Vic Chesnutt: Flirted With You All My Life (At The Cut, 2009)
Hay un disco de carátula frágil e irresistible que guardo con especial cariño en mi colección. Se llama Little, es de 1990, y fue el primero que publicó Vic Chesnutt. En él, una sucesión de nombres propios (Isadora Duncan, Giupetto, Picasso…) compone un recorrido seco, agrio, por el espacio sesgado y, a la vez, formidable, de un tipo al que un accidente automovilístico había dejado atado a su silla de ruedas. Escuchar cómo se desgarraba sobre ella es algo que siempre hizo mucho daño. La tenue instrumentación (guitarra acústica, tímidas percusiones, vientos remotos, una armónica errática) que acompañaba a su voz quebrada parecía tan desvalida como el propio Vic. Desvalido no significa inválido. El dolor no implica quejas: “Soy inteligente, no soy una víctima”, aclaraba en Speed Races.
Desde que se suicidó el pasado 25 de diciembre, no he dejado de lamentar ni una semana no haber traído a estas páginas a Vic Chesnutt. Afortunadamente, aquí al lado, Emilio López-Galiacho le dedicó un emotivo epitafio a principios de año. Y el maestro Santi Alcanda nos regaló a principios de marzo un repaso de su vida y su obra lleno de afecto y admiración.
Léanlos, por favor. Yo, simplemente, no quería demorar más tiempo la presencia de este genio en mi caprichosa selección, así que elijo hoy, en este viernes de dolor, esta canción que Santi Alcanda nombró como definitiva: “He sido una persona suicida toda mi vida y esta canción viene a decir: ¡Adelante, Muerte! Estoy listo”.