Un tema de conversación frecuente entre los reporteros extranjeros en China, sobre todo entre los recién llegados, es si se puede hacer verdadero periodismo en ese país. Los obstáculos a la libertad de información que se observan van desde la vaguedad de las fuentes oficiales a la represión policial cuando se vulneran las normas establecidas para la cobertura de eventos o asuntos sensibles. A eso se añade el desconocimiento del idioma y del contexto histórico-cultural de muchos corresponsales y freelance en China. Para solventar esto último se recurre a traductores e intérpretes locales, los denominados asistentes. El problema es que estas personas no suelen tener formación periodística y, por tanto, no se adaptan a la dinámica. Además, aun siendo buenos fixer, están más o menos controlados por las autoridades, por lo que su trabajo no es del todo fiable.
En el pasado festival literario de The Bookworm en Beijing se debatió este asunto. Como se partía de la base de que las fuentes oficiales no son fidedignas, el debate se centró en el valor de los foros y las bitácoras como fuentes informativas. A pesar de la censura, la actividad de los internautas chinos es creciente, sobre todo en foros. Durante las últimas grandes polémicas del país (corrupción en la construcción de escuelas en las zonas afectadas por el terremoto de mayo de 2008, escándalo de los productos lácteos adulterados en octubre de 2008, disturbios en la región autónoma de Xinjiang en julio de 2009,…), la opinión pública china existió en la Red. En los foros se opina sobre cualquier asunto de interés nacional. Parece que el anonimato ha dado cierta libertad de expresión a las nuevas generaciones.
Las opiniones de los foros o las bitácoras, aquí más que en cualquier otro país, sirven de guía para tomarle el pulso a una parte minoritaria de la sociedad minoritaria, a las clases medias urbanas. En cierto sentido, esa agenda de temas sobre los que se opina ya ha sido marcada por los medios de comunicación nacionales que, de modo más o menos velado, actúan como portavoces de esas fuentes oficiales que tanto se desacredita. Entonces, ¿qué nos queda?
Hace poco leí The Good Women of China: Hidden Voices, el primer libro de la periodista china Xinran Xue. Descubrí que, pese a las dificultades (ella publicó su libro en Reino Unido), realmente se puede hacer periodismo de investigación en este país; aunque para el periodista extranjero, sobre todo occidental, no es tarea fácil llegar a esas fuentes de información ni comprender el contexto histórico-cultural que explica la realidad pasada, presente y futura. Es un verdadero reto hacer buen periodismo en este país, pero es posible.