Frank Walter tuvo la doble reputación de ser erudito y excéntrico. Nació en Antigua y Barbuda y principalmente trabajó con el paisaje que lo rodeaba. Sus intereses fueron increíblemente diversos, incluyendo la representación visual de la flora y la fauna de la isla. También fue escritor (dos mesas en el centro de la exposición del Drawing Center de Nueva York lo atestiguaban: cartas, reflexiones teóricas y descripciones escritas de sus hallazgos en la isla).
Como muestran sus pequeños y coloridos dibujos, su visión de la campiña se caracterizó por un increíble entendimiento exploratorio y visionario de la realidad. Los campos son verdes radiantes; los troncos de los árboles, también luminosos, son de un tono marrón oscuro que contrasta con el azul luminoso del cielo. La habilidad técnica de sus dibujos maravillosos y memorables no es de ningún modo académica, pero poco importa. Walter nos presenta una escena visionaria en la que la riqueza de la tierra constituye la metáfora de un mundo que es lo más parecido al paraíso que podemos encontrar.
El mismo Walter era partidario de un estilo de la naturaleza mediado por el sentimiento y la imaginación. En el pequeño mundo de su pieza Dombeya Tree #1 (Árbol Dombeya, sin fecha), un magnífico árbol pintado con un tono muy oscuro hace las veces de toldo de lo que parece arena. En ella, junto al árbol, a la izquierda, encontramos un terreno circular de arena más clara, de color canela. Los tonos oscuros y claros se mezclan de modo efectivo. Frank pintó un paraíso que conocía de memoria. Su arte estaba ligado a la experiencia de su mirada y su cuerpo,+ no al estudio de la historia del arte, lo que resulta en una admirable inmediatez de la experiencia y sinceridad de su visión.
Muchas veces en el arte canónico las variaciones de obra en obra resultan notablemente cercanas (en particular si se hacen con un breve intervalo entre sí), lo que hace que percibamos variaciones leves entre los estilos. Parte de esta invariabilidad resulta del entrenamiento de una estética determinada de antemano. Las reglas son consideradas más importantes que una relación sin ataduras técnicas con la libertad del paisaje. La técnica visionaria de Walter evidencia que el artista es quien determina cómo vemos. Su contención no significa que percibamos en su arte una imaginación conservadora. Significa que la libertad y el control interactúan entre sí. Es lo que pasa con el buen arte, en particular cuando estamos frente a una obra que no se remite a las convenciones formales y que presenta atributos muy característicos. Su balance no es apriorístico: es original.
Sorprendentemente, la virtud y las elecciones del artista no emanan de la complejidad de su mestizaje. Su linaje fue resultado de la mezcla entre los dueños blancos de plantaciones con sus esclavos. El estatus de su mestizaje, con la complejidad que ello conlleva, debe ser tenido en cuenta. Sin embargo, sus dibujos no hacen referencia a ninguna disonancia racial. Más bien, Walter encontró inspiración en la tierra sin comprometer un intelecto que encauzó su originalidad. La convención no fue una inquietud fundamental para él. Podemos afirmar entonces que tuvo la suerte de no tener que negociar con su imagen pública, lo que le dio la posibilidad de poder enfocarse en la belleza memorable de su isla.
Una pieza sin fecha, Untitled (Black bird in a tree) (Sin título, pájaro negro en un árbol), nos muestra un pájaro negro posado en el medio de un árbol. La oscuridad del ave está rodeada de troncos y ramas encorvados que se retuercen en medio de un verde intenso y crepuscular. Es una pintura mística con un fondo barroco de ramas encorvadas y hojas que, en combinación con la atmósfera verde oscura y el fondo que llena el aire de una especie de duda, resulta en una pieza misteriosa. La soledad del pájaro le proporciona un aura aún más inexplicable. Walter tenía una visión simbólica que acentuó en la belleza de los escenarios exquisitos que asiduamente creaba.
Otra pieza, Self-Portrait Series: Yellow Shirt (Man in Tree, no date) (Serie de autorretratos: Camisa amarilla (Hombre en un árbol, sin fecha) nos muestra un hombre, probablemente el propio Frank, de pie entre dos troncos de un árbol que se bifurca y que termina en dos esquinas de la composición con un gran florecimiento verde en sus copas. El follaje contrasta con el gris y blanco de la espuma de las olas del mar que entrechocan entre sí y aparecen en medio del dibujo. La camisa de la figura es amarillo brillante. La única presencia humana provoca que la imagen de la tormenta se vuelva aún más sobrenatural y aterradora.
El retrato de un hombre con una camisa de rayas amarillas y blancas parece un autorretrato. El sujeto aparece de perfil frente a unas puertas de color amarillo y naranja. La persona parece agitada. Un rail de madera aparece a su derecha y una especie de nudo parece estar sujetado a su cabeza. Puede ser efectivamente un autorretrato o la representación de alguien cercano al artista.
