Habrán visto esa fotografía de humor negro, aunque es real, en la que salen los efectivos de la lucha contra el fuego en Las Palmas de Gran Canaria, cuyos responsables aparecen alineados en primer término en forma de flecha. Lo del humor negro (negro como el humo) es porque quien está en la punta de la flecha es Pedro Sánchez.
Pedro Sánchez se hace fotos, mayormente. Va a un sitio en su avión, o en su helicóptero (un día lo veremos salir de su carroza), y luego se hace fotos para que todos lo veamos. Alguien le ha debido decir que no hable mucho y que se haga muchas fotos. Ese alguien lo está confiando todo al físico, mientras por detrás alguien trabaja en lo químico.
Lo químico es que Sánchez se mantenga en el poder el mayor tiempo posible, mientras nos distrae el transcurrir de su fotonovela. El gobierno de Sánchez es una fotonovela en la que el protagonista puede salir con su mujer de mercadillo en una viñeta, y en la siguiente liderando en solitario la lucha contra el fuego.
Lo hemos visto así en el capítulo de esta semana. La desfachatez ya está como abocardada. Casi todas las desfachateces se han cometido sin ni siquiera formarse un gobierno, y existe la amenaza (el fin para Sánchez) de que toda crítica, por lúcida que sea, ya no tenga ningún impacto.
El fin de la política de Sánchez es la anestesia. Sánchez pretende dormirnos a todos. Acostumbrarnos a su teatro entre fotografía y fotografía. A sus votantes ya los durmió y a los que no lo votaron los está dejando a un lado, como si no le importaran, igual que Plainview, el protagonista de Pozos de ambición, dejó para luego las tierras de los Bundy en su conquista implacable.
Es como si fuera inútil resistirse (y no lo es, por el amor de Dios) al avance del magnate del petróleo, con todas esas columnas de humo (r) negro en el horizonte. Luego nos dirá a nosotros, los Bundy, que en realidad no quiere perforar y que construirá un oleoducto sobre nuestras cabezas después de convertirse, lo que sea, a nuestra iglesia.
Plainview, cada vez más ensoberbecido, decía odiar a todo el mundo y su objetivo era ser lo suficientemente rico para aislarse. Esto es más o menos lo que es Sánchez: él también odia a todo el mundo y su objetivo es ser el mayor tiempo posible presidente para aislarse, como ya hace, y sobre todo para triunfar en la fotonovela.