En el Baobab hay baile y copas los viernes y los sábados y hay gente (200-300), para lo que es esto.
Entre semana hay copas y música por la noche. Lo que no hay es gente, pero nadie. He ido dos veces, entre semana, y cuando digo nadie quiero decir eso: nadie. Y dan comidas a mediodía.
El caso es que he pegado un poco la hebra con una camarera, Rebeca, fui una noche a tomar una copa (Tidyane y yo solos en todo el local) y otro día a mediodía a tomar algo para comer. Y ayer repetí mi Saturday Nigth Fever pasado.
Quedé con Tidyane y Rasmené (amigo suyo maestro) que vinieron con sus mujeres.
Sáfora es la ‘novia’ de Tidyane aunque no viven juntos a diario. Ella es una cuidadora (‘mamá’) del orfanato. Zalizza, la mujer de Rasmené, traía un regalo en la espalda: Ridwand, su bebé de 7 meses.
Zalizza, Ridwand, Sáfora, Tidyane y Rasmané, tomando una copa en casa
Pasaron a casa a tomar una copa que les serví.
Yo creo que les hace gracia que sea yo el que les ponga los desayunos y las copas. Pero claro cuando traje la bandeja de la cocina con todo, les serví la copa a ellas y a ellos les bromeé que yo sólo me ocupo de las mujeres que se aliviaran ellos mismos. Se rieron, puede que no sólo por cortesía.
Ellas, por supuesto, ni alcohol ni tabaco. Y muy tímidas porque no hablaban ni contestaban ni cuando les preguntaba qué querían beber. Agua, decían. Me costó que se tomaran una Fanta. Ellos no, Jack Daniel’s y Havana 5, sin pensárselo.
Zalizza con Ridwand, es una mujer muy atractiva y tiene un rostro de los más bonitos que he visto por aquí
Las dos son mujeres muy atractivas. No son bellezas (Zalizza, un poco más) y quizás unas tallas más grandes de lo que me parece manejable para mí, pero son mujeres de una pieza, de esas que te gustaría tener al lado si hay que vadear un río y no quieres mojarte los pies, pongamos por caso. O como si quieres vadear la vida y necesites alguien lo suficientemente fuerte para que te salve de ahogarte cuando las cosas se ponen feas.
Los cuatro se habían arreglado mucho para la ocasión. Camisas (todo confección local) de corte europeo ellos, aunque con alguna licencia en la de Rasmené mezclando 2 paños distintos en la mitad de la parte delantera. Ellas, por supuesto, con top y falda larga con volantes, de la misma tela las dos piezas.
Sáfora en azul turquesa liso y Salissa, traje chaqueta, pantalón, estampado en rojo oscuro y con pequeñas flores en negros, marrones y amarillos… además de llevar un chal por encima que cubre el atillo en el que viaja Rigaud.
En los dos casos los vestidos ajustados, bien ajustados.
La moda masculina puede ser más amplia, aunque hay muchos jodidos mozos que marcan todo lo que pueden. Pero las mujeres, las que salen o cuando salen, o las que no son mujeres de aldea o muy integristas, van algo más que ajustadas. Se entiende todo.
Nos tomamos la copa y estuve a punto de decirles que se vinieran ellas (y el bebé) conmigo en la furgoneta y ellos llevaran las dos motos, pero me da corte por si me lo toman a mal o malinterpretan.
El caso es que ellos iban en una moto y en la otra iban ellas. Me hizo gracia.
Nos sentamos al aire libre, en el jardín trasero y ya se me abrieron los sentidos al pasar junto a una mesa con 5 chicas solas (algo muy raro aquí) y que me miraron al pasar (esto es más normal dado el color de mi piel), así que pensé: hoy puede ser un gran día, plantéatelo así…
Pedimos las copas a Rebeca y yo me había traído en una botellita pequeña mi propia ginebra, lo de la cerveza con cocacola como que no.
Se veía que las chicas no dejaban de mirar a la pista y a Sáfora, sobre todo, se le movía todo el cuerpo. No necesitan ni fumar, ni alcohol, ni nada, les encanta el baile y tienen el ritmo metido en el cuerpo (no todos igual).
Me puse pesado hasta que me dejaron en la cabecera de la mesa, mirando hacia la pista, con el niño en mi regazo y los cuatro se fueron a bailar. Cada media hora o así volvía alguno o todos y se sentaban a descansar y hacerme compañía hasta que les insistía en que volvieran a la pista. Y acababa convenciéndoles de que aprovecharan, la más decidida siempre era Sáfora, le encanta bailar.
Tampoco hicieron el menor intento de cogerme al niño, allí seguía yo con el niño dormido en mis brazos. A veces se removía, sobresaltado, pero no dejó de dormir en ningún momento. Supongo que están acostumbrados al ruido y a vivir en movimiento pegados a la espalda de sus madres que no pueden dejar de hacer las innumerables tareas diarias.
Lo único malo es que ya no sabía si el niño se me había meado encima o era simplemente mi sudor de tenerle pegado a mí.
Allí estaba yo, volviendo a dar la nota como el sábado pasado.
Ahora era el único blanco con un niño en brazos. Bueno, era el único hombre con un niño en brazos. Más aún era la única persona que se pasó 2 horas sentada con un niño en brazos. Gané en todas las categorías.
Componía una patética imagen de Madonna dil Compleggio.
Complejo de viejo, blanco, con pasta y con niño. Lo contrario de todos los demás hombres del local (no hablo de otros apéndices en los que seguro que también salgo perdiendo).
Hasta la camarera, Rebeca, con la que he intercambiado fluidas palabras en ese par de ocasiones al verme exclamaba riendo: ¡Félix se ha casado y ha tenido un niño…!
¡Qué cachonda, me parto con ella!
Al final, pasadas 2 horas de canguro que no cobré me retiré a casa, sin bailar, ni nada de lo otro y les dejé allí.
La próxima vez ni trajes típicos, ni niños.
Iré como el increíble hombre blanco que llevo dentro.
Soltaré a la fiera.
GALERÍA DE RETRATOS DE JAVIER NAVAS
26-04-09