Gesto

La primera vez
lo vi caminando por la vereda
era como un equilibrista perdido en una sonrisa triste
muy triste
tanto como sus ojos algo caídos
Me invitó a visitar por la noche en un parque cerrado
todas sus flores
Accedí sin dudarlo
Era un equilibrista de largas piernas
esto no había que olvidarlo jamás
así que trepó a las acacias en flor
una por una
recogiendo aquellas flores extrañas y hermosas
Yo esperaba como una novia
nerviosa y exaltada
su olor me guiaba en lo oscuro
su olor a madera agria y a animales
Cuando bajaba
me miraba hasta adentro
y sonreía feliz con sus ojos de niño triste
Después nos fuimos a casa
y en la gran alfombra depositó las flores
un lecho nupcial su ceremonia secreta
fue lo más hermoso que me ha ocurrido en toda mi vida
creo que temblábamos en el filo

 

La segunda vez
me lo encontré en el bar de comidas baratas
de Castrón Douro
Me enseñó sus dientes tristes nada más verme
me hizo sitio y comimos espaguetis
me preguntó si tenía marcas en los brazos
yo no tenía nunca tuve él no lo sé
seguro que sí
pero no le pregunté
Hablaba como los libros
Se movía en su alambre sin vacilar
Estudiaba para ser médico
sabiendo con total certeza que no lo iba a ser
aunque era el hombre más inteligente del mundo
No me rescató, todavía no era el momento
sólo hicimos algo el tonto
Yo lo amaba pero no lo sabía
Siempre ha sido igual
pero esta vez era lo mejor que me estaba pasando en mi vida
Tampoco lo supe

 

La tercera vez se intentó tirar por un precipicio
el mismo día y a la misma hora que yo
Ninguno lo supimos hasta después
Cuando me lo contó
un hueso duro y muy redondo y muy caliente
se formó en el centro mismo de nuestra desesperación
y nos salvó a ambos

 

Pasaron convalecencias tigres pozos con alacranes hambre
hasta llegar a la cuarta vez

 

Fue en otra ciudad
Asomó su sonrisa todavía más triste si cabe
en la ventana de una cocina de un restaurante estándar
Tantos años y lo supe
Él también
Me contó de un barco
El mundo en un viaje entre olores rancios
Me moría de ganas de llorar mientras me comía las albóndigas
Eran malos tiempos para mí
Muy malos
no podía decirle
pero él con su mirada directa a mis adentros
supo
y me dejó marchar
Me odié tanto por ello que me hice heridas con las uñas
Lloraba sangre y eso fue lo único que me alivió de todo el dolor
Tanto desperdicio de tiempo y mentiras
Tanta cobardía que me había dado la vida
Pero él comprendió

 

La última vez
fue unos días después
en un portal de una oficina de empleo
Me invitó a un café
No fui
Aduje una estúpida escusa que él aceptó
pero se puso muy triste
sin sonrisa ya
Yo me di tanto asco que casi vomité a sus pies
pero qué otra cosa podía hacer
Yo no era yo
Yo no sé ya qué era
Un alambre roto sin nombre
sin sonrisas ni marcas en los brazos ni acacias ni barcos ni largas piernas
Una cuerda floja
Toda yo una cuerda floja

 

Fotografía de Chus Molina Raspal

 

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