“Un aspecto aparentemente curioso del reportaje del 30 de abril de 1937 es la ausencia de una mención de Guernica por parte de Hemingway”
William Braasch Watson, editor de los reportajes de Hemingway desde España
La multitud de observadores internacionales –periodistas, fotógrafos, escritores y toda clase de famosos que pasaron por España durante la Guerra Civil– tuvo un impacto determinante sobre cómo se vio el conflicto, tanto durante el mismo como en las décadas posteriores. En agosto de 1936, el trabajo de un pequeño grupo de corresponsales extranjeros, siendo Jay Allen el más destacado, hizo famosísima la represión de Badajoz por parte de los insurgentes. Por lo cual, a partir de aquella fecha, la prensa extranjera fue apartada drásticamente del escenario en algunos momentos clave, como la limpieza de Toledo a finales de septiembre. Fue la revelación por la prensa internacional de la destrucción aérea de Guernica el 26 de abril de 1937 lo que desencadenó la repudia internacional gracias al reportaje casi inmediato del corresponsal del Times George Steer y de unos pocos otros periodistas basados en el País Vasco. En cambio, menos de un mes antes (el día 31 de marzo de 1937, y de nuevo algunos días después), la ausencia de corresponsales extranjeros in situ explica que los bombardeos aéreos que infligieron gravísimas destrucciones en la población civil del pueblo vasco de Durango pasaron prácticamente inadvertidos.
Pero a pesar del reconocido vínculo entre la presencia de observadores extranjeros y las ondas de choque desatadas por un acontecimiento, el contexto histórico de la guerra en Madrid en abril del 37 estaba, y así se mantuvo, curiosamente desenfocado. Y en este caso, no por falta de visitantes a la ciudad semisitiada. Solo un puñado de periodistas cubrió la Batalla de Madrid en noviembre del 36 cuando contra todo pronóstico la ciudad resistió la embestida de las tropas de Franco. Pero a continuación, desde diciembre de 1936 y adelante, y hasta que el agotamiento imperante en las postreras etapas del conflicto, la tan celebrada capital del antifascismo acogió un continuo flujo de ilustres visitantes extranjeros. El más famoso, Ernest Hemingway, ya célebre por su obra Adiós a las armas de 1929, llegó a Madrid como corresponsal del gran sindicato de periódicos, el North American Newspaper Alliance (sus reportajes se citan aquí como NANA).
Hemingway fijó su real en el céntrico Hotel Florida, donde se instaló con Martha Gellhorn, a la vez que conocidas figuras literarias, tales como John Dos Passos y Antoine de Saint-Exupéry, también vinieron a Madrid. El actor de Hollywood Errol Flynn y una misión británica de observación, que incluía a la Duquesa de Atholl y a la diputada laborista Ellen Wilkinson, se contaban entre los visitantes de Madrid en aquel mes de abril.
Durante la segunda semana de abril, Hemingway y varios amigos se instalaron en la vieja casona (the Old Homestead), un edificio medio arruinado del otrora elegante Paseo de Rosales en el oeste de Madrid, con una vista panorámica a los combates de la Casa de Campo. El cineasta Joris Ivens integraba dicho grupo y luego incorporó tomas de escenas de batallas en su película documental The Spanish Earth, para la cual contó con la estrecha colaboración de Hemingway. Sin embargo, no se trataba de ninguna manera, de unos combates indeterminados como los suele describir la literatura secundaria. De hecho, correspondían a una ofensiva militar republicana a gran escala cuyo objetivo era arrebatar el Cerro Garabitas y otros puntos estratégicos destacados de la Casa de Campo al control franquista (9-14 abril). Esto fue un gran embate republicano en Madrid y alrededores y su gran escala la recalcó el agregado militar norteamericano Stephen O. Fuqua, quien evaluó la movilización de hasta 50.000 soldados en las fuerzas republicanas. Una victoria republicana no solo hubiera aliviado la presión nacional sobre el norte de España al obligar a Franco a traer tropas de vuelta al frente central sino que también hubiera dejado expuesto el enclave en la Ciudad Universitaria, y con toda probabilidad no lo hubiera podido mantener. Dicha ofensiva republicana preocupó tanto a Franco que el día 12 de abril contempló retirar aviones del frente septentrional. Hemingway afirmó inicialmente que “sin duda era la batalla más importante para aliviar la presión insurgente sobre Madrid” (NANA, p. 26), lo cual no era ninguna exageración. Más tarde, el 30 de abril, Hemingway hizo gala de un análisis estratégico agudo, a no ser que sacara partido de sus contactos oficiales, al vincular los combates de la España central con la campaña vasca: “Madrid sólo puede ayudarla [es decir, la resistencia vasca contra los nacionales] atacando en el frente central, como lo hicieron hace tres semanas en la Casa de Campo, para apartar tropas del Norte (NANA, p. 37). Esto corresponde exactamente a lo que pretendía lograr la República gracias a una serie de iniciativas militares de dicho año, como la Ofensiva de Segovia a partir del 30 de mayo que Hemingway relata en Por quién doblan las campanas, o también la Batalla de Brunete en el mes de julio.
