Obligar a nuestra imaginación a fabular sobre lo que ocurre más allá de los límites del encuadre es lo que nos propone Nobuhiro Sawa en Yuki y Nina
Yuki & Nina, codirigida por el realizador japonés Nobuhiro Suwa y por el actor francés Hyppolite Girardot, señala uno de los rumbos que parece tomar el cine de hoy; es una producción internacional y su modernidad estilística hunde sus raíces en el cine mudo.
De Nobuhiro Sawa se ha editado en España, por la dinámica marca Intermedio, paquete con tres de sus películas, la última rodada en Francia. En su último título, la colaboración internacional se concibe como un auténtico diálogo entre culturas diferentes.
Yuki & Nina convierte en materia dramática los problemas similares de dos niñas de unos 10 años, consecuencia de la situación familiar provocada por el divorcio de sus padres. Nina es francesa y Yuki es hija de padre francés y madre japonesa. La amistad entre ellas, basada en un equilibrio entre la incomprensión y la complicidad, es el punto de vista que los realizadores adoptan para hablar de la infancia, la soledad, la fragilidad de la convivencia paterno-filial, y el estrecho margen de libertad que el presente ofrece a las nuevas generaciones. Para ello, Suwa y Girardot han elegido un estilo adecuado.
Las películas anteriores del realizador japonés compartían un criterio de planificación muy radical. La cámara se situaba en un lugar del interior del apartamento donde vivían los personajes, sin preocuparse de mostrarlos directa y frontalmente. El encuadre elegido, cuidadosamente estudiado, colocaba al espectador en una posición relativamente incómoda, al tiempo que concentraba su atención. Si había dos interlocutores hablando, sólo veíamos, de momento, a uno, del otro oíamos tan sólo las réplicas. De las figuras asomaba en ocasiones apenas una parte del cuerpo, el escorzo o una silueta. Los planos se sostenían fijos en prolongada duración, hasta que una panorámica o un travelling descubrían a quien hasta el momento permanecía oculto.
El espectador, acostumbrado a una planificación convencional, espera durante el diálogo entre dos personajes ver a ambos sucesiva y alternativamente. Una apetencia que se resuelve con la consabida técnica del plano / contraplano. Igualmente, cuando la película nos introduce en un hogar cualquiera, queremos conocerlo mínima y suficientemente. El empeño de Sawa de hurtarnos, por decirlo así, lo que exigimos que se nos enseñe, provoca el rechazo y el desconcierto de un público que está educado en unas convenciones a las que cuesta renunciar. Descartar una planificación convencional responde, en los cineastas serios, a una búsqueda de expresividad que no siempre puede conseguirse siguiendo la retórica establecida.
Nobuhiro Sawa e Hyppolite Girardot abandonan la radicalidad en Yuki & Nina, perfectamente asequible y comunicativa para cualquier espectador. Puede que éste no imagine que la originalidad del tratamiento cinematográfico hunde sus raíces en una estética ya utilizada en el cine mudo.
Los dos realizadores colocan la cámara como si se tratara de un visitante bien educado, que permanece en el mismo lugar que le ha asignado el anfitrión, observando desde su sitio lo que allí ocurre, paciente y sereno. No se le ocurre levantarse para seguir a quien se ha desplazado hacia otra dependencia de la casa, ni trata de meter prisa a lo que ve. Mira y calla. Asimismo, en el cine mudo la cámara se plantaba a menudo delante de la escena y desde allí contemplaba lo que ante ella ocurría, sorbiéndolo y atesorándolo, imprimiéndolo en el soporte de celuloide para luego proyectarlo en una pantalla.
En Yuki & Nina ocurre algo muy parecido. Entramos en el hogar de las niñas, las seguimos en el tren y en el bosque, siempre desde una perspectiva peculiar, elegida con un doble propósito: facilitar una concentración intensa sobre lo que se nos muestra, y obligar a nuestra imaginación a fabular sobre lo que ocurre más allá de los límites del encuadre, o lo que es lo mismo, al otro lado del espacio acotado por la pantalla.
El cine mudo facilitaba una visión directa y, tal vez sin pretenderlo, abría la mente a lo que ocurría en un lugar más o menos próximo. Lo que se ha llamado el fuera de campo, tan decisivo como lo que la cámara y la pantalla enseñan. La tensión entre lo que se ve y lo que no se ve aparece también en la literatura (equilibrio entre lo que se dice y lo que no se dice), y en la música (el silencio acompaña las notas de la partitura).
Yuki & Nina, una historia nítida y sugerente, basa su delicada originalidad en la puesta al día de unos recursos, como la cámara fija y el fuera de campo, que nacieron al mismo tiempo que el cine, centenario ya, pero jovencísimo aún y con un impredecible futuro ante sí.