma diferente a las que ya han sido condenadas».
Otra prioridad ha sido reducir los pagos para garantizar la libertad bajo fianza mientras se espera el juicio. Se están introduciendo otros cambios en los procedimientos penales para mantener a las personas fuera de la cárcel donde son «literalmente improductivas», una situación en la que las familias que dependen de la persona encarcelada «se ven privadas de su sustento», explicó la jueza.
Los reclusos también pueden comparecer por internet desde algunas cárceles, lo que está contribuyendo a acelerar los típicamente lentos trámites ante la justicia.
La guerra contra las drogas
Alrededor del 70% de todas las personas encarceladas en Filipinas lo están por delitos de drogas, a veces menores, como consecuencia de la guerra contra las drogas tan punitiva de la administración anterior.
La Oficina de las Naciones Unidas contra la Droga y el Delito (UNODC) ha apoyado las medidas para aplicar la reducción de la fianza, la excarcelación prioritaria de presos de edad avanzada y el programa de lectura para salir antes, y ha dado prioridad al apoyo al Gobierno para que cambie el enfoque general de los delitos relacionados con las drogas.
Según Daniele Marchesi, responsable de la UNODC en Filipinas, «las drogas no son sólo un problema de aplicación de la ley, sino también un problema de salud que debe contemplarse desde el punto de vista de la prevención y la rehabilitación».
«Es un problema complejo», amplió Marchesi, «que conecta al poder judicial, la policía y otros organismos encargados de hacer cumplir la ley en cuestiones como la salud, la política de drogas y los derechos humanos«, apuntó
La complejidad requiere lo que la jueza del Tribunal Supremo Filomena Singh llama «un enfoque intersectorial».
Dicho enfoque parece estar dando sus frutos, con la liberación de unos 8000 presos en el último año, según la jueza Singh.
Carlo, de la cárcel de la ciudad de Manila, es una de esas personas que espera encontrarse pronto entre el creciente número de presos excarcelados: «Me encanta mi vida fuera; echo de menos salir en citas y las películas», señaló.