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Mientras tantoGracias, Wislawa

Gracias, Wislawa


Como sólo tenía ocho sillas en torno a una mesa invitaba a sus amigos en su casa de Cracovia de siete en siete.

Lo cuenta Abel Murcia, que sabe polaco y por eso podía entenderse con ella sin intermediarios, y traducirla al español, para nuestro gozo.

No tuve ocasión de ser su amigo. Ni siquiera de entrevistarla. Me consuela que John Berger llamó a su timbre. Llevaba un ramo de rosas rojas y como no había nadie lo dejó en la puerta. No sé si tenía felpudo. Abel debe saberlo.

«Se dice que en un discurso lo más difícil es siempre la primera frase… Pues ya la dije… Pero…».

Gracias, Wislawa. Te echamos de menos. Y más en estas tardes tórridas y ríspidas en que la tontería parece más devastadora y la maldad más irrefutable. Confiamos en que vuelva a llover del Vístula al Manzanares.

 

 

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