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Grecia y el final de la historia

     

    Alexis Tsipras acaba de convocar un referédum para someter a consulta la última propuesta de la troika, de las instituciones, del grupo de Bruselas, como quiera que se llame. 

     

    Ahora la respuesta está en manos del pueblo griego. La respuesta a la pregunta que nos planteámos en un trabajo académico que ya nos han evaluado y que hoy colgamos aquí para quien quiera leerlo en su totalidad, para quien quiera leer sólo una parte, para quien sólo esté dipuesto a echarle un ojo en diagonal. ¿Pone fin de una vez Syriza a las teorías del final de la historia?, ¿puede haber un futuro diferente para Grecia, para Europa entera?

     


    Un mar de preguntas

 

¿Qué ocurre en Grecia?, ¿por qué ha ganado Syriza?, ¿de verdad está poniendo en cuestión las políticas que ha desarrollado la Unión Europea desde el año 2010 cuando estalló la crisis de deuda?, ¿hasta qué punto constituyen Alexis Tsipras y los suyos un desafío a la historia, de momento lineal y dirigida hacia un progresivo fortalecimiento de la economía liberal en detrimento de la autoridad de los Estados?, ¿puede un pequeño país del sur de Europa cambiar las estructuras, los equilibrios de poder entre el centro y la periferia de la Unión?

 

Comenzamos el trabajo con muchas preguntas. Y trataremos de darles respuestas a lo largo de las siguientes páginas. Para ordenar el relato, hemos decidido contraponer dos teorías contrapuestas, las que representa Francis Fukuyama sobre el final de la historia y las que niegan que esté ya todo escrito y predeterminado.

 

Partimos de la hipótesis de que el caso griego, con Syriza, Tsipras y Varoufakis a la cabeza, está poniendo en cuestión el único camino que parecía haber diseñado Europa. Quiere mostrar que es posible hacer las cosas (la política económica, sobre todo) de manera diferente. Pero también creemos que el margen de maniobra que tienen los nuevos protagonistas de la historia de Grecia es limitado: no tienen el campo abierto, pero lo utilizarán al máximo. De hecho, ya lo están usando con decisionespolíticas que desde fuera de las fronteras griegas se interpretan como desafíos.

 

Para indagar en el problema, vamos a realizar un recorrido básicamente cronológico. Y, precisamente, vamos a partir del momento en que nacían las teorías del final de la historia, coincidiendo con el punto en que se determinaba la dirección que iba a tomar la Unión Monetaria, con todos sus desequilibrios que fueron el germen de la crisis actual. A medida que vaya avanzando el relato, veremos el grado al que llega el intervencionismo en los asuntos internos de Grecia para garantizar que nada se salga del guión pautado de las autoridades de la Unión y del FMI. Y, también, cómo se fue fraguando la contestación social que fue canalizando Syriza hasta llegar al triunfo electoral en enero de 2015.

 

Para construir el relato, usaremos fuentes secundarias, básicamente. Y, sobre todo, la prensa, la fuente fundamental para un tema de tan candente actualidad. También, artículos de expertos y una pequeña fuente bibliográfica para acercarnos al diagnóstico que desde dentro del país se hace de su crisis.

 

 

 

 

“La democracia liberal y la economía de mercado son las únicas alternativas viables para la sociedad actual”. Es la tesis de Francis Fukuyama, el teórico del final de la historia. El gran hito que alimentó esta idea fue la caída del Muro de Berlín, en 1989, y después la caída de la URSS, en 1991. A partir de ahí, los países ex soviéticos y la propia Rusia han caminado aceleradamente hacia el capitalismo más puro. “Lo que podríamos estar presenciando no sólo es el fin de la guerra fría, o la culminación de un periodo específico de la historia de la posguerra, sino el fin de la historia como tal: esto es, el punto final de la evolución ideológica de la humanidad y la universalización de la democracia liberal occidental como la forma final de gobierno”, dice Fukuyama.

 

Aquí, en la Unión Europea, vimos cómo se firmaba el Tratado de Maastricht, con el que se fraguó la Unión Monetaria. Tomamos la explicación de Loukas Tsoukalis y su libro ¿Qué Europa queremos? Los retos políticos y económicos de la nueva Unión Europea1. Según Tsoulakis, con ese tratado, la responsabilidad de la política monetaria se transfería a una nueva institución federal, mientras que la política fiscal seguía siendo descentralizada. Esta combinación no tenía precedentes en la historia, al menos, no tenía ninguno que hubiese superado la prueba del tiempo. “La UEM parece una construcción que desafía las leyes de la gravedad”. Es lo que decía Tsoulakis hace más de una década. Para corregir esa descentralización fiscal y política, se establecieron criterios de convergencia: Maastricht establecía condiciones explícitas en relación con la inflación, los déficits presupuestarios y la deuda pública, con la estabilidad de los tipos de cambio y de los tipos de interés a largo plazo. Tenían que ser cumplidas y lo fueron por todos los países que entraron en la Unión Monetaria, aunque con la ayuda, dice el autor, de la ingeniería contable en los presupuestos estatales y con una interpretación muy laxa del criterio de deuda pública.

 

Pese a la laxitud y a las presuntas trampas, el Tratado de Maastricht fue un decidido paso hacia la hegemonía del modelo económico neoclásico. “Para algunos países eso significó un proceso extraordinario y en buena medida inesperado de ajuste macroeconómico a lo largo de los años posteriores a Maastricht, aunque cabe decir que a un cierto coste de producción y de empleo”, comenta Tsoulakis. Aunque Maastricht no creaba ninguna institución nueva para la dirección de las políticas fiscales, reforzaba los mecanismos de supervisión multilateral existentes, al tiempo que intentaba definir con cierto detalle lo que constituye un comportamiento económicamente correcto.

 

El pacto, como apunta Tsoulakis, fue resultado de la fuerte presión de Alemania, que aspiraba al equilibrio presupuestario de los países participantes y preveía sanciones en forma de multas para los países cuyos déficits presupuestarios superasen el 3% del PIB, algo permitido sólo excepcionalmente.

 

“La constitución de la Unión Monetaria es incompleta, pero en términos de viabilidad política y de ideas económicas es sin duda fruto de su tiempo”, dice Tsoulakis. Eran los primeros años noventa, los del triunfo de la economía neoliberal, los mismos en los que Francis Fukuyama escribe sus tesis sobre el final de la historia. El final de la historia y el último hombre es, justo, de 1992.

 

La ciencia histórica no fue ajena a estas transformaciones. Josep Fontana, en La Historia después del fin de la historia, habla del “fracaso de las expectativas que se habían depositado en formas elementales y catequísticas del marxismo como alternativa a la enseñanza y la investigación tradicionales”2. Fontana distingue entre esas versiones infantiles del marxismo y el crítico, más inteligente, pero destaca “la situación de desconcierto que ha producido este hundimiento de una vieja fe, que ha dado lugar a sorprendentes conversiones y que ha dejado desamparados a muchos de los que se sostenían arrimados a las andaderas del marxismo catequístico, a quienes vemos vagando como almas en pena, buscando un nuevo arrimo, sin encontrar otro catecismo equivalente que les devuelva la vieja confianza y la perdida alegría, dedicados a probar con cada una de las nuevas modas que aparecen en el mercado”. Se había caído un mundo y había desaparecido una caja de herramientas teóricas.

 

Cayó un mundo, quienes más fe en él tenían se quedaron desamparados y se lanzaron a otras formas de hacer historia, como la microhistoria o la superespecialización. O se buscó auxilio en otras ciencias. También, se cayó en otros errores: el reemplazo de una vieja terminología que el “revisionismo” sometía a ataque por otra que no era mejor, sino simplemente “nueva”3. “Mientras los términos que se nos propone abandonar (‘clase’, ‘burguesía’, ‘feudal’ o ‘capitalista’), forjados en los conflictos reales entre los hombres, traducen una dinámica de enfrentamiento, los segundos apuntan a un orden social ‘autorregulado’, inventado por una ‘sociología histórica’ libresca”, escribe Fontana, citando a E. P. Thompson. La “esterilización” (así la llama Fontana) del vocabulario histórico bien puede encajar con el nuevo entorno ideológico, con el final de la historia, con el pensamiento único, que se extendió a partir de 1989. Sobre esos mimbres se construyó la Unión Monetaria. Pero Fontana alertaba ya por aquella época de “la necesidad de comprender que detrás de toda interpretación histórica hay siempre una ‘política’, y que conviene que seamos conscientes de este contenido subyacente”4.

 

Apuntemos un par de notas más sobre Maastricht, porque nos serán útiles para más tarde. La Unión Monetaria es compatible con la arraigada tradición de elitismo y despolitización en la integración europea: “Las decisiones fundamentales fueron tomadas desde lo más alto y a puerta cerrada, los documentos fueron redactados por los responsables de los bancos centrales y por diplomáticos que hicieron del BCE una fortaleza para los cognoscenti, las grandes empresas pudieron dar su opinión en las fases posteriores, mientras que la opinión pública se esperaba únicamente que diese su aquiescencia”.