Inicialmente, las autoridades republicanas se mostraban confiadas en la inminencia de una victoria militar y propagandística a fin de mejorar su imagen, ya que autorizaron a Hemingway a bajar hasta la Casa de Campo para observar los acontecimientos in situ, lo cual no era lo habitual (NANA, pp. 24-25). Sin embargo, la ofensiva republicana fracasó rápidamente y se esfumó en la literatura secundaria donde solo figura como una batalla, como si se dieran cientos, cuando en realidad, dicha batalla fue la única que se libró en Madrid entre la gran Batalla de Madrid de noviembre de 1936 y el final de la contienda. Fue una batalla observada y descrita por nadie menos que Hemingway, y filmada en un documental clásico sobre la Guerra Civil; y sin embargo, prácticamente en seguida fue ignorada y callada. Claro que el desenlace influyó mucho. Los nacionales pudieron reanudar su objetivo principal, mientras que los republicanos prefirieron obviar cualquier recuerdo de una fallida conmemoración del sexto aniversario de la República (14 de abril). En consecuencia, en un santiamén la batalla se transformó en un no-evento, únicamente mencionada en la literatura secundaria sobre Hemingway, etcétera. Ya en la época en que Hemingway escribiera un relato ‘Noche antes de la batalla’ la estaba relatando como una operación militar mal planeada y funesta. En una carta escrita largo tiempo después del final de la guerra, Hemingway mostraba pocos rastros del entusiasmo que sintiera brevemente a principios de abril de 1937.
Así como ocurrió con la ofensiva del 9-14 abril de 1937, los bombardeos de Madrid del mismo mes también se esfumaron, lo que plantea interrogantes respecto a la brecha entre los primeros reportajes de la guerra y su interpretación posterior. Por una parte, es cierto que el bombardeo de Madrid nos es de sobra familiar por sus sorprendentes derivaciones, como el supuesto efecto afrodisíaco sobre Hemingway y Gellhorn. Durante un ataque contra el Hotel Florida, Antoine de Saint-Exupéry, Hemingway, Gellhorn y otros huéspedes tuvieron que abandonar las habitaciones con los pijamas puestos. Más tarde, en su obra de teatro La quinta columna, Hemingway mencionó el bombardeo desde el Cerro Garabitas, quizás como contrapeso moral a la represión de los quintacolumnistas en el Madrid republicano. Pero si bien los obuses explotando en Madrid retumban insistentemente en el recuerdo de la Guerra Civil, esta misma banda sonora esconde la particularidad de los bombardeos de abril que pertenecen a una campaña franquista de corta duración pero de intensa agresividad. Como lo refiere un conjunto parcial de registros de las bajas de civiles, mientras las cifras de cada uno de los meses de enero, febrero y marzo de 1937 se elevan de 10 a 20 muertos, el solo mes de abril arroja las cifras de 74 muertos y 457 heridos. (Es muy probable que las cifras reales fueran considerablemente más altas). Los registros apuntan a que muchas calles céntricas fueron alcanzadas. Estos bombardeos eran una respuesta directa a la ofensiva republicana del 9 al 14 de abril, ya que la principal artillería franquista que se ubicaba en lo alto del Cerro Garabitas constituía el objetivo principal de los militares republicanos. Sin embargo, los bombardeos intensivos continuaron hasta casi finales del mes de abril, unas dos semanas después del fin de los combates, echando por tierra cualquier pretensión de una justificación militar. A finales del mes, el periódico Manchester Guardian tildó los recientes bombardeos de absurdos y refirió el “horror y la indignación” que causaron entre todos los observadores.
