Hacer fotos en Burkina Faso no es tan fácil como pudiera pensarse, ni a las cosas ni a las personas.
Valoro especialmente las fotos que me deja colgar mi amigo Javier Navas al final de cada artículo no sólo por su indudable calidad sino también porque consiga que la gente le deje tomarlas y sin pagar ni un solo Fcfa. Tiene un mérito especial porque quitando los niños o porque te pidan una foto para que se la saques por la impresora, en general la gente no te deja que la fotografíes.
Ni según qué cosas o edificios. Por ejemplo tuve una bronca con uno en un puesto callejero de venta de carne asada, al que iba a menudo, porque quise sacar una foto de unos trozos de carne que estaban tan cubiertos de moscas que parecían negros en vez de rojos. Y un tipo, no el que me vendía la carne, se me puso delante y empezó a increparme, sin dejarme sacar la foto, diciéndome que si en Europa no había moscas, que me viniera a Europa a sacar fotos de moscas, etc. Me mosqueé con él, no quise discutir más y anulé el pedido y me fui, y no he vuelto a ir a comprar allí.
Por supuesto no puedes sacar fotos de edificios oficiales ni en las que salgan gente del Ejercito, Policía, Gendarmería, y los otros cuerpos de seguridad del Estado.
Un día quise sacar una foto del andén de la estación del tren de la capital, porque como sólo hay 3 trenes de viajeros a la semana, el andén está cerrado (sí, 3 trenes de viajeros a la semana, miércoles, viernes y sábado, de salida, supongo que habrá otros tantos de entrada). Así que pregunté y me dijeron que tenía que hablar con el Jefe de la Estación. Me dejaron entrar por el andén hasta su despacho (ahí tenía que haber sacado las fotos y haberme dejado de hostias) y me recibió explicándome amablemente que tenía que solicitarlo por escrito a la dirección de SITRAIL, la RENFE local.
Chafado por haber sido tan idiota de no haber hecho las fotos cuando iba a su despacho acabé haciendo el escrito y presentándolo. De esto hace como 6 meses y todavía estoy esperando una respuesta.
Hace poco vi en la TV local un reportaje sobre un centro de acogida de sorcières (brujas) y quise ir a conocerlo. Ya había leído que existían centros así en Burkina y me habían explicado en qué consistían.
Los sorciers se supone que son brujos que lo mismo te adivinan el futuro, como te dicen lo que te pasa y te dan remedios a lo que tienes que hacer para quitar encantamientos, wacks, o hacértelos para ti mismo o para otras personas, positivos o negativos, que de todo se puede hacer. También para ayudar a una mujer a quedarse embarazada por el sistema clásico de ‘inyectarle’ sus propias pócimas… Son respetados y temidos y son hombres. Si son musulmanes les llaman marabouts y consiguen un extraño sincretismo entre Islam (que prohíbe terminantemente estas prácticas) y el animismo. Pasan consulta y cobran, de una u otra manera, por ello.
Pero calificar a una mujer de sorcière, bruja, es una forma de estigmatizarla, de apartarla. En una sociedad con creencias atávicas como es el mundo rural en Burkina, acabar siendo calificada como sorcière es condenarte no sólo al ostracismo, quizás a la muerte.
Un marido que ya no encuentra sentido a seguir con una esposa anciana porque ni le satisface sexualmente ni tiene fuerzas suficientes para trabajar en condiciones la tierra, o instigado por los celos de una coesposa más joven; o bien una viuda, sin hijos, a la que algún vecino/a quiera mal, etc. Pueden empezar a ser acusadas de muertes extrañas o de una mala cosecha o de hechos negativos y acabar siendo consideradas por todos los vecinos como brujas y marginadas hasta que las acaban expulsando de la aldea.
Condenadas a vagar por el campo o irse a otra aldea donde puedan tener algún familiar que las acoja, lo cual es extraño, sus padres habrán muerto y nadie quiere cargar con la más fea… aquí a nadie le sobra nada como para tener que alimentar una boca más. Condenadas a morir.
Así me contaron que hace años una congregación de misioneros crearon un centro de acogida de esas mujeres desheredadas.
Hay unos cuantos centros en todo el país y me fui a visitar el CENTRE DELWENDÉ DE TANGHIN, que está en Ouagadougou.
Es un centro grande a las afueras de la capital, con una zona abierta que comunica las diversas dependencias y en la que hacen la mayor parte de la vida las mujeres recogidas.
Pregunté y me senté al lado de una especie de responsable y una anciana monja burkinesa.
Les dije que había visto un reportaje sobre el centro y que quería conocerlo y poder hacer fotos para escribir un artículo sobre ellas. Me dijeron que lo sentían mucho pero que no me podían enseñar nada y que no podía hacer fotos sin la autorización del Ministerio de la Acción Social y la Solidaridad Nacional del cual depende el centro aunque esté adiministrado por las monjas de NOTRE DAME D’AFRIQUE.
Así que no hubo nada que ver ni fotografiar, ni siquiera con los que hablé, sólo lo que pude ver por el gran patio donde había muchas mujeres trabajando o simplemente estando.
En el centro hay recogidas 400 sorcières y 5 sorciers y hay otro centro de ampliación en Paspangé, con otras 150 mujeres más. Aquí hacen trabajos diversos para contribuir al sostenimiento del centro y su propia alimentación.
Ancianas escuálidas, muchas de ellas sólo vestidas con el paño que les cubre de cintura para abajo y con unos pechos descolgados hasta la cintura que hacen pensar que sí han tenido hijos… puede que hayan muerto o emigrado hace años a trabajar, semiesclavos, a los campos de Costa de Marfil, de lo contrario no se entiende su abandono en un centro así. Es por eso, entre otras cosas, por lo que es tan importante para las mujeres tener hijos. Alguien que las proteja y alimente cuando ya no puedan casi valerse.
Al final les di un talón de 100.000 Fcfas como ayuda para el centro. Me dieron mucho las gracias y lo dijeron en voz alta y muchas ancianas vinieron a saludarme agradecidas e incluso me dedicaron un aplauso.
Miras esas ancianas, esos rostros surcados por mil arrugas y mil sufrimientos, mil carencias y mil desprecios. Supongo que afortunadas en comparación con tantas como ellas que habrán muerto abandonadas, apartadas de su pueblo y de la gente que fue suya, en medio de la brousse, en medio de la triste soledad, en medio de ninguna parte, o incluso peor, asesinadas por la ignorancia y la miseria, por sus propios vecinos, y enterradas entre la maleza de la brousse, alejadas de su casa, de su mundo, de sus ancestros.
Y no puedo no pensar en que cualquiera de ellas, y todas ellas, son como fue mi madre. O que podrían haber sido mi madre, como diría Borges, en Emma Zunz, sólo habrían cambiado 3 o 4 cuestiones circunstanciales de tiempo y espacio…
Por eso no debemos olvidarlas, por eso algunas religiones dicen que nuestros prójimos son nuestros hermanos y como tales hay que tratarles.
Aunque a veces haya disputas en las familias, hay que olvidar a Caín
En todo caso hoy no hay fotos.