 

Éste es el marco en que comienza nuestro relato. Ése es el origen de la Europa que conocemos. De la Europa cuyos mayores rigores ha sufrido Grecia en tiempo reciente. Su génesis, o la de sus líneas económicas principales, se produce en un momento de estallido liberal, de convicción de que el capitalismo no sólo ha vencido, sino que es invencible. Para ello tiene palabras Fukuyama, porque pone al Mercado Común europeo como paradigma del Estado liberal: “El Estado que emerge al final de la historia es liberal en la medida que reconoce y protege, a través de un sistema de leyes, el derecho universal del hombre a la libertad, y democrático en tanto existe sólo con el consentimiento de los gobernados. Para Kojève, este así llamado ‘Estado homogéneo universal’ tuvo encarnación real en los países de la Europa Occidental de posguerra: precisamente en aquellos países blandos, prósperos, satisfechos de sí mismos, volcados hacia dentro y de voluntad débil, cuyo proyecto más grandioso no tuvo mayor heroicidad que la creación del Mercado Común”. Ya no hay lucha en los grandes asuntos y sólo queda la economía. O la racionalidad económica, que es “única”, aunque ya nos ha dicho Fontana que hay que desconfiar.

 

 

 

 

Desequilibrios internacionales y crisis de deuda

 

“La crisis de deuda soberana que estalló en Grecia a finales de 2009 se debe básicamente a la inestable integración de los países en la eurozona”, afirma Costas Lapavitsas en su libro Crisis en la eurozona5. Aunque sus causas directas, dice este economista y ahora diputado por Syriza, se pueden encontrar en la crisis 2007-2009 que, a su vez, resultó del proceso de financiarización de la economía. Esa financiarización se desarrolló de forma diferente en cada uno de los países. “La principal fuente de crecimiento de Alemania ha sido su superávit por cuenta corriente dentro de la zona euro, resultado de la presión sobre salarios y condiciones más que sobre un crecimiento superior de la productividad. Dicho superávit se ha reciclado a través de inversión extranjera directa y préstamos concedidos por bancos alemanes a países periféricos y a otros más lejanos. Las implicaciones para la eurozona han sido graves. La financiarización en la periferia se ha desarrollado en el marco de la unión monetaria y bajo la sombra dominante de Alemania”, explica Lapavitsas. En definitiva, Alemania ahorraba y utilizaba su ahorro para financiar a Europa del Sur, necesitada de fondos del exterior.

 

En este final de la historia del que habla Fukuyama hay grandes desequilibrios. Incluso entre países que, en principio, están en la misma fase de desarrollo, entre Estados que ya son democracias burguesas y capitalistas. El superávit por cuenta corriente de Alemania se complementaba con los déficits de las economías periféricas. En estas últimas, “el crecimiento se ha debido al aumento del consumo financiado mediante la deuda creciente de los hogares, o a las burbujas de inversión características de la especulación inmobiliaria”, afirma Lapavitsas. “La integración de dichos países (los periféricos) en la zona euro ha sido, por tanto, inestable; los ha dejado indefensos ante la crisis de 2007-2009 y ha llevado finalmente a la crisis de la deuda soberana”, añade.

 

La legislación de la Unión Europea se realizó al gusto, o al interés, alemán, al tiempo que funcionaba una peculiar división del trabajo de acuerdo con la que Alemania destinaba su excedente de ahorro, su superávit por cuenta corriente, para financiar a la Europa periférica, carente de recursos propios, que recurría a recursos ajenos y, por tanto, al endeudamiento. “La crisis de la deuda soberana tiene sus raíces en esta realidad subyacente más que en el despilfarro de los países periféricos”, afirma Lapavitsas.

 

Incluso la incorporación al euro produjo desequilibrios: “Los países periféricos se incorporaron al euro con tasas de intercambio mayores para, aparentemente, controlar la inflación, renunciando de ese modo a parte de su competitividad desde el principio”. Así, la competitividad alemana crecía todavía más y, con ello, su posición de dominio. “El euro y su marco político auxiliar se han convertido en mecanismos que aseguran los superávits por cuenta corriente de Alemania provenientes casi en su totalidad de la eurozona”, añade Lapavitsas6.

 

Los desequilibrios, que mientras hay crecimiento económico, pasan desapercibidos, saltan a la palestra cuando estalla la crisis. Y cobran más actualidad las palabras que escribía Fontana a principios de los noventa. A su juicio, la caída de los países del socialismo real es, además y sobre todo, su fracaso económico: su incapacidad para cumplir los objetivos de crecimiento que se había propuesto. “Y esto es importante porque ocurre en los mismos momentos en que resulta patente que está seriamente amenazado el crecimiento económico de los países desarrollados y que han fracaso casi por completo (…) los intentos de los subdesarrollados por conseguir su ‘despegue’ por las vías tradicionales del capitalismo liberal o por ‘terceras vías’ más o menos legítimas”7. Y continúa: “De la época en que se nos prometía un año 2000 de opulencia y hartura para todos y en que se predecía que el gran problema iba a ser en qué ocupar el ocio, hemos pasado a la amarga realidad actual en que se llegan a hacer previsiones pesimistas sobre un próximo ‘fin del mundo’ occidental, que se parecerá al hundimiento económico de los países del Este europeo, pero cuyos responsables no serán aquí los partidos comunistas, sino los banqueros, culpables de haber cometido, en el marco del capitalismo ortodoxo, errores semejantes a los de aquéllos en el del ‘socialismo real’”.

 

¿Se ha escrito una enmienda a la totalidad de las teorías de Fukuyama más potente que ésta? Ha cobrado especial sentido en los últimos años, con el estallido de la crisis financiera de 2008, y especialmente en Grecia, la principal víctima en la eurozona, ese club de ricos predeterminado para la prosperidad. Fontana utiliza este argumento para criticar el modo liberal de hacer historia, para poner en cuestión “la visión lineal del progreso”, que es la que está en el fondo del pensamiento de Fukuyama. “Nuestra visión de la historia como una invencible marcha hacia el progreso ha hecho aguas”, afirma Fontana. Y añade: “Una de las primeras cosas que hemos de eliminar de nuestra teoría de la historia es, por consiguiente, la ‘vía única’: hemos de aprender a pensar el pasado el términos de encrucijadas a partir de las cuales eran posibles diversas opciones, evitando admitir sin discusión que la fórmula que se impuso fuese la única posible (o la mejor) (…) Necesitamos repensar la historia para analizar mejor el presente y plantearnos un nuevo futuro, dado que las viejas previsiones en que habíamos depositado nuestras esperanzas se han venido abajo”.

 

Y concluye: “Por desconcertados que nos sintamos, sabemos que nuestra obligación es ayudar a que se mantenga viva la capacidad de las nuevas generaciones para razonar, preguntar y criticar, mientras, entre todos, reconstruimos los programas para una nueva esperanza y evitamos que, con la excusa del fin de la historia, lo que paren de verdad sean nuestras posibilidades de cambiar el presente y construir un futuro mejor”.

 

 

    ¿Final de la historia en Grecia? El nacimiento de Syriza

 

Con la perspectiva que propone Fontana es con la que hay que analizar el nacimiento y consolidación de Syriza ya al frente del Gobierno griego. Syriza razona, pregunta, critica, cuestiona lo ocurrido en Grecia, no sólo lo impuesto desde el exterior, sino también la propia organización del Estado griego.

 

Syriza nació hace más de diez años, en 2004. A principios de los 2000, el partido reformista Synaspismos (la coalición formada por los movimientos de izquierda y ecologistas y ahora mayor organización dentro de Syriza) estaba en total declive electoral y se enfrentaba a la amenaza de no ser capaz de lograr representación parlamentaria. Ello se debía8 a las políticas de centro-izquierda que adoptó, lo que le hicieron parecer sólo un satélite del Pasok. Era necesario un giro a la izquierda, y éste se ejecutó en su implicación en los movimientos antiglobalización y contra la guerra de Irak. La presión social provocó el nacimiento de Syriza como coalición: había un gran deseo entre los activistas no organizados de que la izquierda se uniera y se fortaleciera. Pero esta nueva fuerza era, al principio, únicamente una alianza electoral para conseguir representación parlamentaria en los comicios de 2004. Lo consiguió: superó el 3% de los votos y, gracias a eso, entró en la Cámara griega. Pero los conflictos sobre cuál debería ser su orientación, si más socialdemócrata, si más izquierdista, continuaron y los resultados que tuvo en las elecciones siguientes fueron casi siempre malos e irregulares. También en 2009, cuando ganó el Pasok, que fue el que tiró de manta y descubrió el fraude contable de sus predecesores, de Nueva Democracia, hito que condujo al país al colapso financiero: ante la mentira, los inversores dejaron de fiarse del país y sus costes de financiación se dispararon hasta niveles insoportables.

 

Como consecuencia, en mayo de 2010, el Gobierno griego, liderado por el Pasok de Yorgos Papandreou, firmó el primer Memorándum con la troika, que impuso medidas drásticas de austeridad. Syriza se unió a las protestas cuando estallaron, aunque volvieron a saltar diferencias dentro de sus filas: si una facción era partidaria de acoger en su seno a los socialdemócratas desencantados con el Pasok, otra se mostraba más ambiciosa en su izquierdismo.