Los proyectores enfocados en las celebridades internacionales podían cegar tanto como alumbrar –asumiendo por supuesto que no nos interesan solo las biografías literarias sino mucho más los efectos de la guerra en las vidas de los españoles corrientes. Para la prensa internacional, el problema de la campaña de artillería era su monotonía y previsibilidad intrínsecas. Le faltaban el drama y el terror existencial que provocaba un bombardeo aéreo. Un editor cínico sabía de sobra que el reportaje de hoy no cambiaría sustancialmente del que recibiera la víspera, y del que le llegaría al día siguiente. En cambio, ya difería mucho el que un obús estallara cerca de un actor de cine, una duquesa o en un escritor de éxito: los reporteros necesitan poner una cara al relato. Por eso, a principios de abril, el vespertino francés Paris-Soir, anunció que Errol Flynn había escapado de milagro a un obús en Madrid, aunque en esa época ya hacía tiempo que el periódico había relegado los reportajes sobre España a un plano más que secundario. El 18 de abril, el New York Times reportó que un obús había alcanzado el hotel donde se hospedaba la Duquesa de Atholl, y unos días después, ella denunció el bombardeo de Madrid como “cruel y absurdo”. Según el Manchester Guardian del 29 de abril, varios obuses alcanzaron el Hotel Florida donde, entre otras personas, “se alojaba el señor Ernest Hemingway, autor de Adiós a las armas”. De hecho, ni se sabe si Hemingway se encontraba en el hotel en el momento del ataque, y sin embargo él se convirtió en la noticia.
Más tarde en el mismo año, un texto más largo en el Manchester Guardian retrató al escritor como un personaje fijo en el Hotel Florida, proyectando de esta forma una imagen ideal que perduraría años:
“Aquella primera noche en Madrid visitamos a Ernest Hemingway, uno de los tres últimos huéspedes del Hotel Florida, cuyo confort moderno vimos anunciado en nuestro camino de llegada aquel mismo día. El Florida forma esquina entre dos de las calles principales de Madrid, y la fachada orientada al noroeste está prácticamente arruinada. La habitación ocupada por Hemingway se ubica en la primera planta de la esquina sudeste del hotel, el único espacio relativamente a salvo. Hemingway, con su exuberante risa a lo Douglas Fairbanks, adora el movimiento, la acción y la valentía humana. Es inmensamente popular tanto en Madrid como en las trincheras. Experimenta una alegría juvenil recolectando todos los trozos de obús que han caído en el Florida, y los etiqueta con esmero según el número de la habitación que destrozaron. Una de las cáscaras que han aterrizado en el Florida ha sido convertida en una lámpara eléctrica en el escritorio de Hemingway, con una pantalla pintada por un artista antifascista”.
Dicho esto, una de las paradojas de la entusiasta inmersión de Hemingway en su experiencia española –y a pesar de corresponder estrechamente al paradigma del autor famoso– es que no dudaba, y en eso era el único, en arremangarse y apuntarse a las tareas cotidianas de un reportero en activo. Esto no fue lo que esperaba NANA de su corresponsal estrella y en eso se diferenciaba de la mayoría de los escritores famosos que mandaban sus reportajes desde España. El trabajo de Hemingway contrasta totalmente, por ejemplo, con los excelentes y pulcros escritos de Antoine de Saint-Exupéry que reflejaban la tradición específicamente francesa del reportaje de reflexión, como lo ilustran también los de su compatriota Joseph Kessel. En una ocasión, los editores de NANA en Nueva York, sintiéndose algo estafados con lo que recibían, mandaron un cable a la oficina de Londres: “Telegrafíe a Hemingway sugerencia futuros relatos enfaticen color más que reportajes directos” (NANA, p. 78).
