Menuda relevancia le ha dado Guardiola al separatismo. Posiblemente le haya dado su verdadera relevancia. No es lo mismo jugar al misterio y contenerse, aparecer en la pantalla entre sombras, mascullando como Marlon Brando en Apocalipse Now, que exponerse al mundo sin reparos. Yo he visto en ese acto necesidad, lo cual lo hace todo aún más patético. Pocas veces una sarta de mentiras, las pronunciadas ayer a pelo por el futbolista, quedó tan descubierta por su crudeza. Guardiola ya no parece ese personaje estilizado y cultivado o la forma bajo la que se presentó al público los últimos años. Guardiola ha pasado de actor de culto a concursante de reality, que es en lo que se ha ido convirtiendo poco a poco cada personaje protagonista del separatismo catalán, ese gran plató de mezquindad. Es como si Guardiola ya no pudiera más, como Junqueras y aquellas lágrimas memorables (el horror, el horror…), y esa imposibilidad íntima lo haya llevado hasta la primera fila del apocalipsis catalán, que puede ser un asunto desasosegante como la novela de Conrad o la película de Coppola si se mira desde dentro, o un asunto humorístico como un sketch de Benny Hill si se mira desde fuera, donde el viejo al que perseguían dándole golpecitos en la calva podría ser dentro de unos años el propio Pep. Desde luego ayer demostró que tiene el talento requerido para el papel. Pero hasta un sketch de Benny Hill tiene peso y no por ser un chiste hay que dejarlo correr cuando se salta la ley porque sí. A veces las cosas toman un cariz peligroso. Se complican por dejación como en Cataluña, donde Guardiola (ese Kurtz) ha regresado para contarnos no el sketch de Benny Hill sino El corazón de las tinieblas.