 

Mientras se trataban de resolver esas diferencias, el Pasok se hundía por la gestión de la crisis y por venderse a la troika. Entonces irrumpió el movimiento de ocupación de las plazas públicas en el que participaron los activistas de Syriza. Este movimiento de resistencia relanzaría a Syriza. El partido participó en el movimiento “no pagaremos”, desafiante contra las regresivas subidas de impuestos e incrementos en el coste del transporte público; en movilizaciones en apoyo a los trabajadores en huelga de distintos sectores; así como huelgas generales, manifestaciones de masas. “Las viejas ilusiones sobre el carácter sagrado que tiene pagar las deudas, la necesidad de sacrificios compartidos o la imposibilidad de poner en cuestión las políticas del Memorándum se disolvieron rápidamente, así como los mitos sobre la Unión Europea y el Pasok”, comenta Petrou, gracias a Syriza, lo que le dio una gran potencia. Tal es así que en las elecciones de 2012, se hizo con la segunda plaza en las elecciones legislativas.

 

Amelie Poinssot contaba en Mediapart9 que un año después, en el verano de 2013, la izquierda radical realizaba su congreso fundacional. En él, sus diferentes componentes se disolvían para fundar una nueva estructura, la “Syriza-EKM” ( Syriza “Frente Social Unitario”). “Una etapa decisiva en la historia de este joven partido, ya que todos sus componentes han acordado un programa político común, unos nuevos estatutos, una imagen común hacia el exterior más homogénea, más coherente con su electorado y frente a sus adversarios”, cuenta Poinssot.

 

Syriza se definía como “un partido fundado sobre el pensamiento marxista y la larga historia del pensamiento emancipatorio, que trata de avanzar teniendo en cuenta todo este importante aporte teórico” y planteaba sus objetivos: “cambio democrático del sistema político”, “organización de una sociedad basada en la propiedad y la gestión social de los medios de producción”, “acabar con la dominación de las fuerzas neoliberales y la anulación de los memorándum de austeridad”, además de sus líneas programáticas: paralización de la privatización de los servicios públicos, la garantía del acceso a bienes comunes fundamentales como el agua, la educación la sanidad, la instauración de una renta básica y ayudas para toda la gente desempleada del país.

 

Todas estas propuestas serían detalladas más adelante, en el llamado Programa de Salónica10, que proponía, en primer lugar, aplicar una quita en la deuda pública griega en el marco de una Conferencia Europea sobre la Deuda. También, aplicar una “claúsula de crecimiento” en el pago de la deuda, para que su financiación sea vía crecimiento y no vía presupuesto. Además, una moratoria en el servicio de la deuda y excluir la inversión pública de las restricciones del Pacto de Estabilidad y Crecimiento. Por último, planteaba un plan de reconstrucción del país basado en cuatro pilares: la lucha contra la crisis humanitaria; la activación de la economía y la puesta en marcha de un sistema impositivo justo; la recuperación del empleo; y la profundización democrática.

 

Con este programa fue con el que Syriza ganó las elecciones de 2015. El electorado ponía en cuestión, por primera vez, el camino iniciado en Maastricht y fortalecido con las medidas impuestas entre Alemania, Bruselas y Washington para acabar con la crisis de deuda. Syriza ponía en cuestión la teoría del final de la historia, la de la resignación ante la que se considera la política económica “correcta”. Syriza constituye una rebelión contra el liberalismo económico radical. Aún no sabemos si hay visos de triunfo, o no, sólo que se ha abierto un nuevo camino.

 

     

    Una crítica mirando hacia dentro

 

Pero Syriza no sólo es una respuesta al orden de cosas de la UE. También es una reacción al funcionamiento de las cosas en el seno de la propia Grecia. Para hablar de la Grecia de los últimos años, usaré un pequeño libro de artículos del escritor griego de origen turco Petros Márkaris11: “Grecia vive actualmente su crisis más dramática desde el final de la segunda guerra mundial. Una crisis cuyas causas son, en un 90%, nacionales. En lo que los griegos no logran ponerse de acuerdo es en establecer cuándo comenzó a forjarse este desastre financiero. La mayoría culpa a los dos gobiernos de Kostas Karamanlís, líder del partido Nueva Democracia, que dirigió los destinos del país entre 2004 y 2009. Otros se remontan al principio de los años ochenta, es decir, a la época en la que Grecia entró en la Comunidad Económica Europea (CEE). Estos últimos se refieren, con toda razón, a las dos crisis financieras que ya entonces hicieron zozobrar al país. La primera en 1985, cuando el déficit aumentó hasta el 9,5% del PIB; y, la segunda, a principios de los noventa. Por lo tanto, la crisis que actualmente azota Grecia sería la tercera y la más grave”.

 

Márkaris añade: “El problema de Grecia es, en primer lugar, político. Las crisis financieras se repiten una y otra vez, pues son la consecuencia de la política errónea que se ha venido practicando durante décadas. Hasta el año 1981 Grecia era un país pobre que, no obstante, lograba vivir honestamente con su pobreza. Entonces comenzaron a llegar las subvenciones de la CEE. Por primera vez en la historia contemporánea las arcas del Gobierno estaban llenas. Andreas Papandreu, primer ministro del primer gobierno del Pasok, intentó ganarse con dinero la simpatía de los votantes. Así que permitió que las subvenciones se repartiesen entre un grupo de privilegiados y se utilizasen para objetivos muy diferentes a los establecidos por la CEE. Ésta fue una decisión política y constituyó el punto de partida de una economía demagógica, cuyo único objetivo era la reelección, y que sería adoptada por todos los gobiernos griegos. Cada uno de ellos acogió a su propia gente en la Administración, que se convirtió en un enorme monstruo, incapaz de funcionar”.

 

Ante esta realidad, el nuevo Gobierno griego de Syriza manifestaba su deseo de acabar con décadas de ineficiencia y clientelismo político12.

 

Y eso que Lapavistas13 explica lo ocurrido en Grecia en las últimas décadas y dibuja un panorama algo diferente. En el país el gasto público se mantuvo más o menos constante. Pero los ingresos se hundieron a mediados de la década de los 2000 por la rebaja de la tributación a los ricos. Se recuperaron al final de la década, pero no lo suficiente como para compensar el descenso previo, sobre todo cuando comenzaba a aumentar el gasto público debido al inicio de la crisis. Por eso, la deuda nacional también aumentó. Pero, según este economista, “no existen razones estructurales que expliquen por qué las tensiones causadas por la deuda se han concentrado tanto en Grecia. Sin duda, el país tiene una deuda pública relativamente grande y, por tanto, se enfrenta a una fuerte necesidad de refinanciación sobre todo cuando el presupuesto viró intensamente hacia el déficit en 2009. Pero la deuda pública italiana también es elevada. Además es cierto que los sucesivos Gobiernos griegos han estado manipulando los datos de forma persistente y que el país se enfrenta a un gran déficit por cuenta corriente. Pero estas presiones se podrían haber manejado con razonable suavidad de no haber sido por la especulación en los mercados financieros. Incluso ésta se podría haber afrontado si las autoridades hubieran mostrado alguna disposición para remediarla”.

 

Fue el BCE, ya en 2012, cuando paró la especulación contra los activos europeos, con las famosas palabras de su presidente, Mario Draghi: aseguró que haría todo lo necesario (“whatever it takes”) para preservar al euro “y créanme: será suficiente”. Pero cuando Draghi dijo eso, ya estaba atado y bien atado todo en Europa. La austeridad y el ajuste se habían convertido en la norma para luchar contra la crisis de deuda en los países afectados. Sólo con la condición del mantenimiento de políticas económicas ortodoxas, el BCE podría hacer “de las suyas” para defender al euro. Y el primer campo de pruebas fue Grecia.

 

 

 

 

El primer rescate: la primera intervención

 

Como relata Lapavitsas14, el 2 de mayo de 2010, tras mucha dilación y discusiones internas, la UE anunció un paquete de apoyo para Grecia de 110.000 millones de euros, articulado conjuntamente con el FMI. “La intervención griega actuó como experiencia piloto de un paquete mucho más grande, anunciado el 9 y 10 de mayo, de aproximadamente 750.000 millones de euros”, dice Lapavitsas, que irían a parar a otros países con problemas. “A pesar de la retórica de los líderes europeos resaltaba el propósito de salvar la Unión Monetaria mediante el rescate de los países periféricos, el auténtico problema era el lamentable estado de los bancos de los países del núcleo. A la intervención no le preocupaba tanto el desastre que se desarrollaba en Atenas como el hecho de que los bancos europeos (principalmente alemanes y franceses) se enfrentaban a una ola de pérdidas y de graves dificultades de financiación”. “Además, el debilitamiento del euro -y su declive como divisa internacional de reserva- perjudicaba al potencial de expansión del capital financiero europeo, sin mencionar el empeoramiento de los problemas de financiación a los que tenían que hacer frente los bancos europeos en sus balances”, añade.

