Debió de ser en 2001 o 2002, no recuerdo exactamente, cuando leí sobre la Primavera de Praga en la Hemeroteca Municipal de Madrid, en la calle Conde Duque. En particular en ediciones microfilmadas de aquella institución del periodismo que fue la revista Triunfo. Tomé notas que afortunadamente guardo y ahora repaso con la excusa de la efeméride: el 20 de agosto de 1968 la URSS invadía Checoslovaquia para abortar la Primavera de Praga, el proceso de apertura que estaba ensayando Alexander Dubcek.
De los escritos que conservo me voy a quedar con algo que con los ojos de hoy más me interesa: cómo se tomó la izquierda comunista la intervención soviética. Y, como primer punto, lo primero con lo que me encuentro al respecto es la referencia a un artículo de Eduardo Haro Tecglen que explica una conferencia de partidos comunistas celebrada en Budapest en 1968 y que estaba pensada para preparar otra que tendría que celebrarse en Moscú antes de que acabara el año.
Un objeto de discusión relevante era la unidad del bloque comunista y de los partidos comunistas de Occidente. En principio, parecía que esa unidad debería referirse más a un concepto de interacción y de organización que de disciplina y centralismo. Quizás, en línea con lo propuesto por Italia, es decir, “la unidad en la autonomía y la diversidad” o ese “preocupémonos menos de apretar nuestras filas que de ampliarlas”. De hecho, Italia llegó a defender que en la conferencia mundial de partidos comunistas se admitiesen otras fuerzas progresistas no comunistas, pero revolucionarias, que contribuyeran a ligar la conferencia a las realidades nacionales y continentales más diversas.
El PCUS no pareció rechazar estas ideas, mostraba una posición abierta, incluso ante las discusiones que sobre el “nuevo comunismo” tomaban ya carácter público en Polonia y en Checoslovaquia.
Aunque el mismo Haro Tecglen en su crónica del Primero de Mayo de 1968 también cuenta que atisba por primera vez inquietud entre los dogmáticos por la aparición de vías alternativas. Así, explica que si bien en Pravda se afirmaba que se seguía con atención y respeto las experiencias de los partidos hermanos, puesto que cada partido comunista era libre e independiente de determinar su política y sus actividades, teniendo en cuenta las condiciones históricas del desarrollo de cada país; el órgano de expresión del PCUS también advertía de que el imperialismo estaba renovando sus esfuerzos para llevar la subversión al seno de la sociedad comunista para lo que utilizaba las secuelas nacionalistas y revisionistas que sobrevivieron a la revolución.
En todo caso, el saludo de la URSS por el Primero de Mayo recogía la propuesta italiana y no sólo se dirigía, como hasta entonces, a países hermanos y amigos, sino a movimientos revolucionarios, a la clase obrera de los países capitalistas, a los movimientos de liberación nacional, a los estados nuevos que luchaban contra el capitalismo, a los pueblos que luchaban contra el colonialismo… Parecía que el PCUS hacía suya la idea de que la revolución se hace flexible y se adapta al terreno histórico y particular que la contiene en cada momento. Quizás la URSS estaba aceptando una “desrusificación” del comunismo.
Lo que sucedía en Checoslovaquia, cuenta Haro Tecglen en otro artículo, era algo parecido a lo que ocurría en el Mayo Francés: revoluciones, en cierta medida, contra una clase política en el poder que era anacrónica, que impedía la participación directa de las masas, la democracia directa, que privaba de sentido a una mayoría de vidas. Pero ni en un caso ni en otro, ni en Praga ni en París, se estaban dando muestras de repudio del marxismo o de la democracia burguesa, respectivamente, sino de las clases políticas dominantes que impedían que el marxismo y la democracia se desarrollaran y evolucionaran.
Checoslovaquia quería realizar su “marxismo en libertad”. En enero de 1968, la dirección del PCCh era echada abajo pacíficamente por un grupo de oposición que reunía a la mayoría del comité central. Como nada así había ocurrido antes, los soviéticos comenzaron a pesar de que Dubcek, el nuevo hombre fuerte del comunismo checo, tenía que haberse beneficiado de apoyos ocultos e inexplicables.
Los temores de la URSS podían tener base real, dice Haro, que cita el hallazgo de depósitos de armas de fabricación americana, la introducción de agitadores profesionales, así como el interés de Alemania Federal en que hubiera un cambio en Europa Central, o en que la URSS tuviera que intervenir como lo hiciera doce años antes en Hungría, para reforzar su vínculo con Estados Unidos, que quizás se viera obligado también a intervenir o a reforzar la lógica de bloques de la Guerra Fría.