Periódicamente, Hemingway se prestaba al encargo –por ejemplo, con el retrato muy personal de un voluntario norteamericano herido, o con una evocación de los chóferes madrileños–, pero los textos que mandó desde Madrid durante abril de 1937 eran constituidos esencialmente por reportajes exhaustivos que daban gran protagonismo al bombardeo de civiles. Su primer artículo desde Madrid, con fecha de 9 de abril, estaba dedicado casi por entero a los combates en la Casa de Campo (NANA, pp. 24-26), pero el reportaje actualizado de la misma batalla dos días después también hacía hincapié en las bajas de civiles.
Hemingway describía gráficamente los obuses que alcanzaban Madrid, matando “a una anciana que volvía de la compra, reduciéndola a un montoncito negro de ropa encogida, y cuya pierna lanzada bruscamente al aire, describiendo círculos, impactó en el muro de la casa próxima. En otra plaza, mataron a tres personas que yacen en el polvo y los escombros como tantos bultos de jirones de ropa…” (NANA, p. 27). El texto que acompañaba una foto de agencia de 11 de abril describía el bombardeo como “el más intenso de la guerra civil española”.
El bombardeo de Madrid aparece igualmente como protagonista en un reportaje que Hemingway mandó el 18 o 19 de abril, y en otro con fecha del 20. En el primero, Hemingway describía gráficamente a una mujer herida a la que ayudaban a meter en el hall de un hotel, chorreando sangre a borbotones (NANA, p. 30). El segundo, escrito, según parece, por un Hemingway borracho (NANA, p. 33), se centraba casi completamente en el bombardeo de la ciudad. Rezaba:
“Madrid, 20 de abril. Hoy es el décimo día de intensos bombardeos indiscriminados de objetivos no-militares en los distritos centrales de Madrid. Desde las 5 de la madrugada, la ciudad ha sido bombardeada por baterías de 155 mm y 75 mm, y por baterías anti-aéreas desde el Cerro Garabitas, y vaya donde vaya y a cualquier hora, durante todo el día debajo de más de 200 obuses, no puedo dejar de ver y oler el polvo grisáceo del granito y el olor acre de los explosivos, ni evitar la visión de los muertos y de los heridos, y de las mangueras que riegan las calles y los bordillos para limpiarlos no del polvo sino de la sangre (NANA, p. 34).
Hemingway resaltaba el estoicismo de la población de Madrid apenas terminara el peligro inminente, y se preguntaba cuál era el motivo franquista para atemorizar la ciudad. Concluía su texto con una alusión al martirio de Madrid (NANA, p. 36). (Ver la discusión más abajo).
Al contextualizar estos reportajes, vemos cómo la cifra mínima de muertos y heridos registrados (ver arriba) llegó a niveles muy altos en un período de diez días después del 17 de abril: por lo menos 6 muertos y 111 heridos el día 17; 1 y 30 respectivamente el 19; 14 y 76 el 21 de abril; 6 y 52 el día 22; y 21 muertos y 58 heridos el 27 de abril. Hemingway, sin embargo, pensaba que el número de bajas era muy superior, fijando el total en 32 muertos y 300 heridos durante los ataques que reportó el 20 de abril (NANA, p. 34).