 

Los rescates a Grecia fueron rescates para la banca: “Los flujos bancarios netos desde el núcleo a la periferia han sido positivos y crecientes en la segunda mita de la década de 2000 (…) La exposición de los bancos del núcleo frente a los países de la periferia aumentó de forma considerable después de que aparecieran los primeros signos de la crisis financiera internacional en 2007 (…) Hasta 2009, la solvencia de los estados periféricos no preocupaba a los bancos de los países de la zona central; de hecho, la concesión de préstamos a los gobiernos parecía un procedimiento razonable (…) En el periodo 2007-2008, los bancos del núcleo se encontraron con que mantenían excedentes en euros y, dada la preocupación general sobre el crédito, consideraron que los bancos periféricos eran más seguros que los de otros países. Mientras que los sistemas financieros anglosajones ya habían sido golpeados por la crisis, los países europeos parecían lugares más seguros (…) Los márgenes crecientes en Grecia y Portugal y un mercado inmobiliario boyante en España parecían ofrecer rendimientos elevados y seguros a los bancos de la zona central del euro”.

 

Esta creciente exposición de los bancos de la Europa central a la periférica, el exceso de riesgo concentrado en el sur de Europa, estaban detrás de las negociaciones entre la zona central y la periferia con respecto a un plan de rescate para los países más débiles: “Si la periferia no fuera rescatada y se produjera un incumplimiento generalizado, el sistema bancario del núcleo se encontraría en una situación muy difícil”.

 

El fondo de apoyo a la periferia (o a la banca a través de la periferia) contaba con contribución del FMI. “El precio de su asistencia consistía, por supuesto, en programas de ajuste fiscal y económico. En resumen, la austeridad se impondría a los Estados miembros que se encontraran en dificultades, como sucedió de inmediato en el caso de Grecia”, comenta Lapavitsas. Para este economista, “la respuesta de la zona euro ha sido coherente con el arraigado neoliberalismo que existe dentro de la UE”. “El conservadurismo fiscal ha vuelto a resurgir triunfante”, añade.

 

Grecia ya había impuesto medidas de austeridad a principios de 2010 por decisión propia, pero adoptó medidas mucho más duras una vez que acordó su paquete de ayuda con la UE y el FMI a principios de mayo de 2010. El Memorando con las medidas de austeridad que acompañaba al rescate fue aprobado por el Parlamento griego y, por tanto, tenía rango de ley. Lapavitsas15 recoge en su libro algunas de las principales políticas impuestas y que resumimos: reducción de salarios, gasto social, así como de los subsidios por desempleo y empeoramiento de las condiciones de trabajo; subidas del IVA del impuesto sobre la renta para la franja de ingresos medios, mientras se bajaba el impuesto de sociedades; privatizaciones, incluidas las del suministro de agua, energía y terrenos públicos; reducción de pensiones y aumento de la edad de jubilación.

 

Además de estas medidas, el Memorando que acompaña al rescate de 2010 incluye cláusulas que obligan a que el Gobierno haga lo necesario para alcanzar el equilibrio fiscal. “La economía y la sociedad griegas, por tanto, se han declarado campo abierto con el fin de reducir el déficit fiscal”, explica Lapavitsas.

 

La ortodoxia económica liberal tenía que imponerse en el país. Maastricht no había sido suficiente. Era necesaria una vuelta de tuerca. Eso era lo que significaba, según Nouriel Roubini, la entrada del FMI en el programa de ayuda a Grecia: “Un programa real o en la sombra del FMI incrementaría la credibilidad de una política de ajuste fiscal y reformas estructurales”16. A juicio de Roubini, con la sola intervención de la Comisión Europea imponiendo la condicionalidad fiscal y estructural, y del BCE y la UE proporcionando financiación, no sería suficiente para recuperar la confianza de los mercados, sobre todo si en las calles empezaba a haber protestas y disturbios. El FMI, pues, era una garantía. Precisamente, el FMI ha sido un agente de la expansión del liberalismo económico por el mundo: Asia y América Latina son ejemplos de ello. “Dado que la UE no tiene historia en la imposición de condiciones, y la financiación del BCE puede ser percibida como una forma de rescate, un programa del FMI sería la mejor solución. Los programas de más éxito puestos en marcha ante el riesgo de una crisis fiscal o de deuda externa fueron aquéllos en los que una gran cantidad de financiación aportada por el FMI reforzó creciente credibilidad a los compromisos de ajuste y reforma”, comentaba Roubini. Y añadía: “La UE y el BCE están preocupados sobre el riesgo moral que ocasionaría cualquier rescate. Pues por eso un programa creíble del FMI, que ate el soporte financiero al progresivo cumplimiento de objetivos fiscales y reformas estructurales, es el camino correcto para enseñar a Grecia y los otros PIIGS cómo volar”.

 

Había que aprovechar la oportunidad para blindar el camino a ese final de la historia del que habla Fukuyama. Al final, se cumplieron los deseos de Roubini y el FMI entró en la troika.

 

En el texto de la Comisión “The economic adjustment program for Greece”17, se da el argumentario para iniciar las medidas de austeridad. El fuerte crecimiento que tuvo Grecia durante la primera década del nuevo siglo estuvo basado en factores insostenibles. La absorción del ese boom económico y la débil competitividad de Grecia tuvo como consecuencia un gran de la deuda externa. Según los cálculos de la Comisión, existía un tipo de cambio sobrevalorado en alrededor de un 10%, que había que corregir con las medidas de devaluación interna (bajada de salarios, pensiones, etc.). Los desequilibrios tenían un muy diferente origen, según otros teóricos, los que hemos mencionado antes, pero, de acuerdo con la Comisión, el precio de tales errores y de tales desequilibrios de origen, que partían del muy diferente reparto de poderes en el seno de este club de ricos, lo debían pagar los ciudadanos griegos con recortes.

 

Así, la posición subalterna de Grecia se acentuaba porque pasaba a ser un país bajo vigilancia de los países del centro: “La evolución bajo el programa será objeto de seguimiento a partir de datos suministrados a la Comisión Europea, al BCE y al FMI por parte del Ministerio de Finanzas, la Oficina General de Contabilidad y el Banco de Grecia. Las autoridades transmitirán sin demora al FMI, la CE y los expertos del BCE los datos y las revisiones de manera oportuna”. Misiones de la troika viajarían periódicamente a Atenas para vigilar el cumplimiento de los compromisos del Gobierno griego.

 

Hans-Werner Sinn, presidente del instituto Ifo y consejero en materia económica del Gobierno de Alemania, ya había escrito en febrero de 2010: “Grecia perderá su soberanía, dado que la UE controlará todas las decisiones relevantes sobre el presupuesto que haga el Gobierno griego”18.

 

 

Segundo rescate: se intensifica el intervencionismo

 

El segundo rescate, a partir de mayo de 2012, también fue duramente monitorizado. Pero, antes de abordarlo, hay que analizar cómo se llegó a él. Sobre todo un hito fundamental: la frustrada convocatoria de un referéndum por parte del primer ministro griego, Yorgos Papandreou, y el nombramiento de un gobierno tecnocrático encabezado por Lukas Papademos a partir de noviembre de 2011. Era un nuevo primer ministro de un gobierno de concentración que tenía como principal misión la de aplicar los recortes asociados al segundo rescate, ésos que Papandreou quería someter a referéndum19, aunque él estaba a favor: calificó de “beneficioso” para Grecia el acuerdo pactado que incluiría la entrega de 130.000 millones de euros y una condonación del 50% de la deuda helena.

 

Fue la primera vez, pero no la última, en la que se produjo una gran intromisión, una gran presión del resto de países europeos sobre Grecia, sobre el Gobierno de Papandreou y su soberana decisión de convocar un referéndum. La prensa informó de que Merkel y Sarkozy20, los mandatarios alemán y francés, tuvieron una conversación telefónica y emitieron un comunicado urgiendo a que se comenzara a aplicar cuanto antes el segundo rescate. Y Financial Times21, años más tarde, explicó los entresijos de las negociaciones que dieron al traste con la consulta de Papandreou. José Manuel Barroso, entonces presidente de la Comisión Europea, fue el principal artífice. El referéndum no se celebró, Papandreou cayó y Papademos le sustituyó al frente de un Gobierno tecnocrático de concentración que no pasó por las urnas y cuya misión era cumplir con los designios de la troika.

 

Para analizar el segundo rescate, que se aprobó en febrero de 2012, acudimos al documento oficial22. En él se evalúa el progreso desigual del primer rescate: «Varios factores han dificultado su implementación: la inestabilidad política, la protesta social, la incapacidad del Gobierno para llevar a cabo las reformas y que la recesión fuera más profunda de lo anticipado». Además, «en varias ocasiones hubo dudas legítimas sobre la propiedad del programa por parte del Gobierno griego».

 

El segundo programa aparentaba dar un trato más benévolo a Grecia: «La implantación de reformas encaminadas a la recuperación del crecimiento económico gana preeminencia, al tiempo que la reestructuración de la deuda y el incremento de la financiación oficial permiten un ajuste fiscal más suave y un proceso de privatización más gradual».

 

El segundo rescate incluía una reestructuración de la deuda. El acuerdo era de aceptación voluntaria por parte de los acreedores, pero salió adelante. Porque, y esta interpretación es de ATTAC23, este encaje provocaba que los acreedores ganaran 30.000 millones de euros respecto a la cotización que en el mercado tenían los bonos de Grecia.

