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Ha ganado Brasil, debe estar llegando la hora

 

Sí, ha ganado, y pese a los lagrimones derramados por los seguidores de su agónica selección. En noventa minutos, más los de descuento, los fubtoleros de Qatar apretaron los dientes e insuflaron optimismo a sus compañeros que iban con Brasil. Y los que concretamente se asomaron al Mundial para ver lo que haría un tal Da Silva Santos, quien, al día de hoy, y bromas aparte, debe estar agradecido al lanzado colombiano que lo mandó al hospital. No creo que su orgullo de nueva estrella hubiera aguantado el aguacero teutón. Aguacero teutón.

 

Brasil ha salido ganando porque los que nos lean a partir de ahora sabrán que pese a que tenemos en un buen lugar el fútbol y toda la parafernalia que conlleva su práctica, venta, y postventa, también sabíamos que este mismo futbol, sin salir del escenario, actuaba como un potente anestésico para millones de personas, desde el mismo Qatar, pasando por Arabia, el país de los látigos para las infieles, hasta aquí, donde está el lector. Estamos escribiendo de cómo el balompié y su parafernalia aneja actúa de calmante, sólo a veces, e impide que haya un estallido social global. Es decir, que las gentes que se duelan de todo, que no comen, que no trabajan, que viven en la necedad, en la basura y hacen leyes para que sus niños trabajen como adultos, salgan a bailar por tres días porque su selección, la elegida por ellos, ha ganado. Y que vivan en el alquitrán y que inhalen humo por el resto de sus días y que nadie lo supiera y de ello no se dijera nada hasta que dejen esta vida, y la dejen los hijos que los sobrevivieran y así. Y que no tan lejos de ellos, los diputados de sus parlamentos tuvieran todos los contratos de los mafiosos y se enriquecieran y se olvidaran de la utilidad de un parlamento. Y que no pase nada.

 

Este mismo fútbol que impide que salgan dos tíos cojonudos y pregunten por lo que estuviera pasando en Gaza y por qué caen los niños palestinos cuando al estado hebreo se siente fortalecido y suelta los misiles. Que alguien con poder pregunte en serio por lo que pasa ahí, porque es un conflicto que genera muchos filántropos y pacifistas y ya es hora de que se le ponga fin, porque muchas veces estos filántropos van a otros sitios, a las favelas mismas de Brasil, y actúan como si no vieran nada. Por ejemplo, un solo ejemplo, recordamos el amor de Moratinos por Arafat, a quien visitaba y besaba cuando estaba casi arrestado, y su nuevo amor por Obiang, un hombre que causó, y sigue causando, tanto dolor como los odios de Oriente Medio. Esto es, ¿cómo es posible que sean tan selectivos al sufrimiento de las gentes, como si el sufrir de unos fuera más que el de otros?

 

Por todo lo dicho arriba, Brasil ha salido ganando, y porque no creemos que haya en Alemania tantos pobres como en Brasil, que no es precisamente un país pobre en recursos. Ahora que se ha reventado el mundial, su propio mundial, sería deseable que mostraran su enfado y pidieran a las autoridades que mostraran los datos que justifican la pobreza de millones de seguidores de la selección de su país. Nada de cuentas maquilladas o estadísticas engañosas. Este sería el caso más beneficioso de resaca, o sobriedad post banguera, que conociera la humanidad del siglo XXI. Ah, el banga, como el fútbol al que son tan devotos los negros de Brasil, tiene efectos hipnóticos. Cierto que leves, pero los tiene. Además, da hambre. Que este bronco despertar del sueño les conduzca a hacer las preguntas necesarias para aclarar esta historia que persigue a los negros del todo el mundo, y que es, que estando donde estén, ocupan los escalones más bajos de la escala social. Brasileños pretos, enhorabuena, habéis ganado por goleada. Otra cosa es que podáis gozar de esta victoria merecida.

 

 

Barcelona, 9 de julio de 2014

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