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Antes (en la fotografía), los primeros cuatro libros que he sacado de la biblioteca central de Vigo, la Juan Compañel, editor gallego del XIX. Me acompañarán varios días: abrirán vías, caminos
pesarán.
Después (en la fotografía) me asomo a nuestra ventana, miro hacia abajo.
Encuentro dos patios, uno repleto de plantas, el otro con ninguno, tendedero, bicicleta sin rueda y zapatillas en el suelo.
Tan cercanos y aparentemente tan diferentes, los dos vecinos del primero.
Recuerdo a mis abuelos, quienes compartieron décadas en el mundo con los austriacos A. Hitler y T. Bernhard a la vez
con los españoles Franco y Juan Goytisolo a la vez, también.
Todos ellos, ocho, vivieron en el mundo al mismo tiempo.
Escucho decir que:
el mundo va a cambiar, el mundo no cambia, el mundo no tiene remedio, el mundo lo tiene, el ser humano tal o equis, equis y tal, el ser humano bla bla bla bla, blablablabla…
¿El mundo, el s. humano?
Si los patios contiguos, pegados, se diferencian ya a simple vista desde lo alto.
Si mi abuelo Juan bebía vino mientras Hitler estaba en la cárcel.
Si mi abuelo Jesús cazaba mientras Franco cazaba a escasos quilómetros también.
La mejor forma de predecir el futuro es construirlo, (¿si nos dejan?).
¿Cada uno?
¿Cuántos somos?
¿Quién hace, crea, cree, piensa, lee, lanza?
Al final (en la fotografía alterada) miro hacia arriba y una gaviota hace una ce al contrario y una cabeza.