 

Pero quizás ese «alivio» que se otorgaba a Grecia se debía al reconocimiento por parte de la troika de que era complicado conciliar un proceso de devaluación interna con el del ajuste fiscal.

 

Avisaba el texto de que los riesgos de implantación del programa seguían siendo muy altos: «El éxito del segundo programa depende de Grecia». Confiaban las autoridades europeas, de todas formas, en que habría mayores facilidades a partir de ese momento que en el pasado: «El exitoso canje de deuda debería fortalecer el moméntum de reformas y construir un consenso en favor de las difíciles reformas que aún quedan por delante». También había algún guiño social: «Se ha cuestionado el programa de ajustes dadas sus implicaciones sociales. Aunque la corrección de grandes e insostenibles desequilibrios externos y fiscales en el espacio de pocos años imponen una reducción en los estándares de vida a toda la sociedad griega, las consideraciones sociales siempre han estado presentes en el diseño del programa. En las discusiones con las autoridades de Grecia ha habido siempre una preocupación por minimizar el impacto de las medidas en los estratos más vulnerables de la población».

 

Pero es posible que la población no tenga esa sensación, teniendo en cuenta lo que ocurrió en las elecciones del año 2012. Porque, ¿no hay un cierto tono hasta colonial en los fragmentos que hemos extraído del programa del segundo rescate de Grecia?, ¿no aparece Grecia en una posición subalterna, en situación de tutelaje para adaptar su estructura a la de un mercado liberal y ordenado?

 

Esa sensación se exacerbó con vistas a esos comicios de 2012.

 

 

Las elecciones de 2012 y la campaña del miedo contra el cambio y contra Syriza

 

Pero hagamos un inciso para explicar qué ocurría en la calle, para entender mejor lo que luego sucedería en las urnas. El primer rescate llevó consigo recortes y subidas de impuestos. Así describe Márkaris sus consecuencias: “Los nuevos impuestos afectan especialmente al trabajador y al pequeño y mediano empresario (…) Aquellos que practican la evasión de impuestos como si de un deporte se tratara no tienen por lo tanto nada que temer. En estos últimos quince meses de crisis, el Gobierno no ha sido capaz de instaurar un sistema fiscal eficiente ni de detener la evasión de impuestos”24. Para Márkaris, por ello, toda la población griega estaba indignada.

 

Según Márkaris, había tres tipos de indignados. En primer lugar, los que veían peligrar sus privilegios con la crisis, los que durante décadas se habían beneficiado del clientelismo político y empezaban a sentir la presión de la troika, que obligaba a hacer reformas; en segundo lugar, las pequeñas y medianas empresas y los empleados del sector privado, que se sienten inseguros y deprimidos porque han perdido la esperanza de que el país pueda salvarse; en tercer lugar, los que se reúnen en la Plaza Syntagma. Es, dice Márkaris, de una multitud variada: “Algunos se quejan de los parlamentarios, otros organizan asambleas, escriben resoluciones y sueñan con la ‘democracia directa’. Aunque también hay muchos que sencillamente quieren mostrar su rabia meramente con su presencia. Se manifiestan de forma pacífica y han logrado imponerse a los violentos”.

 

“Por otra parte, están los europeos con sus demandas. Desde Olli Rehn a Angela Merkel, pasando por José Manuel Barroso y Christine Lagarde, todos suplican a los dos grandes partidos, Pasok y Nueva Democracia, que voten a favor de las nuevas medidas de ajuste del gasto. Dicen sencillamente: si los portugueses lo hicieron, ¿por qué no lo hacen los griegos?”.

 

Pero los griegos se rebelaron. Y el primer conato de rebelión tuvo lugar en las elecciones de 2012. Fueron el 6 de mayo de 2012, pero como su resultado no permitió la formación de un Gobierno, se convocaron nuevos comicios el 17 de junio.

 

Fue en ese contexto, además, en el que se acentuó el intervencionismo extranjero en Grecia, en concreto, en su proceso electoral, instando al pueblo a votar en una determinada dirección. Claudi Pérez25 sintetizaba lo que ocurría, contando las declaraciones de José Manuel Barroso: “El presidente de la Comisión ha recogido este miércoles las amenazas que durante los últimos días han proferido ministros y banqueros centrales y ha planteado las elecciones en Grecia como un plebiscito en el que los griegos deciden si quieren quedarse en el euro o no. ‘Queremos que Grecia continúe formando parte de la familia europea. Pero la solidaridad y el apoyo europeo son a cambio de reformas, de sacrificios. No hay una alternativa menos dolorosa o difícil’, ha advertido Barroso”.

 

Las presiones procedentes de Alemania fueron intensas: “Para que Grecia se quede en el euro se necesita un Gobierno estable que esté dispuesto a emprender el camino que hemos diseñado”, afirmó Wolfgang Schäuble, ministro de Finanzas alemán. Y Angela Merkel, según recogía Público, aseguró el día antes de las elecciones: “Es extremadamente importante que las elecciones griegas se cierren mañana con un resultado en el que los que se encarguen de formar gobierno digan ‘Sí, mantendremos nuestros compromisos’”26.

 

“’Sólo puedo advertir a todo el mundo sobre la salida de la unión monetaria. La unidad interna de la eurozona peligraría’, señala el primer ministro de Luxemburgo al ser preguntado por la posibilidad de que la izquierda de Syriza, que se ha postulado contra la austeridad, triunfe en los comicios griegos. Juncker advierte en la charla de que no puede descartarse una victoria de esta formación y de que las consecuencias de ese escenario para la eurozona son ‘imprevisibles’”, recogía El Confidencial27 justo el día de las elecciones del 17 de junio.

 

Con lo que jugó la UE fue con la amenaza de que si los griegos votaban “mal”, se enfrentarían a que su país saliera del euro y a imprevisibles consecuencias. Y funcionó, pero a medias, porque se pudo atisbar una respuesta del pueblo contra las medidas de austeridad, en forma de un sólido apoyo a Syriza. En las primeras elecciones, las de mayo, Nueva Democracia obtuvo el 18,9% de los sufragios; seguida de Syriza, con un 16,8%; sólo en tercer lugar logró colocarse el Pasok, con un 13,2%. En las elecciones celebradas en junio, Nueva Democracia se llevó casi el 30% de los votos; Syriza, prácticamente un 27% y el Pasok, un 12,28%.

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La estrategia del miedo funcionó, pero sólo en parte. Hay que tener en cuenta, para analizar totalmente los resultados que el sistema electoral griego premia al ganador en votos con una prima de 50 diputados gratis. Si no fuera así, quién sabe si Syriza hubiera podido formar gobierno ya en esa fecha con otros partidos políticos.

 

 

 

 

Los comicios de enero de 2015: Syriza llega al poder

 

El miedo no cuajó en las elecciones del 25 de enero de 2015, cuando ganó claramente Syriza con el programa que esbozamos más arriba. Syriza obtuvo nada menos que el 36,34% de los sufragios, detrás se colocó el conservador Nueva Democracia, con un 27,81%, y en tercer lugar, pero lejos, la fuerza de extrema derecha Amanecer Dorado, con un 6,28% de los votos.

 

Las elecciones tuvieron lugar por convocatoria adelantada. Todo se aceleró con la decisión del Gobierno de Nueva Democracia de Antonis Samaras de adelantar el relevo presidencial dos meses. Samaras escogió a alguien, a Stavros Dimas, que muy difícilmente podía ser apoyado por, por ejemplo, Syriza. Esta fuerza votó en contra en todas las convocatorias previstas para acometer el cambio presidencial en el parlamento para forzar el adelanto de las elecciones legislativas28.

 

Había también razones económicas. Las negociaciones que mantenía Grecia con la troika en París concluían a finales de noviembre de 2014 sin acuerdo. La troika veía insuficientes las medidas que proponía la Atenas dirigida por un Gobierno conservador para hacer frente a la brecha financiera que se esperaba para 2015. El 8 de diciembre, el Eurogrupo acordaba una prórroga de dos meses, hasta finales de febrero, del rescate para Grecia, que en principio terminaba el 31 de diciembre. Con ello, se pretendía dar más tiempo al país para que acordara con la troika los ajustes a realizar para lograr el desembolso del último tramo de ese rescate29. Después, seguramente, también se tendría que negociar el tercer rescate del país.

 

Justo después del día en que consigue la prórroga del rescate, Samaras, el primer ministro, adelanta las elecciones presidenciales que desembocan en un adelanto de las elecciones legislativas que dan el triunfo a Syriza. Samaras no quería asumir la negociación de más recortes. Prefería dejar esa tarea a su sucesor en el cargo o a él mismo con la autoridad que da el respaldo de las urnas.

 

Syriza lograría también en febrero una prórroga del segundo rescate, durante cuatro meses, pero sin que a día de hoy, y estamos a principios de mayo, haya recibido ni un euro. Aún se encuentran negociando condiciones de esa prórroga, sin que el partido de Alexis Tsipras pueda, en realidad, poner en marcha de verdad su programa electoral, salvo en sus más pequeños detalles.

