Existe un lector, llamado Dr. J. que debe de ser un cachondo mental. Últimamente comenta bastante mis posts, aunque siempre para ponerme verde.
Al Dr. J. le molesta que me guste Murakami. Para él, Murakami es como el gato Doraemon. Entonces aparece otro lector, un tal Ismael Belda, y le dice al Dr. J. que es un necio porque Doraemon y Murakami son lo mismo. En otras palabras, que decir de Murakami que es como el gato Doraemon con la intencion de reírse de él (de Murakami) y de desacreditarle, es errar el tiro.
Estoy de acuerdo con Belda. A mí me gusta Murakami casi tanto como me gusta el gato Doraemon.
Supongo que Ismael Belda tendrá unos treinta años, y que el Dr. J. tendrá unos 55… Pero no pondría la mano en el fuego. A lo mejor es exactamente al revés.
Vamos a ver, apliquemos la lógica. El gato Doraemon es un personaje de dibujos animados de una serie infantil japonesa. Si es japonesa quiere decir que es de Japón, es decir, oriental. Gustos orientales, filosofía oriental, pasividad oriental, esoterismo oriental, exotismo oriental. Infantil quiere decir vacuo, ingenuo, estúpido, escapista. Literalmente “para niños”, es decir, para idiotas sin sentido crítico. Los dibujos animados, por su parte, son cosas de niños. Fantasía, colores y animalitos que hablan.
¿Será cierto que todo el mundo se está volviendo idiota? Antes cuando hablábamos de literatura pensábamos en cosas serias: en la prostitución, en los burdeles, en la trata de blancas, en la profesión más antigua del mundo, en el negocio del sexo, en el amor venal y en temas similares, ¡pero no en gatos del espacio que inventan máquinas para borrar la boca de la gente o para transformarse en pájaro!
En una de sus últimas obras, Sueño profundo, Banana Yoshimoto compara a uno de sus personajes con el gato Doraemon. Flota en el aire, está siempre en la casa pero no pertenece realmente a la casa. Es una comparación brillante. Una imagen brillante. Una descripción brillante.
Me gustaría crear una Generación Doraemon que durara el tiempo de existencia de este post, es decir, un día. No los quince años que se le suponen a una generación, sino sólo un día.
Porque Doraemon, digámoslo de una vez, es importante. No tiene orejas. Esto siempre me ha inquitetado.No tiene orejas, pero oye más y mejor que nadie. Flota en el aire. Es todopoderoso. Es amistoso. Es impredecible. Es ingenioso. Es bondadoso.
Una hipotética generación Doraemon defendería a y se sentiría interesada por, entre otras cosas:
– los gatos y a todas las cosas relativas a los gatos (la literatura de gatos, la literatura escrita por gatos, la iconografía de los gatos, la psicología de los gatos, los diversos mitos relativos a los gatos, etc.)
– los seres del espacio
– los avances de la ciencia
– el misterio
– la gravitación, la levitación y, en general, los problemas asociados con el magnetismo
– la bondad y la compasión
– la convivencia con seres invisibles
– la posibilidad de escuchar sin orejas
– el desarrollo de nuevos sentidos y nuevas capacidades psíquicas
– el ingenio y el humor
– los dibujos animados
– los colores, las dibujos multicolores, las imágenes multicolores