El trayecto de unos cincuenta kilómetros desde la Estación de Autobuses del Norte, en México D.F., hasta las pirámides de Tehotiuacán permite que los turistas de visita en la megaurbe mexicana puedan contemplar –si bien es cierto que muy a lo lejos- la miseria dura que rodea los barrios del centro de la ciudad. Desde su asiento en el autobús que les lleva a uno de los complejos arqueológicos más impresionantes de la cultura azteca, los turistas pueden ver barriadas enteras de chabolas que, como sarpullidos sociales –síntomas de una desigualdad profunda-, se extienden por las laderas de las colinas que rodean el centro del D.F. Villas miseria en crecimiento.
Tras realizar ese mismo trayecto y mientras visitaba las pirámides rodeado por turistas, algún ejecutivo de la cadena de supermercados estadounidense Wal-Mart debió de pensar que no sería mala idea construir un centro comercial de la cadena a menos de un kilómetro del complejo arqueológico: se podría aprovechar así el flujo de turistas para hacer un buen negocio. El problema: la ley impedía construir un centro comercial en tal ubicación. Una investigación de The New York Times ha demostrado que la cadena de supermercados decidió entonces librarse de los obstáculos legales mediante el soborno. El supermercado Wal-Mart abrió sus puertas a tiempo para aprovechar la campaña de ventas navideñas de 2004.
El caso de Wal-Mart en México presenta una característica interesante: la cadena de supermercados no tuvo que resignarse a pagar sobornos para conseguir su propósito. Si uno habla con empresarios dedicados al comercio internacional, escucha a menudo quejas sobre tal o cual país en el que es indispensable pagar sobornos para realizar negocios. Las autoridades locales así lo exigen, suelen decir, en tono de reprobación. Y así es en muchos casos, también dentro de México -y dentro de España-. La investigación del New York Times revela sin embargo que no fue ese el escenario al que tuvo que enfrentarse Wal-Mart en México. Más bien al contrario. Wal-Mart usó el soborno de un modo activo, “agresivo y creativo”: “El examen que ha efectuado el Times demuestra que Wal-Mart no fue víctima renuente de una cultura corrupta que insistía en el cohecho como costo normal de realizar negocios. Tampoco es que haya dado mordidas simplemente para acelerar trámites de rutina. Todo lo contrario: Wal-Mart de México fue un corruptor agresivo, que ofreció grandes sobornos para conseguir concesiones que la ley prohibía. Usó sobornos para subvertir procesos democráticos –votos populares, debates públicos, procedimientos transparentes–. Usó mordidas para obviar regulaciones hechas para proteger a la ciudadanía de México de construcciones inseguras. Usó sobornos para eliminar la competencia”
Con unos 200 mil empleados en el país, Wal-Mart, que entró en el país de la mano del gobierno de Carlos Salinas de Gortari, es el mayor empleador privado de México. Además de contar con supermercados, se dedica también a la hostelería. La construcción de un centro comercial en Tehotiuacán no fue el único caso de soborno, sólo un caso más, tal vez el más simbólico por su ubicación. En algunos medios mexicanos se exige del nuevo gobierno que tome medidas en un asunto que aún no ha sido abordado por las autoridades mexicanas.
Hasta la fecha, tampoco las autoridades estadounidenses han procedido a imponer sanciones contra Wal-Mart. En teoría, las multas deberían ser importantes: se habla de varios miles de millones, ente 5 y 13 mil. Esas multas beneficiarían a las cuentas públicas estadounidenses. Se admiten apuestas: ¿Gringo comerá gringo? Y si lo hace: ¿qué parte eligirán los mercaderes de Venecia que impongan la sanción?
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¿Terminará el caso Wal-Mart igual que el caso del banco HSBC? Tras demostrarse que el banco facilitó durante años el blanqueo del dinero de los cárteles mexicanos y colombianos –además de llevar a cabo transacciones prohibidas con Irán- la Fiscalía General de EEUU ha llegado a un acuerdo con la entidad financiera: el pago de una multa de 1900 millones de dólares. Traducido al lenguaje de los balances corporativos: más o menos los beneficios que registra el banco cada cinco semanas. Se calcula que HSBC pudo haber lavado al menos unos 7 mil millones de dólares de los cárteles mexicanos entre 2007 y 2008.