 

La presión que ahora está sufriendo el nuevo Gobierno griego es inaudita. La fuerte personalidad y la convicción del carismático ministro heleno de Finanzas, Yanis Varoufakis, enfurece a sus interlocutores. En la última reunión hasta la fecha, la que tuvo lugar el viernes, 24 de abril, la tensión fue máxima. Una conversación entre la canciller alemana, Angela Merkel, y el primer ministro heleno, Alexis Tsipras, desembocó en que este último redujera el peso de Varoufakis en las negociaciones con Europa30. La corresponsal de El País en Atenas comentaba: “Alemania ha pedido varias veces la cabeza del titular de Finanzas; de hecho, el propio Tsipras habló por teléfono el domingo con la canciller Angela Merkel, y con el presidente del Eurogrupo, Jeroen Dijsselbloem, para relanzar el proceso”.

 

Todo este infructuoso proceso de negociaciones comenzó con la decisión del BCE, el 5 de febrero, de dejar de aceptar bonos griegos como garantía en las operaciones de financiación de la banca griega como maniora de presión, ya que las entidades financieras del país dejaban de tener el derecho a obtener dinero gratis del BCE. Su único modo de sobrevivir en un momento en que se acentuaba la fuga de depósitos era a través de la línea de financiación de emergencia del Eurobanco, mucho más cara, a menor plazo y sujeta a condiciones31.

 

Forma parte de una estrategia. Eso se puede deducir de las palabras de Philippe Legrain, exasesor del ex presidente de la Comisión Europea, José Manuel Barroso, y profesor de la London School of Economics32: “Las autoridades de la zona euro están provocando deliberadamente una crisis de liquidez en Grecia, con el fin de forzarla a capitular”. Y añade: “El presidente del Eurogrupo, Jeroen Dijsselbloem, ha sugerido que Grecia podría necesitar imponer controles de capital, alentando el retiro de depósitos de los bancos griegos (…) Así, las posibilidades de que las autoridades de la zona euro estén imponiendo demasiada presión y de que Grecia se vea expulsada accidentalmente del euro están aumentando. Al mismo tiempo, la opinión pública alemana está reclamando, cada vez más, que Grecia salga del euro, y por tanto, la canciller Merkel podría concluir que ella tiene que actuar de acuerdo con esa opinión”.

 

 

Una reflexión sobre la geoestrategia dentro de la Unión Europea y los pequeños pulsos griegos

Puede que Merkel quiera la salida de Grecia del euro, o que la acabe forzando para responder, según dice Legrain, a las demandas de la ciudadanía alemana. Pero quizás la versión más plausible es que Alemania, así como el resto de los países de la zona euro, cada uno por sus razones, prefieren continuar con un “statu quo” que consistiría en que Grecia continuara sin rechistar con los ajustes aunque fuera a cambio de cierto apoyo financiero por parte de la troika. Y, eso sí, siempre con la troika comandando las negociaciones, llevando la iniciativa.

 

Si Grecia fue el conejillo de indias sufriendo el primer rescate financiero, Grecia tiene que seguir siendo ejemplar y no crear un peligroso precedente de comenzar a cambiar la historia, de mostrar que hay otra manera de hacer las cosas, que es posible romper con la austeridad, revertir recortes, procesos de privatización y reformas laborales. También, de que es posible recuperar el papel del Estado como vertebrador social y reequilibrador de fuerzas. Eso no interesa nada. Los planes que Alemania tenía desde el principio, desde Maastricht, son muy diferentes.

 

Es en los malos tiempos cuando las estrategias salen a la luz. Algo así manifiesta Joschka Fischer33 a principios de 2010: “¿Qué es lo que pasa con Angela Merkel? Hace muy poco tiempo, se la celebraba como ‘Ms Europa’; ahora da la creciente impresión de ser una ‘Frau Alemania’. En lugar de proporcionar un liderazgo resolutivo en la crisis económica y financiera, la economía más grande de la UE se está encerrando en su caparazón (…) El punto crucial no es la renovada fortaleza de la economía alemana, sino si Alemania usará su fortaleza en interés de Europa o en el suyo propio. Desafortunadamente, Merkel parece haber optado por la segunda opción, porque entraña menos riesgo político interno”.

 

Alemania puso por encima de todo sus intereses como superpotencia dentro de la zona euro sin que ningún otro país le rebatiera con la suficiente fuerza como para cambiar la orientación de las políticas. Quizás lo hizo con la seguridad de que incluso para los países más débiles y castigados por la pertenencia a la Unión Monetaria, la zona euro era la ubicación más segura. No tenían otro lugar al que ir, ni otros socios que buscarse. Es una interpretación. Aunque hay otra: la potencia de Asia y el creciente protagonismo que está adquiriendo la región como destino a sus exportaciones hacían que Alemania “olvidara” que sus principales clientes seguían siendo sus socios comunitarios. En la práctica, según George Soros34, “a Alemania no se le puede culpar de querer una divisa fuerte y un presupuesto equilibrado, pero, como el país más fuerte y más solvente que es, está imponiendo involuntariamente sus políticas deflacionistas al resto de la zona euro. No es probable que el público alemán reconozca el daño que las políticas alemanas están haciendo al resto de Europa, porque, tal como funciona el euro, la deflación servirá para hacer a Alemania más competitiva”.

 

Pero toda esta correlación de fuerzas ha puesto en cuestión en alguna ocasión. En estos cien días de gobierno, el Ejecutivo de Alexis Tsipras se ha acercado a Vladimir Putin35, se ha opuesto a las sanciones que la Unión Europea ha impuesto a Rusia36 y también se ha aproximado a China37.

 

 

 

 

Los últimos movimientos y las próximas decisiones

 

Grecia, Syriza, sus políticas, si finalmente se aplican, pueden mostrar que hay otra manera de hacer las cosas. No sólo para beneficiar a la que se supone que es su base social, sino para sacar a la economía de la depresión. Lapavitsas38, antes de que se celebraran las últimas elecciones, escribió: “La brutal austeridad tuvo éxito al lograr la estabilización de Grecia y mantener al país en la unión económica y monetaria, pero destrozando su economía y su sociedad. El déficit presupuestario se ha visto drásticamente reducido, el déficit por cuenta corriente se ha convertido en superávit y la perspectiva de un impago de la deuda se ha reducido. Pero el PIB se ha contraído un 25%, la tasa de paro se ha disparado por encima del 25%, los salarios reales han caído un 30% y la producción industrial se ha reducido un 35% (…) Desde el verano de 2014, la depresión económica parece llegar a su fin, gracias al gran comportamiento del turismo. Pero el daño producido por las políticas de la troika es tan severo que las previsiones son desastrosas. La debilidad se muestra en el comercio exterior, que el FMI previó que actuara como motor (…) Ésta es una economía profundamente disfuncional”. Ante esta situación Syriza propuso un programa económico que no está pudiendo cumplir, pese a que Lapavitsas, en su artículo, afirmaba: “Un Gobierno de Syriza probablemente se enfrentará a un ultimátum para capitular, quizás a cambio de una descafeinada versión de austeridad. Esto sería un desastre para Grecia y una mayor decepción para el resto de contrarios a la austeridad en Europa. Es vital que Grecia gane y aplique su programa sin encogerse”.

 

Cuando el Gobierno de Syriza cumplía cien días al frente del país, The Guardian publicaba un reportaje39 de balance en el que enfrenta a Tsipras al siguiente dilema: tendrá que decidir si prefiere aplacar a los prestamistas extranjeros, aceptando los términos y condiciones de otro paquete de rescate para mantener a Grecia dentro de la moneda única, o adoptar la postura del ala izquierdista de su partido. “Los militantes encabezados por el ministro de Energía, Panagiotis Lafazanis, dicen que cualquier ruptura con Europa sería mejor que la firma de un acuerdo que cruzara las líneas rojas marcadas por Syriza”, comenta The Guardian, que recuerda que el partido neonazi Amanecer Dorado ha acusado ya a Tsipras de someterse a Merkel.

 

Tsipras ha resuelto el conflicto entre el ala dura de Syriza y el previsible acuerdo al que tendrá que llegar con Europa: un referéndum40. Tsipras recuerda que su mandato electoral es negociar un acuerdo con la UE y con el FMI que no repita el círculo vicioso de austeridad, miseria y pillaje. En el caso de que el acuerdo exceda el mandato electoral, en el caso de que no se cumpla con él, “los griegos tendrá que decidir qué hacer, obviamente no a través de unas nuevas elecciones”, sino a través de un referéndum, para someter al veredicto del pueblo la negociación con Bruselas. Con esta promesa es con la que ha cumplido Alexis Tsipras. 

 

Tsipras, así, dejaría en manos de los ciudadanos griegos la ruptura o la continuidad con este estado de cosas.