Sea como sea, la URSS cayó en la tentación de la intervención, pese a, quizás, una primera intención de respetar los marxismos nacionales y el policentrismo. Y dio esta explicación difundida por la Agencia Tass: “Tass está autorizada para anunciar que dirigentes del Partido y del Gobierno de la República Socialista de Checoslovaquia han pedido a la URSS y a otros estados aliados que proporcionen ayuda urgente al pueblo hermano checo, incluida una ayuda consistente en fuerzas armadas. Esta petición se ha hecho necesaria por la amenaza surgida contra el sistema socialista existente en Checoslovaquia y contra el Estado basado en la Constitución, amenaza proviniente de las fuerzas contrarrevolucionarias que han entrado en colisión con fuerzas extranjeras hostiles al socialismo. (…) Las unidades armadas soviéticas, junto con las unidades armadas de los países aliados ya citados (Alemania del Este, Bulgaria, Polonia y Hungría), han penetrado el 21 de agosto en el territorio de Checoslovaquia”.
Las reacciones que recoge Triunfo del mundo del socialismo real fueron en su mayoría contra la Unión Soviética. En primer lugar, lógicamente, la del Gobierno checo: “Por primera vez en la historia del movimiento comunista asistimos a una agresión contra un Estado dirigido por un partido comunista, agresión perpetrada por los ejércitos aliados de países socialistas”.
Mientras, Tito, en Yugoslavia, valoraba: “Nos afecta profundamente la entrada en Checoslovaquia de unidades militares extranjeras sin que el Gobierno legítimo de este país lo haya pedido o aprobado. Ha sido violada la soberanía de un país socialista y las fuerzas socialistas y progresistas del mundo han sufrido un rudo golpe (…)”. Además, según contaba Triunfo, en Yugoslavia se han producido manifestaciones de protesta, y los diarios han lanzado ediciones especiales condenando la ocupación militar. La Liga de los Comunistas (…) expresó su solidaridad con el pueblo, la clase obrera, el Gobierno y el Partido checos (…) En la sede de las Naciones Unidas, el delegado yugoslavo en el Consejo de Seguridad reiteró el apoyo de su país a los checos y solicitó la inmediata retirada de las tropas diciendo que la URSS había vulnerado la soberanía de Checoslovaquia, al igual que los Estados Unidos atentaban a la soberanía del Vietnam”.
Ceaucescu, desde Rumanía, comentaba: “La penetración en Checoslovaquia de las tropas de los cinco países socialistas constituye una gran falta y un grave peligro para la paz en Europa, para la suerte del socialismo en el mundo (…) Es inconcebible que un Estado socialista, que Estados socialistas, violen la libertad y la independencia de otro Estado. No hay ninguna justificación (…) El problema de la elección de las vías de la edificación socialista es un problema de cada partido, de cada Estado, de cada pueblo (…) Nadie puede erigirse en consejero, en guía (…) Tenemos la convicción de que los partidos comunistas y obreros sabrán encontrar los caminos para que este momento vergonzoso del movimiento revolucionario finalice lo más pronto posible. Tenemos la convicción de que en ningún lugar existe un comunista que apoye esta acción militar sobre Checoslovaquia”.
En Occidente, los partidos comunistas más importantes también se opusieron. El italiano comunicó: “El Buró Político del PCI considera injustificada tal medida, incompatible con los principios de autonomía e independencia de todos los partidos comunistas y de todos los Estados socialistas”. En Francia, “el Buró Político del Partido Comunista Francés (…) expresa su sorpresa y su reprobación después de la intervención militar en Checoslovaquia. Nuestro partido, que expresó su preocupación sobre ciertos aspectos de la realidad checoslovaca, afirmó igualmente que correspondía al Partido Comunista de Checoslovaquia actuar contra los elementos antisocialistas a fin de preservar y extender las conquistas socialistas”. Y en la misma línea se expresaron los tres grandes sindicatos franceses, la CGT, la CFDT y Fuerza Obrera. O Marcuse: “Se trata del acontecimiento más trágico desde la guerra. Y es más grave que la entrada de tropas soviéticas en Hungría en 1956, donde se habían infiltrado elementos reaccionarios entre el pueblo, contrariamente a lo que ha sucedido en Checoslovaquia”. Con Marcuse un centenar de filósofos marxistas reunidos en Korcula en un congreso conmemorativo del 150º aniversario del nacimiento de Marx firmaron un escrito condenando la intervención e insistiendo en que “en el caso de que no se retiraran las tropas del Pacto de Varsovia, el Gobierno y el partido comunista soviéticos correrían con la responsabilidad de aislarse del resto del movimiento socialista mundial”.
También críticas muy duras desde Pekín: “Como nunca anteriormente, la banda de renegados revisionistas soviéticos que siguen frenéticamente una política imperialista de poder aparece de este modo bajo una repugnante catadura. Se trata del episodio más despreciable registrado en la lucha que opone a la banda de renegados soviéticos a la otra banda de los revisionistas checoslovacos”.
La URSS, mientras tanto, contó con el apoyo de Corea del Norte y de Hanoi.
Por último, una curiosidad que no me voy a ahorrar y que no recordaba: Miguel Delibes escribió en Triunfo una serie de diálogos sobre la Primavera de Praga que fueron recogidos después en un libro.
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