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Gloria


La Tierra se defiende de forma imparable. Siente que está herida, enferma, que su vientre se deshace en venenos incontrolados, que su aire es espeso y contaminado, que la sabia de sus ríos están quedándose desiertas de vida. Los humanos, como especie destructora y que solo practica el egoísmo de su riqueza, son la causa  de su enfado, de sus dolores de cabeza, de la irresponsabilidad  continuada y es por todo ello que tiene que buscar soluciones que perjudiquen gravemente a los que la hieren sin compasión.

La borrasca Gloria, ha sido sólo un pequeño aviso. Una advertencia. Ella puede seguir y de hecho seguirá con toda seguridad perfectamente sin nosotros. Pero nosotros necesitamos de ella para subsistir y a pesar de ello no valoramos sus virtudes y recursos y nos empeñamos en destruir lo que es finito, nuestra propia habitabilidad, nuestra casa.

No somos capaces de tomar soluciones beneficiosas para todos. Nos empeñamos en matarnos a nosotros mismos, en odiarnos, en tener rencor y nuestra arma es la violencia, derramar sangre como monstruos sin cerebro, sin humanidad, sin conciencia.

Sin embargo la Tierra es sabia. No la vamos a dañar tan frescamente. Tiene sus mecanismos de defensa, la forma de limpiar a quien no respeta sus ciclos y sus ecosistemas vitales. No existen muros ni elementos artificiales con los que podamos paliar sus efectos de defensa contra la especie humana. Solo el respeto, el cuidado de nuestro entorno, la protección de sus mil maravillas podrían parar o al menos frenar el enfurecimiento de nuestro planeta.

Tenemos la suficiente tecnología y medios para poder realizar un giro de 360 grados en nuestro modo de actuar a favor de la naturaleza que es en sí misma, fuente y energía de la vida existente en nuestro mundo.

La belleza de una flor o la majestuosidad de de un árbol, deben ser iconos de nuestro rumbo, de nuestro caminar siempre en medio de la paz y armonía.

Debemos estrechar las manos juntas hacia una sociedad más justa, más equilibrada, más amante de lo vivo, llena de esperanza y alegría. Debemos respetar el canto de un pájaro, el bosque de las ilusiones que con su aroma y su oxígeno  nos da energía para vivir, el corazón de la vida. De esta forma juntos haremos de nuestra Tierra una casa acogedora, abierta a las ideas novedosas a favor de la biosfera que nos envuelve, sabiendo en todo momento que tenemos la obligación de dejar para las generaciones futuras este hogar donde todos tenemos que convivir unidos forjando un futuro de felicidad.

 

 

 

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