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Gran premio Thomas Sankara a la Excelencia Humana para grandes mujeres mexicanas


 

Corren malos vientos para el mundo y en especial para toda Centroamérica, y los chicos, y también grandes, se levantan y toman el camino hacia el lugar más incierto de nuestros días, el Norte. Sí, parece mentira que el lugar del mundo que más incertidumbre arroja a las caras de los nacidos vivos sea precisamente el Norte, este norte que tantas veces ha salido por la televisión de neón. Los vientos se pusieron furiosos y los muchachos de todas las edades de casi toda América se pusieron en pie, dieron un brinco y saltaron al tren, un tren del que no se molestaron en mirar si llevaba un nombre. Y sí, el tren suele ir al Norte para que los que se quedan más al Sur tengan la esperanza de que algo más de vida ganarán si se afianzan en una tierra que no es suya y en la que miles de armarifles defienden con  inusitada saña lo que dicen que es “suyo”. Se lanzan al tren, una forma frenética de decir que se lanzan desnudos a las manos del infiel destino. O al abrazo del implacable Tío Sam. Y al tren, un tren que casi no para a recoger a nadie.

 

Pero en su recorrer tierras para ir al encuentro del destino, salen ellas con lo que tuvieran y se asoman a la ventana de su México querido y, sin querer, dan una doble lección al mundo entero. Son mujeres de las que se diría que no pueden tener más que nadie, y de ahí va la primera lección: toma, hijo, maíz cocido, y buen viaje, que Dios esté a tu lado; toma, hijo, un envuelto de frijoles de nuestra tierra, y que Dios te acompañe, y sujétate bien. Toma hijo, no tenemos otra cosa que daros, no es vuestra culpa, ni nuestra; toma, hijo, un trozo de pan, te doy poco para que al otro le llegue otro poco.

 

Al borde peligroso de un tren de nadie que no se puede parar, aunque sus furtivos pasajeros vayan hambrientos y a punto de desmayarse. Y esto lo saben las mujeres, que con su plante al borde del mismo dicen al mundo que no faltan alimentos en toda América para dar de comer a los miles que se marchan por el egoísmo sembrado en todos los sitios por los que lo quieren tener todo.

 

Por todo lo antedicho se les entrega a estas generosas mujeres el Premio Thomas Sankara a la Excelencia Humana, la prueba de que, desde África, o en los alrededores del sentir africano, se les tiene en alta estima. Es un premio de cuantía inmaterial. Rogamos a todos los viajeros que visitan México hagan donaciones con la idea de que allá encontrarán mujeres, y también hombres, que sabrán darles insuperable uso para la dignidad del ser humano en estos tiempos nuevos y convulsos.

 

Barcelona, 30 de agosto de 2013

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