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Hacía queso en una media de nailon

 

En una ocasión, Raúl del Pozo nombró a un amigo en su columna a propósito de un artículo escrito por éste, y corrimos los demás a celebrarlo como si nos hubiera nombrado a todos. En estos tiempos de hambruna, una mención así es un festín de un día que proporciona alimento para meses, y no sólo al protagonista sino a toda su tribu sin papel, a dieta simple diaria, en todo caso de retuit o de elogio cercano. Coetzee vivió su Juventud de estudiante en Suráfrica a base de sopa, fruta y leche, con cuyo fermento hacía queso dentro de una media vieja de nailon colgada encima del fregadero, intentando demostrarse sin éxito que todo hombre es una isla. Algunos tratamos de demostrarnos ser, más que islas, camellos capaces de cruzar desiertos sin comida ni agua sólo para contarlo, lo cual es tan raro como que aparezca Bono en el Congreso del Partido Popular Europeo. Al líder de U2 se le ha visto escalar andamios de joven, y cantar en los tejados y en los aeropuertos y hasta en los supermercados; pero nada como esto, aparte, si acaso, de cuando llamaba a la Casa Blanca para decirle a George Bush que Bill Clinton sería el próximo inquilino. Ha aparecido para decir que España es un ejemplo, un poco al estilo verificador pero sin su sordidez, más en plan vedette como Norma Duval que en plan notario como Manikkalingam. Ha hablado del turismo y del flamenco, pero sobre todo ha nombrado a Rajoy (no se sabe si antes o después del flamenco), lo cual, a pesar del alborozo, y de la hambruna, no es, por desgracia, como si nos hubiera nombrado a todos.

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