Mientras desmienten sus órdenes, Segoléne Royal de Francia almorzará hoy en sus dependencias bajo un silencio ecológico. La modernidad impone ahora la vida del cartujo para los cortesanos, donde aparte de prohibirse hablar durante las comidas también se prohíben los escotes (según esto Tierno era un político contaminante alborozado con los pechos de Susana Estrada), y hasta el fumeque en su presencia. Debe de ser un error léxico y a lo mejor alguien ha confundido ministerio con monasterio. Uno se decanta por el bulo aunque allí a lo mejor están pensando más en la bula. Esto es un lío. Hollande también debe de estar confundido igual que si viera acercarse, debido al renovado ímpetu de la ex, el fin de su vida alegre, aunque esto es pura impresión de verle siempre con cara de salir por la mañana de casa ajena y sin el casco, con los ojos asustados lo mismo que si ya le estuviesen preparando la hoguera inquisitorial que nunca llega. Es como si la nueva ministra de Ecología no quisiera que la tocasen igual que si fuese ella lo primero que hubiera que preservar, porque, además, nadie puede tener despacho propio menos ella, naturalmente. O ecológicamente. Esto quizá más que socialismo (ecológico) sea Mariantonietismo. De hecho, al parecer, también los ujieres han de anunciarla para que todos se levanten a su llegada como ante la flor de lis, que es un protocolo muy republicano, y la próxima revelación sobre el nuevo reglamento interno puede que sea la construcción de una granja en los jardines de palacio para que la titular de rienda suelta a sus inquietudes campesinas. Las nuevas normas son algo Guardiolistas, porque tan innovador es limitar las poitrines como la pegada del Bayern. En Munich están igualmente desorientados, como deben de estarlo en el destructor de la comandante Valenciano, donde, rumbo a Bruselas, tienen que haber dado la alarma de submarino para cargar las contramedidas.