Publicidadspot_img
-Publicidad-spot_img
Mientras tantoFinea en los camerinos de Vitalicios

Finea en los camerinos de Vitalicios


Pensaréis que la última vez que me metí en los camerinos de un teatro fue en los de Lagrada cuando estaban los de Perigallo Teatro, allá por septiembre. Pero no, esa fue la última vez que os lo conté, pero meterme, me meto a menudo. Se lo copié a Marcelo.

Bueno, Marcelo no registró la idea… Y, además, que le den morcilla. Yo soy independiente. No necesito a nadie. ¡No necesito más murciélagos en mi vida! ¡Estoy de recortes! ¡Recortes de murciélagos! Y lo de los recortes viene muy a propósito con esta función…

En, fin, que el otro día me metí en los camerinos de Teatro del Barrio a ver al elenco de una función que habían estrenado un par de días antes. Vitalicios (sainete negro) de José Sanchis Sinisterra, dirigida por el propio autor en colaboración con Eva Redondo, y protagonizada por Magdalena Broto, Marta de Frutos y Santiago Nogués. Pero cuando entré allí solo estaba Santiago Nogués, hablando frente al espejo… Decía tal que esto:

SANTIAGO.- Bueno, pues ya estamos aquí en el camerino… Vamos a ver qué tal. La verdad es que una vez que ya ha pasado el estreno, bueno… Ya tienes el estómago más… más recolocado. O sea, es otra cosa. Vamos a ver… Lo que sí te digo también es que las almojábanas, por ejemplo… Hay que poner unas un poquito menos secas. Me dejaron un poco…

¿Almo- qué? ¿De qué estaba hablando? Me entraban unas ganas enormes de preguntarle, pero no podía levantar sospechas, si los actores descubren una murciélaga en un camerino tan pequeño, cualquiera sabe lo que puede pasar… Entonces Santiago se levantó de la silla, se acercó a la puerta de camerino, la entreabrió y escuchó el ruido del público impaciente por que la función empezara… Tras ello, siguió hablando consigo mismo (supongo que consigo mismo, porque no había nadie más que él y yo en camerino, y a mí no me había visto…)

SANTIAGO.- ¡Hala! ¡La de gente que…! Mmm… ¡Fíjate cómo está el teatro…! No, entiéndeme… Vale, vale… Que sí… Que ya es otra cosa, no están esos nervios.

Entonces se comenzaron a oír pasos. Qué nervios. Eran las actrices. Es que la obra está interpretada por dos actrices y un actor. Son funcionarios que trabajan en un sótano… Eso no es muy verosímil, ¿no? Dice Carol que en la vida real no hay funcionarios trabajando en ningún sótano, porque siempre están de vacaciones o tomando café. No, que yo no lo digo, que lo dice Carol. Yo soy una murciélaga y en nuestro mundo de murciélagos no hay funcionarios. En eso estaba yo pensando cuando hablaron las actrices…

MARTA.- ¿Qué te pasa, Santiago?

SANTIAGO.- No… no lo sé…

MAGDALENA.- Jajaja. (Ríe incontrolablemente.)

Y entonces empezaron a decir cosas raras. No es que se hubieran vuelto locos, es que son cosas que actores y actrices hacen antes de empezar la función. Dicen que es para calentar. Frases raras y con muchas sílabas similares, para tratar de no equivocarse. Gritos. Ruidos. Saltos… Hay multitud de técnicas. No sé si los funcionarios (ya que en la obra salen funcionarios, pues hablo de ellos) hacen cosas parecidas el día que van a trabajar. Digo el día, porque Carol dice que trabajan un día al año. Que no estoy yo ahí controlando a los funcionarios a ver si van a trabajar o no… Pero los de Vitalicios trabajan al menos dos días al año, porque…

MARTA.- Rrrrrrrrrrrrrrrrrr. (Eso es el típico ruido con la r haciendo escalas…)

MAGDALENA.- Eh… Ah… Eh… Ah… Uh… Ih… Oh… (Eso son unos gritos con distintas vocales.)

SANTIAGO.- Mmm… La pelona lo desmocha, la pelona lo desmocha, la pelona lo desmocha… (Esto ya no sé lo que es…)

MAGDALENA.- Al arzobispo de Constantinopla lo quieren desarzobispoconstantinopolizar. El desarzobispoconstantinopolizador que lo desarzobispoconstantinopolice, buen desarzobispoconstantinopolizador será.

Que yo lo pongo por separado, pero lo hacían todo a la vez… Los gritos, las frases, las escalas… Es que creo que siempre es así, en todos los camerinos, es como una carrera por ver quién dice la frase más rara o quién hace la… ¡Oh! ¡De repente sonó un móvil!

