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¡Gracias, crisis!

 

Cómo son, cómo son. Quejándose de la crisis día y noche cuando en realidad lo que nos ha pasado es beneficioso, es bueno, ¡es magnífico! Si es que dan ganas de cantar como Los Prisioneros Lo estamos pasando muy bien.  

 

Todos tenemos trabajo digno y bien pagado, nadie está en desventaja ni es maltratado, nuestros jefes nos sonríen y nosotros también a ellos… Aquí no roba nadie ni hay por qué robar, nuestros sueldos son buenos y hasta podemos ahorrar. Ven a jugar a que somos un país de verdad…  


En fin, qué maravilla. Si es que todos somos muy quejicas y no le vemos el lado positivo a esto tan maravilloso que nos está ocurriendo. Hoy que el FMI nos quiere ayudar (sí, nos quiere ayudar, ¿qué otra cosa va a querer panda de mal pensados?) con sus de-sin-te-re-sa-dos consejos, he decidido recordarles todo lo glorioso que el colapso económico nos ha traído (tralalá la lá). A saber:   

 

1) Nos hemos vuelto vegetarianos: De todos es sabido que el consumo de carnes es demoniaco, que el de mariscos es mefistofélico, el de aves es infame y el de pescados es mercúrico. La crisis, esta que se preocupa por la salud de la familia española al punto de incentivar el vegetarianismo y algún día recibirá un reconocimiento por ello (¡ingratos!), ha permitido que en miles de casas -la mía entre ellas- la única carne que se come a diario es la lengua (al mordérnosla para no gritar). ¿No lo entienden? Hay menos fondos para sanidad porque sin los colesteroles malos-malísimos del jamón, de la carne, del pescado, del marisco y esas cosas que no podemos comprar no porque no tenemos ni un duro, sino porque no nos hacen bien, estamos más sanos. Y un pueblo sano… ¡No va al médico! (yeah, yeah, yeah).     

 

2) Glúteos de acero: Siguiendo con lo anterior, dime si no es una forma maravillosa de fomentar el deporte entre la ciudadanía la de impedirle que pueda pagar el transporte público o la gasolina. Arranca la operación bikini, así que ¡saca esa bici, español! Se te pondrá un tipito fabuloso y, además, contribuirás a la limpieza del medio ambiente. ¡Si es que con esta crisis todo son ventajas!  

 

3) Recicladores de lo ya reciclado: Mira qué benefactora ha sido esta crisis que incluso nos ha permitido que nos convirtamos ese ecologista que antes –cuando las vacas gordas- decíamos ser, pero de mentiritas. Ahora sí caramba, ahora sí, recicladores como sólo pueden serlo los pobres: si se estropea un aparato no se tira, se arregla; si los zapatos casi hablan de viejos, no se compran otros, se pegan con goma y hala, otro año más; si la chaqueta tiene unos brillos y unas transparencias en los codos, le ponemos unos parches y ¡qué hipster!

 

4) No lo tiro, esa página donde encuentras desde camas hasta juguetes que alguien ya no usa, se ha convertido en nuestro blog de moda favorito. ¡Yupi!  

 

5) Un pueblo sin vergüenzas (que no «de sinvergüenzas»): «Para el perro», decían mis padres al camarero cuando le pedían lo que no nos habíamos comido para llevar. «…Para el perro desayuno que me voy a comer mañana», completaban la frase cuando el camarero ya no estaba. Las primeras veces que hice el «para el perro» en España mis acompañantes me lanzaron miradas de quécutrepordios o quévergüenzacreeránquesomospobres y le sonrieron al camarero disculpándose por la «sudacada» («compréndela, viene del tercer mundo»). Pero la crisis, ah qué maravilla, nos ha igualado. Llevarse las sobras ya no es vergonzante, es una acción a favor del planeta.   

 

¡Venga ese tuper amigo mío, que mañana volveré a tener hambre!

 

Esto es magnífico.

 

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