Publicidadspot_img
-Publicidad-spot_img
Acordeón¿Ha desaparecido el periodismo socialmente responsable?

¿Ha desaparecido el periodismo socialmente responsable?

 

Para hablar sobre la responsabilidad social de los medios de comunicación, la quinta sesión del Foro reunió a Paco Gómez Nadal, Tato Puerto, Mario Tascón, Beatriz Becerra y Arcadi Espada. Actuó como moderador Juan Luis Manfredi, que inició el debate dando por supuesta la degradación actual del oficio de periodista y preguntando a los participantes por qué, cómo y cuándo ocurrió el desastre, en qué momento los periodistas dejaron de ser guardianes de la información veraz para convertirse en guardianes de las corporaciones que pagan sus sueldos.

 

Gómez Nadal tiene claro que el modelo mediático existente hoy en España –y en gran parte del mundo– es incompatible con un desempeño socialmente responsable del periodismo, una profesión que no solo debe defender un bien común –la información– sino garantizar un derecho –el acceso a ella–. La concentración de la propiedad de los medios de comunicación en grandes corporaciones hace que la información cada vez se use más como máscara de intereses empresariales ajenos a ella. El periodista actualmente es un obrero al que se le extirpa la ideología y se le introduce en una cadena de producción industrial regida por procesos de convergencia que no sólo fomentan la precariedad laboral, sino que van en detrimento de la información de calidad, un producto muy caro de elaborar. Si a esto unimos el poder actual de los gabinetes de comunicación de las instituciones, que mandan todo perfectamente elegido –filtrado– y estructurado –manipulado–, no parece haber muchas razones para fiarse de la información que aparece en los grandes medios. Gómez Nadal defiende una refundación radical del modelo, como ya están proponiendo –no sin esfuerzo– algunos pequeños proyectos independientes que, aunque no tengan envergadura para competir en números con los grandes, están ayudando a desenmascarar sus discursos llenos de conflictos de intereses, y a provocar reacciones en el lector que le animen a tomar iniciativas responsables.

 

No solo se trata de la pleitesía a los intereses corporativos o políticos –ningún medio va a publicar información que incomode al poder que lo finanza y lo mantiene, ya sea por la publicidad o desde dentro de los consejos de administración–, sino también de la exclusión de todo contenido que no dé dinero. Tato Puerto comentaba al respecto un estudio reciente de la Secretaría de Estado para la Cooperación Internacional que recogía cómo las grandes cabeceras de prensa europeas no dedicaban más del 4% por ciento de sus contenidos a hablar de problemas sociales: injusticias, conflictos olvidados, sequías, hambrunas, deforestaciones, etcétera.

 

Para Mario Tascón esa búsqueda desesperada del famoso modelo de negocio –es decir, del irrenunciable beneficio económico– daña la credibilidad del periodista, que está empezando a no saber cómo llegar a lectores cuyos hábitos de lectura y acceso a la información cambian rápidamente. No podemos seguir mirando hacia lo que ya conocemos, porque ha dejado de funcionar. Es preciso buscar en otras direcciones y además hacerlo con autocrítica constructiva

 

Beatriz Becerra, la única no periodista de la mesa, tiene claro que el gran cambio ha venido a través de internet. Gracias a la Red, el receptor ha pasado a ser también generador y el acceso a los contenidos se enriquece así mediante la conversación y la interactividad. Eso no solo fomenta la competencia, sino que propicia un tipo de consumidor de información cada vez más crítico y selectivo, capaz de sacar los colores al periodista.

 

Arcadi Espada, por el contrario, está convencido de que, desde todos los puntos de vista, estamos viviendo una auténtica edad de oro del periodismo. Nunca se hizo un periodismo más preciso que ahora –incluso orto-tipográficamente hablando–, nunca el periodismo tuvo más control sobre el poder que ahora, nunca hubo una autocrítica más feroz y globalizada de los comportamientos periodísticos, nunca hubo más control de los periodistas sobre los medios, nunca hubo a través de ellos una aproximación tan vibrante a las injusticias y desgracias de los demás, con independencia de nación, raza, cultura u otra aduana que separen al periodista de su receptor. Nunca se ganó más dinero con el periodismo que ahora, nunca la información fue una mercancía más valiosa, nunca las empresas periodísticas fueron más fuertes, nunca las noticias y su comentario habían generado mayor interés, nunca la información había formado parte del ocio de los ciudadanos como ahora. La explosión de internet ha permitido que hoy sea muy fácil hacer algo tan tradicionalmente laborioso como el periodismo comparado, teniendo a un clic de distancia visiones sobre la realidad completamente diferentes y alejadas de la nuestra. Debemos celebrar este gran momento de la profesión, no solo cómo periodistas, sino también como ciudadanos, ya que no hay democracia sin periodismo, ni periodismo sin democracia. Espada no ignora los problemas derivados de una reconversión industrial intensa, que en medio de una crisis global como la que estamos viviendo está dejando a muchos periodistas sin empleo, pero si hablamos del papel del periodismo en el mundo, tiene claro que nunca fue más importante que en nuestros días.