MARTA.- ¡¡¡Uuuuuh!!!

MAGDALENA.- Apaguen sus teléfonos móviles en camerino, por favor.

MARTA.- Claro, sí… Totalmente, vamos…

Entonces cuando uno de ellos, apagó ese teléfono, me puse yo a pensar si los funcionarios usan el móvil en el trabajo… Y no supe qué contestarme. Y me acordé de algo que había leído en la web del Teatro del Barrio sobre esta obra… Algo así como:

Más abajo aún del cuarto subsuelo, en una sórdida dependencia (la de Asuntos Sub-legales) de una quizás pronto probable Vicepresidencia Cuarta (la de Recortes Sociales), tres apurados funcionarios cumplen rutinariamente una enigmática tarea: la de asignar, a los nombres que figuran en cierta larga lista de personalidades artísticas, un enigmático destino: SÍ / NO / INTERROGANTE. La asignación de uno de los tres destinos a cada creador de la lista depende, en principio, de una ambigua combinatoria aritmética regida por el azar. Pero los funcionarios son también seres humanos y, a veces, su subjetividad pugna por influir en la mecánica tarea.

La subjetividad del funcionario, es decir, la subjetividad del ser humano. Claro, si el funcionario es un ser humano, pues a veces también se equivocará, y asignará a alguien la casilla que no le corresponde… Y tal vez alguien pague chorrocientos millones de euros a hacienda porque el funcionario es un ser humano y se equivocó de casilla. Igual que una actriz, que es un ser humano, puede a veces olvidarse de apagar el móvil y que empiece a sonar en camerinos, y… Y un espectador también puede olvidarse de apagar el teléfono y que le suene en medio de la función, y cogerlo porque olvida que está en un teatro, porque claro, es un ser humano… Carol dice que a los que les suena el móvil hay que apedrearlos, pero a los que lo contestan hay que lincharlos. Yo ahí no me meto, son cosas de Carol, pero bueno, lincharlos quizá es demasiado…

Aunque, espera, que me ha contado Marcelo esta mañana que en Estados Unidos como están enfadados con la gente que hace fotos o vídeos de la función con su móvil, van a instalar unas cámaras que van a enfocar al público y van a detectar al que saca el móvil y le van a fulminar en el acto con un rayo láser directamente al cerebro. Esas tonterías de Marcelo estaba pensando yo cuando de repente Santiago dijo algo sobre el Teatro del Barrio

SANTIAGO.- Que una señora me ha preguntado “¿en el Teatro del Barrio? Pero, ¿de qué barrio? Pero bueno…

Magdalena miró de reojo a Santiago. Pero él ni se inmutó. Y siguió con las sílabas.

SANTIAGO.- Lalala… Turús, tus, tus… Turús, tus, tus… Turús, tus, tus…

Entonces ambas le miraron… Y hablaron entre ellas, sin que él escuchara.

MARTA.- Este señor es muy raro.

SANTIAGIO.- Ay por Dios… Tercera función… Suele ser… De las que… Bueno. Suele ser, sí, de las curiosas.

MARTA.- Porque está el estreno, y luego la segunda…

SANTIAGO.- Es que… la segunda…

MARTA.- Aunque ayer fue buena segunda, ¿eh?

SANTIAGO.- Sí. Totalmente. Totalmente. Y la tercera…

MAGDALENA.- ¿Qué pasa con la tercera?

SANTIAGO.- Pues eso te digo, que la tercera es… enigmática.

MARTA.- Mmm… Mmm…

SANTIAGO.- Bueno, venga…

MARTA.- Ostras, que ya no nos queda nada, ¿eh?

SANTIAGO.- Sí… Apaguen sus móviles. Que vamos a empezar.

MAGDALENA.- Venga.

MARTA.- ¡Mucha mierda!

SANTIAGO.- Gracias.

Y aquí empezaron a tirarse besos unos a otros. Es que de eso también hay, actores que se tiran besos y otros que no se pueden ni ver. Y, bueno, como el camerino de Teatro del Barrio es tan pequeño, pues tampoco es cuestión de llevarse mal. Pero tras ver la función (y tras verles después en el bar), creo que estos tres no se llevan nada mal, al contrario… Bueno, pero eso no os lo iba a contar, no os pienso decir nada de lo que pasa en este sótano, ni lo que son las almo-noséqué de las que hablaba Santiago, ni los detallitos naranjas, y ni una palabra de Adrianita y sus cruceros… Podéis ir a ver Vitalicios al Teatro del Barrio, que le quedan algunos sábados más.

Finea, la murciélaga

 

Más del autor

-publicidad-spot_img