En un artículo publicado hace unas semanas en la revista Rolling Stone se comentaba este acuerdo extrajudicial. El título del artículo: ‘El Indignante acuerdo con el HSBC demuestra que la Guerra contra la Droga es una broma’. El periodista explicaba que este acuerdo no deja de resultar sorprendente cuando miles de estadounidenses están cumpliendo penas de cárcel por la simple posesión o el tráfico de unos gramos de droga. Hablamos en muchos casos, no está de más recordarlo, de cárceles de gestión privada, propiedad de empresas que ganan una cantidad fija por cada recluso: cuantos más reclusos, más beneficios. Por no hablar de los miles de muertos que se ha cobrado la “Guerra contra las drogas” en países como Colombia o México.
El artículo de Rolling Stone es una lúcida sucesión de preguntas y comentarios. El tono es duro desde las primeras líneas: «If you’ve ever been arrested on a drug charge, if you’ve ever spent even a day in jail for having a stem of marijuana in your pocket or «drug paraphernalia» in your gym bag, Assistant Attorney General and longtime Bill Clinton pal Lanny Breuer has a message for you: Bite me”.
Resulta complicado entender la lógica que sustentan el acuerdo de la Fiscalía General estadounidense con el HSBC, explica el periodista: “When you decide not to prosecute bankers for billion-dollar crimes connected to drug-dealing and terrorism (some of HSBC’s Saudi and Bangladeshi clients had terrorist ties, according to a Senate investigation), it doesn’t protect the banking system, it does exactly the opposite. It terrifies investors and depositors everywhere, leaving them with the clear impression that even the most «reputable» banks may in fact be captured institutions whose senior executives are in the employ of (this can’t be repeated often enough) murderers and terrorists. Even more shocking, the Justice Department’s response to learning about all of this was to do exactly the same thing that the HSBC executives did in the first place to get themselves in trouble – they took money to look the other way”.
Sobre los ejecutivos del HSBC implicados en el lavado de dinero, que según parece únicamente han sufrido un tirón de orejas y un retraso en el cobro de bonus: “So the executives who spent a decade laundering billions of dollars will have to partially defer their bonuses during the five-year deferred prosecution agreement? Are you fucking kidding me? That’s the punishment? The government’s negotiators couldn’t hold firm on forcing HSBC officials to completely wait to receive their ill-gotten bonuses? They had to settle on making them «partially» wait? Every honest prosecutor in America has to be puking his guts out at such bargaining tactics. What was the Justice Department’s opening offer – asking executives to restrict their Caribbean vacation time to nine weeks a year?”.
¿Se puede decir que el acuerdo es pura corrupción del sistema legal estadounidense?: “So there is absolutely no reason they couldn’t all face criminal penalties. That they are not being prosecuted is cowardice and pure corruption, nothing else. And by approving this settlement, Breuer removed the government’s moral authority to prosecute anyone for any other drug offense. Not that most people didn’t already know that the drug war is a joke, but this makes it official”. En otras palabras, Gringo no come gringo: siempre que éste tenga pedigrí económico y político, en caso contrario…sí podrá ser devorado.
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¿Cuándo gringo sí come gringo? A comienzos de enero, el Times informaba del despido de varios policías y oficiales de aduanas texanos acusados de recibir sobornos de los cárteles. No se menciona si alguno de estos agentes participó en la operación “Rápido y Furioso”, conocida en 2011, mediante la cual agencias de seguridad estadounidenses introdujeron armas en México con un ¿inconsciente? desparpajo. No parece probable. La operación de tráfico de armas se canalizó sobre todo a través de la frontera mexicana con Arizona. Se sospecha que aquellas armas terminaron en poder del Cártel de Sinaloa, encabezado por el Chapo Guzmán. ¿Cártel aliado de entre todos los cárteles? Puntualmente, pueden convertirse en aliados tus supuestos enemigos, siempre que sean útiles para algún fin.
¿Hasta qué punto controlan las varias agencias estadounidenses el flujo de mercancías que atraviesa? Por el momento, es una pregunta sin respuesta contrastada. Pero ya la simple sospecha de que el control pueda ser más alto del que se supone causa escalofríos.