 

 

Aceptando que la información de calidad es muy cara y poco rentable para los medios privados, Manfredi pregunta si no deberían ser entonces los medios públicos los que gastaran dinero en ella.

 

Tato Puerto piensa que así tendría que ocurrir, pero no ocurre. La justificación de cualquier medio público, obligado por mandato constitucional, debería ser la cobertura informativa de aspectos fundamentales de la sociedad que no tienen cabida en otros entornos mediáticos privados. Esto no sucede y al final RTVE se comporta en lo económico como una empresa privada, por lo que sigue apoyando lo mismo: el fútbol y las motos.

 

Para Mario Tascón, gran parte del mal estado financiero actual de los grandes medios se debe a no haber sabido usar bien el dinero ganado en los momentos de vacas gordas. No se invirtió en desarrollos tecnológicos, no se apostó por la innovación, ni en soportes ni en contenidos. No se optimizaron los gastos y se despilfarró mucho de lo ganado. Esta delicada situación económica hace que impere hoy un cortoplacismo atroz a la hora de conseguir resultados, lo cual es sin duda contraproducente.

 

Desgraciadamente, los medios públicos también funcionan así o peor. Sus desastrosos modelos de gestión les impiden cumplir sus compromisos con la sociedad que les financia. Beatriz Becerra comenta el caso escandaloso de las televisiones autonómicas, instrumentos de despilfarro al servicio del poder político de turno. No solo ellas. En RTVE, que además ha quitado la publicidad sin conseguir una alternativa viable de financiación, se está asistiendo desde 2009 a un arrinconamiento de profesionales de la casa a cambio de ceder a terceros muchas capacidades de producción. Mientras hay en marcha numerosos expedientes de regulación de empleo, productoras audiovisuales como MEDIApro o Globomedia están consiguiendo sustanciosos contratos para hacer lo que podrían estar haciendo esos trabajadores en paro. Se trata de una suerte de desmantelamiento –en el fondo tan ficticio como inútil– que para Becerra responde a intereses políticos ligados a grupos mediáticos privados. Tato Puerto recalca que las televisiones autonómicas son un coladero de fondos, un lugar para colocar amigotes, y  además con mucho menos control que la televisión central. En Cataluña se están planteando cerrar centros de atención primaria y quirófanos, pero son intocables los presupuestos de TV3 –incluído el jugoso sueldo de su directora–. A cambio, se emiten ridículos “bonos patrióticos” para ayudar a su financiación.

 

Para Arcadi Espada, ese es el gran problema. Lo que está ocurriendo no tiene nada que ver con el desmantelamiento –que es lo que habría que hacer– sino todo lo contrario. La tremenda inyección de capital público en cadenas de televisión de nuestro país es un caso único en el mundo. Hoy en España el sector público es infinitamente más influyente en los medios de comunicación que lo era hace quince años. Todas las autonomías se han dotado de instrumentos públicos de comunicación. Pensar que eso no afecta a la RTVE es absurdo.

 

La pregunta de Manfredi no se hace esperar. Ante esta desalentadora situación de los medios públicos y privados, ¿Hay alguna solución? ¿Es posible crear empresas de comunicación socialmente responsables y que a la vez puedan ser rentables? ¿Cómo?

 

Gómez Nadal insiste en que son necesarias acciones estatales claras. Una de ellas sería abrir el monopolio de concesión de emisoras y televisiones a pequeñas comunidades y asociaciones. Está pasando ya en Suramérica, en Brasil, Venezuela, Bolivia. En Colombia hay comunidades indígenas que han creado canales hiperlocales de TV, donde manejan sus razones y su imaginario. Aunque en principio esto no sea económicamente rentable, sí genera discurso e implicación política, social y cultural, a la vez que fomenta una competencia sana. El dinero público que se está desviando a las productoras privadas debería emplearse en apoyar iniciativas independientes de comunicación que tengan interés social –como se hace, por ejemplo, con las ONGs–, generen espacios más plurales y contribuyan a la construcción de una ciudadanía responsable y participativa. Para eso –recuerda Beatriz Becerra– son necesarias leyes de transparencia informativa. Mario Tascón intuye que a partir de dichas leyes los gobiernos nos apabullarán con toneladas de datos que habrá que saber filtrar y analizar a partir de estructuras más multidisciplinares y plurales, que pueden dar origen a figuras profesionales nuevas. Tascón es optimista y cree que el periodismo irá mejorando y recuperando su credibilidad como oficio socialmente responsable. Internet y las nuevas tecnologías ayudarán. Hay que desechar lo que ya no valga y ensayar nuevas fórmulas, que probablemente tenderán hacia sistemas de nodos de periodismo hiperlocal conectados en red, como ya se está ensayando desde la iniciativa Global Post.

 

Como concluía Arcadi Espada, el periodismo no puede morir porque siempre alguien tendrá que dar la noticia. Lo que sí ha de cambiar es el modelo ético y de gestión, la actitud de los profesionales ante los profundos cambios de nuestra época y la implicación de la ciudadanía a la hora de exigir información veraz y responsable.  Decidir qué medios de comunicación nos gustaría tener es decidir qué sociedad queremos ser.

 


Más del autor