No sé si la dichosa ambigüedad de Colau tendrá más que ver con el rock que con la política. Androginia desde luego hay ahí. Ayer yo veía a Ana Pastor, tan mujer morena de Romero de Torres (y tan circunspecta, una circunspección un poco pose como los morritos de Mario Vaquerizo), y enfrente a Ada y todo me recordaba un poco aquella entrevista de la BBC a los Sex Pistols, donde Johnny Rotten eructaba e insultaba al entrevistador clásico vestido con su traje de pana y su corbata ancha y su peinado de los setenta.
Ustedes no lo creerán, claro, porque es mi sensación personal, pero a mí me parece que Ada Colau siempre hace y dice en sus apariciones públicas las mismas cosas que hacía Johnny Rotten en las suyas. La ambigüedad no es que parezcas Ziggy Stardust pero al revés, sino que digas las mismas cosas que Johnny Rotten y tanta gente, la Gente, crea que está hablando Nelson Mandela.
Yo ayer observaba la circunspección de Ana Pastor y la comprendía a pesar de la pose. En vivo debe de ser como si se escuchara de fondo, igual que un zumbido, Anarchy in the UK una y otra vez. Se debe de acabar irremediablemente frunciendo el ceño al tratar de sacar algo en claro sobre la distorsión. Es la guitarra espantosa de Sid Vicious resonando mientras pasa ese discurso idéntico, esa respuesta única como un rollo, como una película de lenguaje pseudotécnico, o pseudocientífico, que encuentra casi siempre resquicios por donde colarse, adónde llegar como si fuera líquido.
Existe cierta manía por barnizar a ciertos políticos con adjetivos que relativicen sus extremismos mientras a otros se les presenta de un bruto exagerado no susceptible de ser calificado de ambiguo, por ejemplo. Yo al respecto de Colau me quedo antes con una suerte de androginia que con la dichosa ambigüedad, tan elogiosa, por otro lado. Sobre todo cuando en el fondo todo el mundo ha visto, le guste o no, a Johnny Rotten (ojalá fuera Johnny Rotten) hablando en representación de Barcelona por mucho que a primera vista pueda parecer Agnes, la de la hora Chanante.