Julio Castronuovo en plena actuación mímica
Trabajo en la Real Escuela Superior de Arte Dramático de Madrid desde hace treinta años. Primero fui pupilo tardío, y diez años más tarde comencé allí mi andadura como profesor. Cada curso tenemos en la RESAD el placer y la alegría de recibir a nuevas hornadas de alumnas y alumnos, cargados de una profunda energía vocacional. No pasa un año tampoco, que dejemos de despedir a un compañero o a un viejo profesor que alcanzó, años ha, su jubilación. A unos se los lleva la muerte antes de tiempo (como a Ana Vázquez de Castro, Profesora de Mimo y Pantomima de la RESAD, a la que despedíamos hace unas semanas con un homenaje, en el que actuaron sus alumnos); a otros se les consume su tiempo por generación: les llega el turno ante la Ineluctable.
“Julio Castronuovo ha muerto”. El pasado 9 de diciembre llegaba la noticia a nuestra escuela, sumida en preparativos navideños. Se trataba del único Catedrático Emérito de Mimo y Pantomima que ha tenido la RESAD. Curiosa coincidencia: el maestro sobrevive a la antigua alumna por un par de meses. ¿Andará la muerte enamorada de los mimos y las mimas, a finales de 2013? ¿Cómo bailarán estos artistas del cuerpo su combate definitivo con La Parca? ¿Con más gracejo y picardía que los humanos normales y corrientes? ¿Será por eso que la muerte insiste con ellos, sin reparar en generaciones ni sexos?
La disciplina de los mimos deviene tan rigurosa como la de los bailarines de danza clásica: su técnica se basa en el entrenamiento y la repetición exhaustiva. Cuando fui alumno de Castronuovo en la RESAD hace casi 30 años, recuerdo que además de los ejercicios habituales y el estudio de «la marcha sobre el lugar», dedicamos un trimestre a analizar y perfeccionar nuestro ejercicio de «pelar una naranja» (sin naranja, claro); y otro, de «tomar un café con leche» en el aire, sin taza, ni plato, ni líquido. Cualquier estudiante de arte que busque un resultado inmediato, se perderá errado en su ansiedad; pero cualquier aprendiz de mimo que quiera lograr rápidamente algún atisbo de arte con su trabajo, sólo cosechará frustración y renuncia.
Esperando a Godot, de Samuel Beckett. Cía. Seiva Trupe, Oporto. Dir. Julio Castronuovo.
Castronuovo no sólo fue un mimo excelente, sino que realizó su trabajo y su pasión por el arte del silencio, con una seriedad propia de maestros como Étienne Decroux, Jean Louis Barrault o Marcel Marceau. No sólo se interesaba por su actividad docente, sino que dirigía e interpretaba espectáculos que viajaban por Sudamérica y Europa.
«Contaba en su haber con más de 45 puestas en escena de teatro de texto, entre las que destacan los montajes de las obras de Samuel Beckett, autor al que conoció personalmente, como Esperando a Godot, Final de partida, Los días felices, No yo, Nana y, en especial, los mimodramas Acto sin palabras nº1 y Acto sin palabras nº2. Eduardo Haro Tegglen alabó su interpretación y su dirección con motivo del estreno de este espectáculo en la Sala de Columnas del Círculo de Bellas Artes de Madrid»[1].
En las dos últimas décadas había mantenido una estrecha relación artística con Portugal. En Oporto dirigió en 1998 a la compañía local Seiva Trupe, en Esperando a Godot de Samuel Beckett, que se gestó, ensayó y representó en el Teatro do Campo Alegre.
El profesor Castronuovo fue uno de los motores de la implantación de la especialidad de Interpretación Gestual en la RESAD de Madrid, aunque él predicara un recorrido exclusivo de Mimo y Pantomima. Por otra parte, como todo buen maestro, dedicó tras su jubilación muchas energías a la difusión de sus ideas y estudios sobre el mimo. Propuso diferentes proyectos de publicaciones tanto a la librería La Avispa, como a la misma RESAD; solicitando -a la par- su colaboración como redactor, al autor de estas líneas. Lamentablemente no fueron aquellas las fechas propicias para que pudiese realizar con Julio aquel libro. Fue una lástima, porque escribiéndolo me habría alimentado de su vasto saber sobre el arte de Polimnia, adquirido tras toda una vida de amor y dedicación al teatro del silencio.
Finalmente sus Lecciones de Pantomima fueron publicadas en 2009 por la RESAD en coedición con la veterana Editorial Fundamentos. Se trata de un valioso Manual cuajado de saber técnico y artístico, acerca del delicado, sutil y dramático lenguaje del mimo y la pantomima; el libro cuenta con un Epílogo en el que se rememoran los espectáculos más celebrados de Castronuovo. Acudí al final de la Presentación de su libro en nuestra Escuela (tras concluir una clase inaplazable), para adquirir un ejemplar y lanzarme a Julio a darle un abrazo, y pedirle que me lo dedicara. En aquel estrecho encuentro latía una secreta complicidad que venía de antiguo.
A finales del pasado octubre coincidí de nuevo con él en el bautizo de otro libro (esta vez de nuestra compañera -y en tiempos, directora- de la RESAD, Lourdes Ortiz,) donde encontré a Julio Castronuovo estupendo y sonriente, como siempre. Quizá algo más lento, algo más cano, con los cabellos algo más luengos, como si su mirada feliciana se sintiese grata y sorprendida, como les pasa a esos niños que miran fijamente, produciendo inquietud cuando lo que pretenden es transmitir reconocimiento. En aquella librería polivalente de Lavapiés volvimos a abrazarnos, mientras él pronunciaba algún postulado amable con dulcificado acento porteño. No sabíamos que iba a ser nuestro último encuentro. Eso es bueno, significa que tuvo el maestro una buena salida, sin sobresaltos, como si su Final de partida fuese algo leve y rutinario: el mutis de un mimo que amaba a Samuel Beckett.
Texto: Juan Antonio Vizcaíno
Foto Castronuovo: Cacho Custodio