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Mientras tantoGuinea Ecuatorial: en la senda de lo inteligible

Guinea Ecuatorial: en la senda de lo inteligible


Guinea Ecuatorial era antes un lugar desconocido de África, poblado de salvajes sin religión, sin instrucción ninguna. Era esta la doctrina imperante. Luego fue visitada por alemanes, franceses, ingleses y españoles y en 1968 sus nativos recibieron la confianza de los últimos que la visitaron y se encargaron de la gestión del aparato administrativo de aquellos territorios. Es lo que en la jerga política se llama independencia. Es importante señalar que los nativos se encargarían, a partir de entonces, de estructuras administrativas y políticas erigidas por los colonos. Heredaban, igualmente, emplazamientos geográficos, como ciudades y su infraestructura, que no existían antes de aquella visita. Es decir, que habían sido creados por los colonizadores. Como en muchas partes de África la situación no es distinta de la guineana, nunca entendimos el cariz con que lo han revestido los africanos más convencidos, hasta tal punto de que un hecho que es un simple traspaso del poder se ha convertido en el más significativo de la historia africana, con todo el cacareo subsiguiente.

 

Las razones que sostienen nuestros asertos es que los africanos no supieron administrar la herencia recibida de los foráneos que la visitaron y en pocos años destruyeron todo vestigio histórico que los relacionara con aquel pasado. Si algo quedó en pie fueron los huesos roídos de emplazamientos humanos diseñados y erigidos por aquellos visitantes. En el caso de Guinea, de la herencia colonial sólo quedaron en pie el rastro imborrable de las ciudades, como Malabo y Bata. En once años no se hizo nada, que fue la prueba de la incapacidad de mantener las estructuras coloniales heredadas. Y pese a la corriente reivindicatoria de lo africano como la forma genuina de su expresión vital, en Guinea, y en algunos países africanos, no hubo una vuelta a los modos y valores africanos de vida. El guineano se vio casi privado de su identidad, tanto a nivel material como el espiritual.

 

Esta situación descrita, y a la que hemos aludido con cierta ligereza, es la que persiste en la Guinea de hoy, que es la expresión más dramática del fracaso que supuso la relación entre africanos y europeos en suelo africano. En la Guinea de hoy, ni lo africano se abraza ni se conoce lo europeo. Eso parecería ser el drama de Guinea de no ser por la mediación de la usurpación del poder, de todos los recursos y de las voluntades precisamente por la minoría étnica menos permeable a los planteamientos teóricos traídos por la colonización, ya sea temprana o tardía. ¿Existe en Guinea una lucha entre las formas africanas de expresión de la política y las impuestas por los europeos?

 

Antes de hacer un intento por dar una respuesta, les diremos que el status quo de las  realidades africanas ha tenido, de manera inexplicable, grandes defensores en la clase intelectual de las metrópolis europeas. Los hechos más llamativos de disfunción social, las extravagancias más crueles, las incoherencias más aterradoras de África han tenido plausible acogida en la élite política de Europa y de las naciones desarrolladas de otros continentes, porque era la única manera de justificar los supuestos racistas de la imposibilidad del negro, y del africano, de asimilar conceptos teóricos. Era la única manera de demostrar que el africano era mentalmente inferior. Fue el modo en que le rieron las gracias a mariscales que no lo fueron, de emperadores analfabetos, de reyes que ni merecerían la indulgencia de los ingenuos, de estadistas que pasaron a los anales por su incongruencia e incapacidad. En Guinea Ecuatorial estamos viviendo en carne propia el doloroso caso protagonizado por Obiang Nguema y la camarilla de ineptos que le ríen todas las desgracias que comete. Este señor ha sido recibido en todas las plazas del mundo, ha sido distinguido con galardones, algunos fallidos, y ha regalado a placer el dinero del resto de guineanos en todos los países ricos donde le han permitido depositar el producto de su ultraje al país que lo vio nacer. Desatendiendo todas las necesidades del país cuyas riendas le han dejado llevar, ha satisfecho las demandas pecuniarias de todos los parásitos que han hallado en él al perfecto inadaptado para asimilar los conceptos teóricos de la gestión política. Como lo fueron otros ilustres antecesores suyos, el llamado general Obiang es el bufón perfecto que permite que se diluya en la risa los graves hechos cometidos contra los guineanos a propósito de la cuantidad de recursos de su país. Obiang es un hombre necesario para la política y el pensamiento de Occidente. Cierto, la reiteración de este aserto no le quita su rotundidad.

 

De los actos que está llevando a cabo para introducir enmiendas en la constitución que justifique su permanencia de por vida en la jefatura del Estado, o la posibilidad automática de legar el poder a su hijo, se ha sabido que ha instigado a los miembros de otros partidos a desbaratar la directiva de los mismos para facilitar la imposición de sus condiciones para cumplir los designios propuestos. Estos partidos tienen siglas identificables y líderes conocidos en el panorama social de Guinea Ecuatorial. Estos líderes tienen que saber que los hechos y los intentos de los que son víctimas,  o protagonistas, son muy graves. La laxitud de su conducta ante los insistentes acosos de la camarilla del general son comprensibles si nos atenemos a la debilidad de las estructuras sociales de nuestro país. Pero hay hechos que requieren respuestas específicas, y rotundas, cuya ausencia ya no puede ser achacable a la debilidad aludida. Es hora de dar un paso más, un paso definitivo que desvincule a estos partidos de la camarilla dictatorial que los sojuzga. Y es que nos resistimos a creer que si estos dos partidos tienen una militancia mínima y tienen intenciones de revertir esta situación, carezcan de herramientas para una contestación pacífica y legal a los hechos delictivos de los que son objeto. Y si no poseen estas herramientas, tienen que ser capaces de una inhibición que permita la exposición de la crueldad  a la que están sometidos y aísle a la camarilla de Obiang para poder ser combatida de manera más efectiva. Ya va siendo hora de decir que la tibieza con que responden a estos desafíos contribuirá a su equiparación con un régimen al que no han sabido combatir.

 

Barcelona, 6 de setiembre de 2011

 

 

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