Según Hemingway: “hoy ha sido probablemente el peor bombardeo de la población civil que jamás haya sufrido una ciudad” (NANA, p. 34). Aun sin tomar en cuenta las cifras reales, los bombardeos fueron tan dramáticos como para tener un enorme impacto en los periodistas reunidos en Madrid, lo que se ve reflejado en la ola de reportajes en la prensa internacional del 18 al 20 de abril. Estos correspondían precisamente al momento (ver Minchom, aquí) cuando Pablo Picasso, afincado entonces en París, dibujó un martillo y una hoz en la portada de la edición del 19 de abril de Paris-Soir, un periódico que había elegido informar con reflexiones inconsistentes sobre la no-intervención en vez del bombardeo de Madrid. Hemingway no era el único ni el primero en evocar el martirio de Madrid. La víspera, el periódico francés L’Œuvre había empleado la misma expresión en un titular: Madrid, ciudad mártir. Dicha imagen de la ciudad mártir se debía a la pluma del periodista francés Louis Delaprée en sus informes ardientes sobre los bombardeos aéreos de noviembre del 1936. Ya desde enero de 1937 sus reportajes se habían publicado en cinco idiomas (incluyendo el inglés) en un librito ampliamente distribuido titulado El martirio de Madrid. Por lo tanto, al retomar el lenguaje del martirio, se reforzaba de forma explícita el vínculo entre los ataques de noviembre 36 y de abril 37. Así que estos nuevos ataques, en vez de representar simplemente una campaña limitada, aunque intensa, de destrucción por obuses, remitían a la aureola mística del Madrid martirizado, la ciudad cuyo nombre era sinónimo del bombardeo de civiles –cabe recordar, antes de que Guernica viniera a ser el nuevo punto de referencia. El periódico francés comunista L’Humanité indujo con cierta duplicidad a sus lectores a conectar las dos temporadas de bombardeos al publicar el 23 de abril de 1937 en primera plana un dibujo que mostraba unos aviones bombardeando Madrid (como ocurrió en noviembre de 1936) cuando en realidad, los ataques de abril eran el fruto de la artillería franquista.
A últimos de abril, Hemingway se trasladó al Guadarrama (el escenario que inspiró en parte Por quien doblan las campanas), volviendo a Madrid el 29 del mismo mes. En el reportaje que mandó a su regreso (el 30 de abril) informó otra vez sobre los bombardeos. Empezó el artículo mencionando un respiro en el bombardeo, citando una cifra oficial, probablemente exagerada, de 312 muertos y más de 3.000 heridos “al cabo de 18 (en realidad 20) días de bombardeo muy intenso por la artillería” (NANA, p. 37). Al final de su texto, describió lo que es volver a casa por la ciudad “con el aire espeso de polvo de granito y de humo de explosivos, las aceras agujereados por nuevos boquetes con rastros de sangre que llevaban a las entradas de las casas”. Y volvió a reflexionar sobre el castigo sufrido por la población civil de Madrid (NANA, p. 38). Durante casi tres semanas el bombardeo de Madrid había sido la noticia clave, aunque de forma intermitente, amén del desarrollo militar de la campaña vasca. Los días 28 y 29 de abril, el bombardeo de Madrid seguía siendo noticia, pero a raíz de la publicación de 28 de abril por George L. Steer a la vez en The Times y The New York Times, la prensa internacional se empezó a focalizar sobre el ataque a Guernica, que había ocurrido dos días antes. De forma simultánea –pero no creo que se trata de una mera coincidencia– el bombardeo de Madrid terminó inesperadamente. Hemingway se preguntó el porqué de un día tan tranquilo el 30, pensando que no era más que una pausa. Pero de hecho, había terminado el martirio de Madrid. Creo que los franquistas habían temido un efecto propagandístico desastroso si tuvieran que justificarse (o mentir) acerca del bombardeo de civiles a la vez en Madrid y en Guernica.
Pero había una omisión significativa en el reportaje de Hemingway del 30 de abril. Como lo resaltó William Braasch Watson hace unos años, Hemingway no mencionó el ataque a Guernica que acababa de ocurrir (NANA, p. 37). Sabemos que existía un flujo regular de información en ambas direcciones entre los periodistas de Madrid y el mundo exterior, y que es impensable que las noticias del ataque y la controversia que estaba suscitando no le hubieran llegado por esta fecha. Watson especula que Hemingway prefería comentar la información que recolectaba personalmente, pero no estoy convencido de que esto nos proporciona una explicación suficiente.
Hemingway no era un periodista cualquiera: su celebridad literaria le otorgaba la libertad de profundizar en un solo tema o explayarse en la digresión que le apeteciera; y practicaba dicha libertad en un grado que llegaba a preocupar a NANA. Y si nos fijamos en dicho texto, vemos cómo Hemingway describe el bombardeo de Madrid pero también proporciona una vista general de la guerra, abarcando desde la ofensiva franquista en el País Vasco hasta la posición estratégica del frente de Madrid y las condiciones en la Sierra de Guadarrama. Omitir el ataque a Guernica en un reportaje sobre un tema sin relación se podría entender, pero el que Hemingway lo hiciera en un texto que trataba de la campaña vasca es harina de otro costal.
