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Mientras tantoHierbabuena

Hierbabuena


Estábamos cruzando el Nilo en una pequeña embarcación a la altura de Luxor, la ciudad de los templos donde el tiempo se da vuelta. El barquero era un anciano, y su ayudante, un niño en los albores de la adolescencia.  Calculo que de doce o trece años. Mientras remaban cantaban. Los dos al unísono, y les brillaban los ojos con picardía y placer mientras cantaban en ese idioma que tan bien hace a los oídos pero que no comprendo. En árabe. Supuse que el texto contenía alguna trampa, a juzgar por el brillo divertido de la mirada y por la manera de menear el cuerpo  del anciano y del muchachito. Entonces les pregunté de qué trataba la canción.  Llegando a la otra orilla del río, poco a poco me traducen la letra en un inglés entrecortado. Habla en primera persona de un individuo que entra en un jardín lleno de grandes árboles y opulentas plantas. Al entrar, el visitante  percibe un solo aroma intenso que le gusta y le hace sentir muy bien. Lo mejor del jardín no es lo que seduce a primera vista. Viene de una planta que no se ve. De la menta. Tan placentero parecía el texto que , al no entenderlo, y al ver la sonrisa de cómplices que intercambiaban el anciano y el niño cantando, suponía yo  que  estaban hablando de algo pornográfico. Pero no . Era el puro placer de los sentidos. En este caso, del olfato. Por algo la llamarán hierbabuena. Pasaron los años, vino en 2011 la revolución que ahora no sabemos por qué rumbos irá.  Cada día, al leer las noticias de Egipto, recuerdo al anciano y al muchachito cruzando el Nilo en su embarcación , felices con su canción.  Los veo disfrutando como locos del goce de algo tan sutil como lo es la felicidad del aroma nacido de lo imperceptible en medio de la opulencia engañosa. A los egipcios les deseo lo mejor. Hay intereses enormes en esa región, y ellos lo  tendrán dificil si defienden lo hermoso de lo invisible, lo sé.

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