 

Vayamos a la otra idea de la que hablaba Lapavitsas: en el caso de que Syriza fracase y no logre poner en marcha las transformaciones que desea, será una gran decepción para el resto de fuerzas del sur que también están en contra de la austeridad. Aunque el apoyo que ha recibido de ellas ha sido bastante limitado. No hablamos ya de los propios Gobiernos del sur de Europa que, como explica Francesc de Carreras, ha sido inexistente, sino también de fuerzas como Podemos, la izquierda francesa o el Movimiento Cinco Estrellas de Italia. Detengámonos un momento en un artículo que escribió De Carreras en El País41. En él, explica las grandes limitaciones de Syriza en su negociación con el resto de países europeos: “Syriza no calibró bien su situación ni su fuerza política en el contexto europeo. Sobrestimó su capacidad de negociación con las autoridades de la UE y ni siquiera pensó que los Estados del sur de Europa, en quienes confiaba, difícilmente podían ser sus aliados”.

 

Su reflexión va más allá. Expresa que la especie de socialismo en un solo país que promete Syriza es inviable: “Los Estados ya no son los escenarios donde se desarrollan los cambios sociales y económicos. Los mercados determinaron hace varios siglos el ámbito de los Estados nacionales. La enorme ampliación de estos mercados determina hoy, por causas muy parecidas, otras formas políticas. Éste es el caso de la UE. El proceso de unidad europea es muy sigiloso y quizás no percibimos bien su evolución. Pero la concentración de competencias en las instituciones europeas es enorme y, paso a paso, va socavando los poderes estatales. Muchas veces se dice que el proceso de unidad europea se tambalea, está débil, incluso en peligro, cuando la realidad demuestra lo contrario y las instituciones europeas van adquiriendo cada vez más poder. No es sólo la UE el ámbito que condiciona el poder de los Estados. También instituciones de ámbito mundial (…) Un solo Estado puede enfrentarse a estas instituciones europeas y mundiales pero, en ese supuesto, su derrota es más que previsible (…) Decir que no se obedecerá a la troika de momento queda bien, pero cuando luego no hay más remedio que obedecerla, resulta difícil encontrar excusas”.

 

¿Es posible encontrar mejor síntesis de la teoría del fin de la historia, de la teoría de la existencia de un único camino para el progreso?

 

Aunque el autor deja una vía libre: “Si la izquierda (o la derecha) pretenden llevar a cabo políticas distintas a las actuales lo que deben hacer es organizarse a nivel supraestatal, formar partidos que actúen en las instituciones de estos ámbitos regionales y mundiales para formular allí sus políticos al objeto de influir en las decisiones que se adopten. No hay atajos. La izquierda en un solo país -como le pasó al socialismo soviético- está condenada hoy al fracaso”.

 

Lo que es posible, a tenor del comportamiento de las fuerzas hermanas de Syriza, es que también estén considerando al país como un campo de pruebas, como un ver qué pasa para ver qué hacemos nosotros. Es probable que no se hayan querido involucrar para no contaminarse si a Tsipras le va mal, si Grecia sale del euro, si tiene que poner en marcha un corralito para proteger la salubridad de su sistema financiero. Es una hipótesis. Pero otra hipótesis la constituye la que expone Emir Sader42: “Syriza tiene que fracasar, si no, ¿cómo seguir pidiendo sacrificios a gobiernos y pueblos de otros países como España, Portugal, Italia o Francia? (…) Syriza tiene que fracasar, si no, ¿cómo los gobiernos de otros países de la UE van a seguir diciendo a sus pueblos que no hay alternativa? (…) si no, ¿cómo continuar diciendo que las alternativas en Europa se reducen a los conservadores o a la socialdemocracia, ambos gestores de la austeridad?”.

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Conclusiones

 

La historia está por escribir. El final está todavía muy abierto. Es una incógnita. Porque está en plena disputa.

 

Por un lado, el pueblo griego ha mostrado su deseo de romper con las políticas impuestas al país desde el año 2010 a cambio de cierta ayuda financiera. El pueblo griego le dio el mandato a Syriza de cumplir su programa que incluía, además de una reestructuración de la deuda, es decir, negociar con sus acreedores que le perdonaran una parte, también revertir las privatizaciones y los recortes.

 

Por otro lado, está el resto de Europa, que es acreedora de Grecia. Se ha opuesto a condonarle parte de lo que Grecia le adeuda. Y, a sabiendas de que el Gobierno de Tsipras sigue necesitando apoyo financiero para sobrevivir, continúa condicionando esa ayuda a que perservere por la senda de la austeridad.

 

Tsipras no pudo, o no quiso al principio, forzar demasiado la máquina y eliminó de su inventario programático la reestructuración de la deuda. Pero al final de las negociaciones, cuando estaba cercano el 30 de junio, decidió recuperar esa reivindicación. 

 

Pese a la primera rebaja de las aspiraciones del Gobierno de Syriza, el dinero está saliendo del país ante el peligro de que las discusiones acaben con Grecia fuera de la Unión Monetaria. Ello puede ocasionar problemas muy graves en el sector financiero del país que, para atender esas salidas de depósitos, tiene que pedir dinero al Banco Central Europeo a través de un mecanismo más complicado y más caro que el resto de entidades de la zona euro. Esa fuga de capitales también ha sido alimentada por las autoridades europeas que, de vez en cuando, como medida de presión a Grecia, filtran supuestos planes de contingencia para afrontar el posible Grexit, es decir, la posible salida de Grecia de la zona euro.

 

Sea como sea, el camino que se había emprendido para resolver la crisis con austeridad y recortes, la génesis de una Europa a dos velocidades, con una, la del norte, marcando las reglas, y otra, la del sur, obedeciendo, se ha interrumpido. Syriza lo ha hecho al no plegarse a la primera de cambio a las exigencias de la Unión Europea. Y, con todo ello, se ha puesto en cuestión la irreversibilidad de la Unión Monetaria, así como el equilibrio inestable de poderes que hay en su seno. Incluso se ha puesto en cuestión la propia Unión Europea tal como está construida, puesto que, Tsipras ha guiñado el ojo a otros países en busca de nuevas alianzas.

 

Nos encontramos, pues, en una encrucijada que pone en cuestión las teorías del final de la historia de Francis Fukuyama. Pero aún no conocemos la profundidad de ese cuestionamiento. Porque se enfrentan un pequeño David contra Goliat. Lo más probable, se insiste, es que terminen imponiéndose las tesis y los dictados del grande sobre el débil. Aunque no fue eso lo que ocurrió en América Latina desde finales de los años noventa hasta hace bien poco: una serie de movimientos sociales, uno detrás de otro, fueron haciéndose con las riendas de los principales países del subcontinente y comenzaron a aplicar medidas completamente contrarias a las que pocos años antes había impuesto el FMI y que tanto se parecen a las que actualmente sufren en Europa países como Grecia. Movimientos en Europa se fijan en América Latina para emular esa ruptura que se produjo allí contra el neoliberalismo.

 

Pero el problema está atascado y ahora parece que sólo un accidente (la quiebra de un banco porque no pueda hacer frente a la retirada de depósitos o el propio Estado griego, que no pueda hacer frente al pago de compromisos financieros) puede desatascarlo. Y si esto es así es porque, como señala Martin Wolf, influyente columnista de Financial Times43, hay varios mitos que impiden los avances. Han ido saliendo a lo largo de toda la narración y los ordenaremos gracias a Wolf.

 

En primer lugar, hay quien piensa que la salida de Grecia de la zona euro beneficiaría a la propia zona euro, aunque ello desataría la especulación sobre cuál sería el siguiente país en salir de la Unión Monetaria, como ocurrió cuando comenzaron los rescates, que no se había solucionado uno, cuando ya se estaba especulando sobre quién sería la siguiente víctima; en segundo lugar, hay también quien piensa que el Grexit ayudaría a Grecia, lo que sólo sería cierto de ser Grecia una potencia exportadora, cosa que no es; también hay quien considera que todo es culpa de Grecia, aunque ya hemos visto que es necesario entender el juego de fuerzas financiero existente para eximir al país de gran parte de su responsabilidad; también se dice que Grecia no ha hecho esfuerzos, aunque ha alcanzado ya una situación de superávit primario “gracias” a los recortes impuestos; además, se cree que Grecia podrá pagar lo que debe, aunque materialmente cada vez parece más imposible; y, por último, se asume que un impago de la deuda llevaría al país, indefectiblemente, a salir del euro, cuando no es necesariamente así.

 

Esta serie de mitos, desmentidos por Wolf, tienen un importante “toque” determinista que hay que superar. En su superación, de hecho, residirá el avance de Grecia y del conjunto de la zona euro en una dirección o en otra.

 

Como decíamos al principio de estas conclusiones, aún no tenemos la respuesta, puede ocurrir cualquier cosa, depende de decisiones políticas que se tomen justo ahora, justo en esta encrucijada. Porque la historia no ha terminado. Porque lo que dice el poder “que hay que hacer” está cargado de ideología y la respuesta puede ser otra, por supuesto, también cargada de ideología, de otra.

