Han pasado unos cuantos años desde que vinieron de Zaragoza a ver si en la capital podían buscar la manera de vivir de esto de la música. Han chupado mucha rueda, mucho garito, mucho bolo por 60 pavos (o menos), antes de convertirse en el dúo que ha vendido más de cuatro millones de copias con sus anteriores trabajos y que acaba de sacar su nuevo álbum; el sexto. Eva y Juan, Juan y Eva, tanto monta, son Amaral.
A Juan le conozco un poco más, a Eva prácticamente nada, de intercambiar dos frases. Los dos son tímidos. Ella más que él en el día a día, él más que ella sobre el escenario. Al menos esta es la impresión que yo tengo de lo poco que he podido tratarles. Pero ese poco me ha servido para poder asegurar que son dos personas especiales de las que no te encuentras muy a menudo.
En marzo de 2012 hará dos años que les conozco. Por aquel entonces preparábamos el 15 aniversario de nuestra banda con un concierto en la sala Galileo Galilei en el que nos acompañarían un nutrido grupo de amigos. Coincidía que Amaral tenía firmados un par de conciertos en EEUU y no iban a poder acompañarnos, así que decidieron cambiar los billetes y aplazar su viaje un par de días para poder estar con nosotros. Juan tocó dos temas con una guitarra eléctrica de doce cuerdas y Eva hizo un solo de harmónica en otro. Lo hicieron porque son buena gente, porque no olvidan cuáles son sus orígenes y porque respetan profundamente el oficio por el que apostaron hace tantos años.
“Hacia lo salvaje” es el título del primer single de su nuevo álbum. En el videoclip, una pequeña tortuga que acaba de salir del cascarón, sortea los peligros que le salen al paso hasta llegar al océano, en cuya profundidad se sumerge en busca de lo inesperado. La historia de Amaral es como la de esa tortuga, salieron de Zaragoza con la maleta llena de ilusión y la han llenado de éxito porque las personas como ellos se lo merecen.
@Estivigon