La precariedad psíquica del retrato es la consecuencia del estudio individual del artista y de su conciencia generalizada de la vulnerabilidad de las personas más allá de las apariencias. La escena no parece ser un comentario sobre la dificultad de sus circunstancias, más bien es una ventana hacia alguien que probablemente ignora su suerte. No resulta palmario encontrar disonancia en la obra, pero recordemos la complejidad racial de Walter, que surge de la mezcla de los dueños de las plantaciones con sus esclavos. El mestizaje de Walter no debe ser obviado. Incluso si fue inmune a prejuicios o dificultades raciales está claro que la implicación de un cambio, en medio de las diferencias raciales de un siglo plagado de discordia, le haría proceder con una mirada enfocada en posibles malentendidos.
Pese a la cantidad de paisajes conmovedores pintados por Walter, está claro que su inteligencia y enfoque visual son más bien abstractos. En efecto, el aspecto artístico de sus dibujos es evidente. No es fácil encontrar un tratamiento más conmovedor que el de los paisajes del artista, especialmente en el caso de dibujos de dimensiones limitadas. Su afección sincera y su disfrute de las áreas rurales de Antigua es indiscutible, dando lugar a obras con colores que evocan joyas y a composiciones de gran destreza con elementos de la naturaleza (agua, árboles, patos, vacas) que destacan por su armonía y por reflejar el entendimiento de un mundo que Walter percibía como vivo. Pero también es cierto que la percepción del artista estaba sujeta a un pensamiento místico, lo que le da una cualidad abstracta a incluso la más directa de sus pinturas de la naturaleza.
¿Cómo Walter logró un enfoque diferente a las formas de la cotidianeidad? Hizo lo que muchos artistas valiosos: creó un mundo abstracto en que las figuras y la relación entre ellas se traduce en formas y vínculos entre sí y nada más. Su capacidad para expresar los detalles percibidos por sus ojos además de las ideas de su mente lo hacen particularmente talentoso.
La imagen más significativa que viene a la mente al considerar sus tendencias cerebrales es un diseño abstracto en forma de almendra que se descompone en formas elegantes. Este ojo ovalado está dividido en una mitad gris a la izquierda y negra a la derecha. En el centro y abajo del óvalo aparece otro ojo circular, lleno de anillos y círculos concéntricos de colores. Una vara se alza desde el centro del ojo inferior. Parecería que la imagen es no objetiva, hasta que descubrimos que se llama Milky Way Galaxy (Galaxia de la Vía Láctea, sin fecha). Las iniciales de su título aparecen encima del ojo ovalado.
Si su intención era que la imagen fuera visualmente inteligible, el público de Walter va a tener bastante dificultad en entenderla. Quizás podamos comprender mejor la obra como un diagrama, en que la abstracción emplea el diseño natural para explorar las consecuencias de la naturaleza que el dibujo intenta abordar. No es evidente, ya que la pieza no presenta muchas referencias.
De cualquier modo, la verdad se encuentra en un punto medio. Walter se sentía profundamente inspirado por la belleza de la isla en que vivió. A la vez, a su entendimiento del esplendor natural de Antigua le sumó una percepción propia que colocaba los diferentes elementos en su sitio de un modo abstracto. Al ser un hombre de muchas habilidades usó su intelecto para representar el modo en que la hierba, los matorrales, los árboles, los ríos y los océanos que conocía de memoria le dejaran lugar tanto a la reflexión como al sentimiento. El buen arte tiene estructura y la estructura es un valor cerebral. La unión de lo visionario con lo cerebral (éste último no siempre visible), hizo que su obra fuera magnífica. No presenta tendencias meramente descriptivas ni intelectuales. Pareciera que siempre supo que un dibujo es un ente independiente, más allá de ninguna restricción.
Finalmente debemos abordar los conceptos de alta y baja cultura. Walter no trabajaba en un medio artístico; estaba solo, lo que le proporcionó independencia y a la vez consolidó su aislamiento. Su capacidad de crear un estilo propio, libre de influencias facilonas, es su hazaña más notoria. Fue lo suficientemente bueno como artista como para que la cuestión de su formación se convirtiera en un aspecto secundario frente a sus logros. Es un error contrastar las habilidades de la alta cultura con las habilidades sin pretensiones de alguien talentoso, pero sin formación. En efecto, una exposición como la del distinguido Drawing Center (Centro de Dibujo), evidencia que los contrastes del pasado ya no tienen validez. Lo verdaderamente importante es el logro, tal como es, sin referencias a un presunto profesionalismo ante el que que no nos podemos conformar. El arte de Walter es un regalo de su corazón y de su mente y nos enseña que las bellas artes recurren a la comunicación sin importar su origen o época.
Traducción de Vanessa Pujol Pedroso
Original text in English