 

Y la respuesta, por qué no, puede ser una salida de Grecia del euro. Las consecuencias las explica, por ejemplo, Gideon Rachman en Financial Times44. Para Grecia, dice este experto, su salida del euro puede abrir nuevas posibilidades políticas y económicas, como escapar de un sistema monetario tan rígido como el que impone el Banco Central Europeo y, por tanto, recuperar la soberanía. Pero también para el resto de la zona euro puede ser beneficioso un acontecimiento de ese tipo: “Un Grexit reestablecería la idea de que las reglas de la zona euro realmente significan algo. Ello también daría ánimos a países como Italia y Franca para realizar reformas estructurales que Grecia no ha puesto en práctica”. Para este experto, la salida de Grecia sería apenas un accidente, apenas un bache, en una trayectoria que no cambiaría un ápice para el resto de la Unión Europea. Aunque hablar de consecuencias sería hacer historia ficción y no es nuestra misión.

 

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Notas:

 

1  Tsoukalis, L.: ¿Qué Europa queremos? Los retos políticos y económicos de la nueva Unión Europea. Paidós Estado y Sociedad. Barcelona, 2004. Pág. 182.

 

2  Fontana, J.: La historia después del fin de la historia. Crítica. Barcelona, 1992. Pág. 9.

 

3  Fontana, J.: Ibídem. Pág. 79 y ss.

 

4  Fontana, J.: Ibídem. Pág. 124.

 

5  Lapavitsas, C.: Crisis en la eurozona. Capitán Swing. Madrid, 2013. Págs. 29 y ss.

 

6  Lapavitsas, C.: Ibídem. Pág. 64.

 

7  Fontana, J.: Ibídem. Pág. 127 y ss.

 

8  Petrou, P.: The making of SYRIZA, en socialistworker.org: http://socialistworker.org/2012/06/11/the-making-of-syriza. 11 de junio de 2011.

 

9  Poinssot, A. y Kouvélakis, S.: Congreso fundacional de Syriza, en Viento Sur: http://www.vientosur.info/spip.php?article8181. Publicado originalmente en: http://www.mediapart.fr/journal/international/150713/en-grece-les-multiples-defis-du-nouveau-syriza. 15 de julio de 2013.

 

10  Programa de Salónica: http://www.syriza.gr/article/SYRIZA—THE-THESSALONIKI-PROGRAMME.html#.VU_L9Pntmko

 

11 Márkaris, P.: “Los días hermosos han llegado a su fin”, en La espada de Damocles. Tusquets. Barcelona, 2012. Págs. 17 y ss.

 

12 Redacción de Voz Pópuli: Tsipras transforma la Administración griega: quita ‘los ejércitos de consejeros’, los aviones, coches y escoltas oficiales. En Voz Pópuli, el 14 de febrero de 2015. http://vozpopuli.com/actualidad/57546-tsipras-transforma-la-administracion-griega-quita-los-ejercitos-de-consejeros-los-aviones-coches-y-escoltas-oficiales

 

13 Lapavitsas, C.: Ibídem. Pág. 71.

 

14 Lapavitsas, C.: Ibídem. Pág. 152 y ss.

 

15  Lapavitsas, C.: Ibídem. Pág. 170.

 

16  Roubini, N.: Teaching PIIGS to fly, en Project Syndicate. http://www.project-syndicate.org/commentary/teaching-piigs-to-fly 15 de febrero de 2010.

 

17  European Commission: The economic adjustment program for Greece. http://www.mnec.gr/sites/default/files/ocp61_en.pdf European Union, 26 de mayo de 2010.

 

18  Sinn, Hans-Werner: Saving the Greek sinner, en Project Syndicate. http://www.project-syndicate.org/commentary/saving-the-greek-sinner 23 de febrero de 2010.

 

19  EFE: Papandreou propone someter a referéndum el acuerdo de la Eurozona para la crisis griega. El País, 31 de ocubre de 2011.

 

20  Redacción de La Vanguardia: Presión al máximo nivel para que Papandreou dé marcha atrás a su referéndum. 2 de noviembre de 2011.

 

21  Kathimerini.com: Barroso urged Samaras and Venizelos to block Papandreou’s referéndum, reports FT. http://www.ekathimerini.com/4dcgi/_w_articles_wsite1_1_12/05/2014_539632 12 de mayo de 2014.

 

22  European Commission: The Second Economic Adjustment Programme for Greece. http://ec.europa.eu/economy_finance/publications/occasional_paper/2012/pdf/ocp94_en.pdf European Union. Brussels, Marzo de 2012.

 

23  Hernández Vigueras, J.: Secretos del canje de la deuda griega. http://www.attac.es/2014/08/03/secretos-del-canje-de-la-deuda-griega/ ATTAC. 3 de agosto de 2014.

 

24 Márkaris: Ibídem. Pág. 47.

 

25  Pérez, Claudi, en El País: Bruselas redobla las amenazas a Grecia. http://internacional.elpais.com/internacional/2012/05/16/actualidad/1337190215_758074.html El País. 16 de mayo de 2012.

 

26  Público.es: Merkel trata de influir en las elecciones griegas hasta el fnal. http://www.publico.es/internacional/merkel-trata-influir-elecciones-griegas.html 16 de junio de 2012.

 

27 El Confidencial: Grecia vota ahogada por la presión de Europa y la incertidumbre ante su salida del euro. http://www.elconfidencial.com/mundo/2012-06-17/grecia-vota-ahogada-por-la-presion-de-europa-y-la-incertidumbre-ante-su-salida-del-euro_499203/ 17 de junio de 2012.

 

28 Efe en El Mundo: El Gobierno griego adelanta las elecciones presidenciales para poner fin a la incertidumbre política. 9 de diciembre de 2014. http://www.elmundo.es/internacional/2014/12/09/5487279aca4741904d8b456b.html

 

29 RTVE.es y Agencias: Grecia obtiene una prórroga de dos meses en su rescate, hasta finales de febrero de 2015. http://www.rtve.es/noticias/20141208/grecia-logra-una-prorroga-rescate-dos-meses-hasta-finales-febrero-2015/1063700.shtml 8 de diciembre de 2014.

 

30 Sánchez-Vallejo, Mª Antonia: Tsipras relega a Varoufakis en la negociación con la UE. El País, 27 de abril de 2015. http://internacional.elpais.com/internacional/2015/04/27/actualidad/1430146229_713615.html

 

31 Sánchez, Rosalía: El BCE deja de aceptar bonos de Grecia como garantía en sus operaciones de liquidez. El Mundo, 5 de febrero de 2015. http://www.elmundo.es/economia/2015/02/04/54d29545268e3e18378b456b.html

 

32 Garcés, H. y Vigneron, A.. Traducción de Garcés, G.: “Las autoridades de la zona euro están provocando una crisis de liquidez en Grecia para forzarla a capitular”. eldiario.es, 2 de mayo de 2005. http://www.eldiario.es/alternativaseconomicas/autoridades-provocando-liquidez-Grecia-capitular_6_383621649.html

 

33 Fischer, J.: Europe or Frau Germania, en Project Syndicate. 23 de marzo de 2010. http://www.project-syndicate.org/commentary/ms–europe-or-frau-germania-

 

34 Soros, G.: El déficit europeo de Alemania, en Project Syndicate, el 24 de junio de 2010. http://www.project-syndicate.org/commentary/germany-s-europe-deficit/spanish

 

35 Mañueco, R.: Tsipras llega a Moscú para escenificar su afinidad con Putin. ABC, 8 de abril de 2015. http://www.abc.es/internacional/20150408/abci-tsipras-visita-moscu-201504072049.html

 

36 Agencias: Tsipras llama a acabar con el “círculo vicioso” de sanciones contra Rusia. El Periódico, 8 de abril de 2015. http://www.elperiodico.com/es/noticias/internacional/tsipras-llama-acabar-con-circulo-vicioso-sanciones-contra-rusia-4082944

 

37 EFE: Guiño de Tsipras a China en pleno pulso con la UE. Público, 19 de febrero de 2010. http://www.publico.es/internacional/guino-tsipras-china-pleno-pulso.html

 

38 Lapavitsas, C.: Syriza can transform the EU from within – if Euroep will let it en The Guardian, 29 de diciembre de 2014. http://www.theguardian.com/commentisfree/2014/dec/29/syriza-greece-austerity-eu

 

39 Smith, Helena: 100 days of solitude: Syriza struggles as Greeks once again stare into the abyss en The Guardian, 3 de mayode 2015. http://www.theguardian.com/world/2015/may/03/100-days-of-solitude-syriza-struggles-as-greeks-once-again-stare-into-the-abyss

 

40 Agustina, Lalo: Tsipras anuncia un referéndum si se ve forzado a un acuerdo duro en La Vanguardia. 28 de abril de 2015. http://www.lavanguardia.com/economia/20150428/54430898748/tsipras-anuncia-referendum-forzado-acuerdo-duro-grecia.html

 

41 De Carreras, Francesc: ¿La izquierda en un solo país? En El País. 8 de mayo de 2015. http://elpais.com/elpais/2015/05/07/opinion/1431000729_289441.html

 

42 Sader, Emir: Syriza tiene que fracasar en Público, 9 de mayo de 2015. http://blogs.publico.es/emir-sader/2015/05/09/syriza-tiene-que-fracasar/

 

43 Wolf, M.: Mythology that blocks progress in Greece en Financial Times el 21 de abril de 2015.

 

44 Rachman, G.: Grexit may be the best end for a bad marriage, en Financial Times el 4 de mayo de 2015. 

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