La destrucción aérea de Guernica iría dejando los bombardeos de Madrid en la sombra, pero ambas series de ataques eran noticias importantes en abril de 1937. Muchos relatos secundarios hacen hincapié de manera errónea en lo totalmente nuevo y sin precedentes que fue el ataque a Guernica, haciendo mutis sobre los recientes ataques a la población civil de Madrid o Durango. Y sin embargo el día 28 de abril del 37, el último bombardeo de Madrid sigue apareciendo como protagonista esencial en los titulares del periódico francés Le Matin, que solo daba un espacio secundario a las noticias de Guernica. Hasta en la portada del New York Times del mismo día encontraron un hueco para el bombardeo de Madrid, a pesar de que el diario tenía la exclusiva sensacional del reportaje de Steer sobre Guernica. En realidad, todo esto es sorprendente únicamente desde una mirada retrospectiva. Madrid se había convertido en la ciudad heroica y mártir gracias a su resistencia exitosa contra Franco y los bombardeos que sufrió; su nombre vino a adquirir la misma sonoridad que Sarajevo en la década de los noventa. Hemingway tenía conciencia de esto, y se aseguró su espacio propio en la lista de observadores que habían vivido la destrucción de la ciudad y eran testigos presenciales. Por eso su referencia a Madrid como ciudad mártir, y su insistencia en la ferocidad de los ataques a la ciudad. El corresponsal norteamericano Herbert L. Matthews, recordando su llegada a Madrid en diciembre del 36, después de acabar la Batalla de Madrid, había escrito que la ciudad se había convertido en el “corazón del universo… en el notición”. En esta línea, Hemingway reivindicaba la primacía de Madrid –aunque él mismo, aquel tozudo competidor, por supuesto conocía los acontecimientos de Guernica, pero Madrid era su noticia– y eso hasta el último día en que fue posible. La campaña de bombardeo contra Madrid por fin había acabado cuando la ingente controversia sobre Guernica no hacía más que empezar.
Si queremos aproximarnos a lo que la gente experimentó y sintió respecto a la Guerra Civil no se puede conseguir con la lectura aplicada de los trabajos escritos posteriormente, sino con más tino, con el examen de la prensa coetánea que arroja lo que la gente consideró como verdaderamente significativo entonces. Puede que retrospectivamente, los ataques de artillería a Madrid en abril de 37 no estuvieran más que atizando las ascuas del fuego que había envuelto a la ciudad unos meses antes; pero en aquel momento reavivaron el martirio de Madrid, uno de los grandes fundamentas de la lucha antifascista. Con ocasión de la gran manifestación de París de 1 de mayo de 37, el delegado de la UGT española recordó a las mujeres y a los niños asesinados por el fascismo internacional, tanto aquellos del inmortal Madrid como aquellos de Guernica. Así que el 1 de mayo del 37, Madrid no era un recuerdo lejano sino un hito esencial en la respuesta colectiva en marcha contra el bombardeo de civiles. Ya señalé la reacción furiosa de Picasso a los ataques a Madrid exactamente una semana antes de la destrucción de Guernica. Pero todavía unos días después de Guernica, Ernest Hemingway seguía defendiendo su epopeya al convocar a todos los fantasmas de la ciudad mártir.
Martin Minchom, historiador y editor, investiga la cobertura de la Guerra Civil por la prensa extranjera. Sus publicaciones incluyen ediciones de Geoffrey Cox, La Defensa de Madrid (2005), y Louis Delaprée, Morir en Madrid (2009). Es el autor de Spain’s Martyred Cities: From the Battle of Madrid to Picasso’s Guernica (Sussex Academic Press: Brighton, 2015). En FronteraD ha publicado El ‘Guernica’ de Picasso y “la prensa que miente, la prensa que mata”.